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Woref inclinó la cabeza en respeto.

– Me acaban de despertar unas noticias muy malas -informó Qurong; se estaba mostrando demasiado reservado con esto como para que no se tratara sino de terribles noticias-. Hallaron a uno de nuestros guardias atado en la cerca trasera.

¿Robo?

– Afirmó que un hombre fingiendo hablar como mujer saltó sobre la cerca, aseguró ser tu concubina, y lo puso fuera de combate. Un poco más tarde regresó con otra mujer y lo volvió a dejar sin sentido.

– Le aseguro, señor, que está mintiendo. No tengo concubina.

– ¡No me importan tus mentiras, general! La segunda mujer era m1 hija. ¡Chelise ha desaparecido! -exclamó Qurong, primero lentamente y luego con voz temblorosa.

– ;Cómo…?

– La primera «mujer» era Thomas, ¡idiota!

– Thomas de Hunter -expresó Woref-. Él se la llevó.

O se fue ella por voluntad propia?

– El guardia afirma que la estaban obligando. Thomas le dijo que transmitiera que él cumplirá con la exigencia. Liberará a Chelise cuando accedamos.

Ella se fue por voluntad propia, pensó Woref. El rostro se le enrojeció pero no mostró su ira.

– Ahora es tu vida la que está en juego -explicó el líder máximo-. Si mi hija resulta con un solo cabello lastimado, te haré responsable. Tú le dijiste que la ahogaríamos, sabiendo muy bien que yo nunca lo haría. Tú dijiste que esto le enseñaría una lección a Chelise y tú hiciste saber el mensaje para poner en evidencia a Thomas. Ahora ella ha desaparecido.

– No estamos sin recursos, mi señor. Recibí mensaje de que mis hombres se están acercando a la tribu de Thomas. Él no tendrá la única pieza de negociación.

Qurong lo miró con escepticismo.

– Ellos están sin sus líderes -informó Woref-. He enviado refuerzos. No escaparán a toda una división.

– Es a Chelise a quien quiero, ¡no a un grupo de albinos!

– Usted tendrá a Chelise. ¡Pero solamente si la voy a tener yo!

– ¡Encuéntrala! -gritó Qurong con el ceño fruncido.

28

LO INTENTÓ, pero no pudo dormir. Y decidió que no soñaría, no hasta que se hubiera ganado el amor de ella. Probablemente el virus lo iba a matar en unos cuantos días del tiempo de la otra realidad, y él no permitiría que eso interfiriera con el drama que se desenvolvía aquí. Simplemente comería la fruta de rambután todas las noches. Una semana, un mes, lo que se necesitara. Cuando finalmente soñara, solo habrían pasado unas cuantas horas donde dormía ahora en la Casa Blanca.

Se apoyó contra la roca al lado de Suzan, mirando a Chelise, quien dormía a tres metros de los dos.

– Por Dios, Thomas, duerme -susurró Suzan-. Pronto amanecerá.

– No estoy cansado.

– Lo estarás. Y me molesta que estés sentado de ese modo.

– ¿Estás celosa?

– ¿De ella? Si fueras otro hombre, quizás… sin faltarte al respeto, pero mi corazón ya ha sido tomado.

– ¿Ah, sí? -exclamó él, quien sorprendido puso toda su atención en Suzan-. Nunca has dicho nada.

– Es mejor mantener algunas cosas en secreto.

– ¿Quién es?

– No te lo voy a decir. Pero lo conoces -expuso ella apoyándose en el codo-. Sin embargo, debo decir que este nuevo Thomas es digno de admiración.

– No hay nada nuevo de mí.

– No te había conocido permaneciendo así despierto, mirando a una mujer dormida que no te ama. O mostrarte tan interesado en a quién amo

– Siempre había creído que te importaba más blandir una espada que cortejar a una mujer.

– Es obvio que no me has conocido. Cortejé a Rachelle en el bosque colorido, ¿no es así? -objetó él, y miró las estrellas-. Esos eran los días en que el romance se sentía en el aire.

– Yo era demasiado joven para recordar -expresó ella tranquilamente.

– Ya no lo eres.

– Así que supongo que estás cediendo a este impulso -afirmó ella-. De modo incondicional.

– Nacimos para el Gran Romance -declaró Thomas evitando una respuesta directa.

– Por supuesto.

– Solo estoy siguiendo mi corazón.

– Tal vez yo te podría mostrar algunas cosas, Sr. Poeta -alegó Suzan.

– Entonces revélanos a tu hombre y déjanos ver cómo ustedes se cortejan mutuamente.

– Escúchame. Sigues hablando como un poeta.

– Tonterías -respondió él sonriendo-. Siempre he sido elocuente. Una vez mi palabra fue mi espada, pero ahora es un canto de amor para la doncella que yace allá. ¿O es acá?

– Veo que deberé enseñarte los puntos más exquisitos de la poesía.

– ¿Quieres verdadera poesía? -expuso Thomas bajando la voz mientras sus ojos se posaban en la durmiente mujer-. Entonces oye esto: He perdido mi corazón. Ahora su dueña es Chelise, esta asombrosa criatura que pacífica duerme. Cuando frunce el ceño, veo una sonrisa; cuando se burla, veo una sonrisa. Cabalgamos codo a codo por dos horas, eligiendo nuestro camino a través del oscuro bosque sin pronunciar palabra alguna, pero le oía e' corazón susurrándome palabras de amor cada vez que su caballo ponía el casco en tierra. Ahora dormir no logro porque el amor es mi sueño y he tenido suficiente para que dure una semana. Ella finge no amarme, porque la enfermedad la ha rebosado de vergüenza, pero puedo verle los ojos penetrando el corazón donde ella revela sus verdaderos deseos.

– Si la mitad de eso es cierto, entonces estás muy entusiasmado, Thomas de Hunter -manifestó Suzan riendo socarronamente.

– Lo estoy -contestó él, desvaneciendo la sonrisa y desviando la mirada.

Chelise se movió de repente. Se volvió hacia ellos.

– ¿Van ustedes a hablar toda la noche? Estoy tratando de dormir.

– Estás despierta -comentó Thomas parpadeando.

– Y tú estás hablando demasiado. No sé cómo los albinos cortejan a sus mujeres, pero tal vez quieras considerar un poco de sutileza. Se hizo silencio en el campamento.

– Ella tiene razón -declaró finalmente Suzan.

– Yo… yo no sabía que estabas escuchando -titubeó Thomas; en la oscuridad logró ver que Chelise sonreía-. Muy bien, entonces, imagino que es hora de dormir.

Se acostó, inseguro de si debía estar avergonzado o emocionado de que ella hubiera oído lo que él decía.

Yacieron en silencio por largo tiempo.

Entonces Chelise habló en voz baja.

– Gracias, Thomas. Fueron palabras muy amables.

– De nada -manifestó él tragando saliva.

– Solo recuerda nuestro trato -pidió ella volteándose.

Sí, desde luego. El acuerdo que tenían. Él casi lo había olvidado.

***

CHELISE Y Suzan dejaron dormir a Thomas hasta la salida del sol. Ambas se habían levantado una hora antes y decidieron que podían esperar otra hora antes de entrar al desierto. Era remota la posibilidad de que algún encostrado los encontrara en el pequeño cañón en que habían hecho el campamento.

Suzan se había bañado en un pequeño riachuelo cercano, y Chelise también decidió bañarse. Esperó hasta que Suzan terminara antes de meterse cautelosamente al agua. Aunque se había acostumbrado al ritual del baño en el lago, el agua fría le hizo arder la piel.

De no ser por Thomas, Chelise nunca se habría bañado en un arroyo, pero se sintió obligada a presentarse en una manera que no fuera ofensiva para los albinos. Soportó el dolor y se lavó bien la piel. Luego con cuidado se aplicó el aromático morst usando una pequeña laguna como espejo. Recogió varias de las flores más pequeñas y perfumadas de tuhan y se las puso en el pelo. Todo esto por él.

Y por qué, Chelise? ¿Por qué te preocupa tanto agradar a Thomas? No pudo contestar esa pregunta. Quizás porque él era muy amable con ella. Albino o no, él era un hombre y ella difícilmente podía hacer caso omiso a este afecto irracional que él había mostrado al rescatarla.