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Brida respondió que no.

– Entonces prepárate para gastar un buen dinero en taxi -dijo Wicca, levantándose-. Ha llegado la hora de dar el próximo paso.

"Todo está yendo muy rápido", pensó Brida, mientras se levantaba. La vida se estaba pareciendo a las nubes que viera en su trance.

A media tarde llegaron cerca de unas montañas, que quedaban a unos 39 kilómetros al sur de Dublín. 'Podíamos haber hecho el mismo trayecto en autobús", protestó Brida mentalmente, mientras pagaba el taxi. Wicca había traído consigo un bolso con algunas ropas.

– Si quieren espero -dijo el chofer-. Va a ser bastante difícil encontrar otro taxi aquí. Estamos en mitad de la carretera.

– No se preocupe -respondió Wicca, para alivio de Brida-. Siempre conseguimos lo que queremos.

El chofer miró a las dos con un aire un tanto raro y se fue en el coche. Estaban ante un bosque de eucaliptos que llegaba hasta la base de la montaña más próxima.

– Pide permiso para entrar -dijo Wicca-. A los espíritus del bosque les gustan las gentilezas.

Brida pidió permiso. El bosque, que antes era apenas un bosque común, pareció ganar vida.

– Mantente siempre en el puente entre lo visible y lo invisible -dijo Wicca, mientras andaban en medio de los eucaliptos-. Todo en el Universo tiene vida, procura estar siempre en contacto con esta Vida. Ella entiende tu lenguaje. Y el mundo comienza a adquirir para ti una importancia distinta.

Brida estaba sorprendida por la agilidad de la mujer. Sus pies parecían levitar, apenas hacían ruido en el suelo.

Llegaron a un claro, cerca de una enorme piedra. Mientras procuraba saber cómo había aparecido allí aquella piedra, Brida notó restos de una hoguera en el centro del espacio abierto.

El lugar era hermoso. Aún faltaba mucho para el atardecer y el sol mostraba el colorido típico de las tardes de verano. Los pájaros cantaban, una brisa leve paseaba por las hojas de los árboles. Estaban en una elevación y allí abajo podía ver el horizonte.

Wicca sacó de dentro del bolso una especie de túnica árabe, que se puso encima de su ropa. Después llevó el bolso cerca de los árboles, de modo que no pudiese ser visto desde el claro.

– Siéntate -dijo ella.

Wicca estaba diferente. Brida no sabía explicar si era la ropa o el profundo respeto que el lugar inspiraba. -Antes que nada, tengo que explicarte lo que voy a hacer. Voy a descubrir cómo el Don se manifiesta en ti. Sólo podré enseñarte si sé algo con respecto a tu Don. Wicca pidió a Brida que procurase relajarse, que se entregase a la belleza del lugar, de la misma manera como se había dejado dominar por el tarot.

– En algún momento de tus vidas pasadas, ya estuviste en el camino de la magia. Lo sé por las visiones del tarot que me describiste.

Brida cerró los ojos, pero Wicca le pidió que los volviese a abrir.

– Los lugares mágicos son siempre lindos y merecen ser contemplados. Son cascadas, montañas, bosques, donde los espíritus de la Tierra acostumbran jugar, sonreír y conversar con los hombres. Estás en un lugar sagrado y él te está mostrando los pájaros y el viento.

Agradece a Dios por esto; por los pajaritos, por el viento y por los espíritus que pueblan este lugar. Mantén siempre el puente entre lo visible y lo invisible.

La voz de Wicca la relajaba cada vez más. Había un respeto casi religioso hacia el momento.

– El otro día te hablé de uno de los mayores secretos de la magia: la Otra Parte. Toda la vida del hombre sobre la faz de la Tierra se resume en esto: buscar su Otra parte. No importa si finge correr detrás de la sabiduría, del dinero o del poder. Cualquier cosa que él consiga va a estar incompleta si, al mismo tiempo, no consiguió encontrar a su Otra Parte. Con excepción de algunas pocas criaturas que descienden de los ángeles, y que necesitan la soledad para su encuentro con Dios, el resto de la Humanidad sólo conseguirá la unión con Dios si en algún momento, en algún instante de su vida, consiguió comulgar con su Otra Parte.

Brida notó una extraña energía en el aire. Por unos momentos sus ojos se llenaron de agua, sin que pudiese explicar por qué.

– En la Noche de los Tiempos, cuando fuimos separados, una de las partes quedó encargada de mantener el conocimiento: el hombre. Él pasó a comprender la Agricultura, la Naturaleza y los movimientos de los astros en el cielo. El conocimiento siempre fue el poder que mantuvo al Universo en su lugar, y a las estrellas girando en sus órbitas. Ésta fue la gloria del hombre: mantener el conocimiento. Y esto hizo que la raza entera sobreviviese. A nosotras, las mujeres -prosiguió-, nos fue entregado algo mucho más sutil, mucho más frágil, pero sin lo cual todo el conocimiento no tiene ningún sentido: la transformación. Los hombres dejaban el suelo fértil, nosotras sembrábamos, y este suelo se transformaba en árboles y plantas.

El suelo necesita a la simiente, y la simiente necesita al suelo. Uno sólo tiene sentido con el otro. Lo mismo pasa con los seres humanos. Cuando el conocimiento masculino se une con la transformación femenina, está creada la gran unión mágica, que se llama Sabiduría. Sabiduría es conocer y transformar.

Brida comenzó a sentir un viento más fuerte y percibió que la voz de Wicca hacía que ella entrase de nuevo en trance. Los espíritus del bosque parecían vivos y atentos.

– Acuéstate -dijo Wicca.

Brida se reclinó hacia atrás y extendió las piernas. Encima de ella brillaba un profundo cielo azul, sin nubes.

Ve en busca de tu Don. No puedo ir contigo hoy, pero ve sin miedo. Cuanto más entiendas de ti misma, más entenderás del mundo.

Y más próxima estarás de tu Otra Parte.

Wicca se inclinó y miró a la joven que estaba frente a ella. "Igual a quien fui un día -pensó, con cariño-. En busca de un sentido para todo, y capaz de mirar al mundo como las mujeres antiguas, que eran fuertes y confiadas, y no se incomodaban por reinar en sus comunidades."

En aquella época, entretanto, Dios era mujer. Wicca se inclinó sobre el cuerpo de Brida y le desató el cinturón. Después, bajó un poco la cremallera del pantalón tejano. Los músculos de Brida se pusieron tensos.

– No te preocupes -dijo Wicca, con cariño. Levantó un poco la camiseta de la chica, de manera que su ombligo quedase expuesto. Entonces sacó del bolsillo de su manto un cristal de cuarzo y lo colocó sobre él.

– Ahora quiero que cierres los ojos -dijo con suavidad-. Quiero que imagines el mismo color del cielo, sólo que con los ojos cerrados.

Retiró del manto una pequeña amatista y la colocó entre los ojos cerrados de Brida.

Ve siguiendo exactamente lo que yo te diga a partir de ahora. No te preocupes por nada más.

Estás en medio del Universo. Puedes ver las estrellas a tu alrededor y algunos planetas más brillantes. Siente este paisaje como algo que te envuelve completamente, y no como una tela. Siente el placer al contemplar este Universo; nada más puede preocuparte. Estás concentrada tan solo en tu placer. Sin culpa.

Brida vio el Universo estrellado y percibió que era capaz de entrar en él, al mismo tiempo que escuchaba la voz de Wicca. Ésta le pidió que viese, en medio del Universo, una gigantesca catedral. Brida vio una catedral gótica, con piedras oscuras, y que parecía formar parte del Universo a su alrededor, por más absurdo que aquello pudiera parecer.

– Camina hasta la catedral. Sube las escaleras. Entra. Brida hizo lo que Wicca le mandaba. Subió las escaleras de la catedral, sintiendo los pies descalzos pisando en el mosaico frío. En determinado momento tuvo la impresión de estar acompañada, y la voz de Wicca parecía salir de una persona detrás de ella. "Estoy imaginando cosas", pensó Brida, y de repente se acordó de que era preciso creer en el puente entre lo visible y lo invisible. No podía tener miedo de decepcionarse, ni de fracasar.

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