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»El problema es el siguiente: ha puesto en peligro su permanencia entre su propia gente. Lo hizo en un intento por ayudar a Nicky. Esto crea lo que su gente, que al parecer no piensa en nada más que en la procreación y en las actividades del mercado, llamaría una deuda. Mi gente lo llamaría… —hizo una pausa y fijó la vista en la distancia. Qué raro que pudiera darse cuenta de que esas misteriosas y largas pupilas miraban más allá de ella— una obligación recíproca. Es una traducción bastante acertada.

»O tal vez debería decir que su acción puede haber creado una obligación.

»Por lo que puedo deducir, usted actuó por honor y compasión, pero su acto fue innecesario e inadecuado. ¿El hecho de que su acto fuera innecesario hace que carezca de sentido?

»Lo que usted hizo fue contrario a la voluntad de la Diosa y al sentido común. Pero usted no lo sabía. ¿Cómo puedo juzgar la conducta de un desconocido, de una persona cuya cultura no parece tener la menor idea de lo que es decente? —Hizo una pausa, suspiró y siseó débilmente— ¿Lo que importa es la intención o sólo la acción? ¿Lo qué importa es la acción o sólo el resultado?

»Esto es como la situación que se plantea en una obra heroica. Lo correcto y lo incorrecto están tan enmarañados que no hay forma de separar las hebras. Uno tira de un hilo brillante y descubre que saca algo oscuro.

»No sé con certeza si le debo algo.

Al cabo de un momento, Anna dijo:

—No sabría decírselo.

—No pretendía que un ser humano me aconsejara sobre una cuestión moral. —Miró más allá de ella, en la distancia. Finalmente, dijo—: Haré lo que pueda por usted, aunque no tengo mucho tiempo. —Volvió a mirarla—. Como sin duda sabe, había dos naves humanas. La que estaba en el borde del sistema se alejó. Creemos saber cuánto tiempo lleva llegar a su base importante más cercana. Hemos estado interceptando los mensajes de exploración que iban y venían. Necesitamos salir del planeta como máximo en un día.

»De modo que… —se interrumpió—. Le ofrezco dos opciones, Pérez Anna. Puede elegir. Le daré asilo. Si quiere, puede venir con nosotros cuando nos marchemos.

—No —dijo ella sin detenerse a pensarlo.

—¿Está segura?

Él le estaba pidiendo que diera un paso hacia el abismo.

—Le agradezco el ofrecimiento, pero no.

—Muy bien. Pasaré a la segunda alternativa. Por lo que puedo deducir, toda esta absurda trama fue ideada y puesta en práctica por los soldados que llegaron con el equipo de diplomáticos. Al parecer, los diplomáticos no saben nada, aunque es posible que mientan. No hay tiempo de averiguarlo.

»Nicky me advirtió que había dos grupos, y que no trabajaban juntos. Y me advirtió que los soldados eran peligrosos. Debería haber recordado que son los de su especie.

«Hablaré con su equipo de diplomáticos y les sugeriré que esto no tiene por qué ser el fin de las negociaciones. Podemos culpar de este enredo a los militares. Los diplomáticos, si son inteligentes, pueden salir de esto sin manchar su honor. Les pediré que se aseguren de que usted también lo hace.

—Gracias.

—Es posible que no funcione. —Se removió en la silla y miró algo que tenía sobre la mesa—. Una cosa más, Pérez Anna. Quiero pedirle un favor. No tiene que decir que sí. Estamos aprovechando la actual situación para apropiarnos de todo cuanto hay en el recinto o en la estación que nos sea de utilidad. Principalmente información. —Anna vio el brillo de su dentadura. Decididamente se trataba de una sonrisa, y los dientes de los alienígenas, como los de los humanos, eran cuadrados y blancos. No eran colmillos de hombre lobo. Muy tranquilizador—. Nos gustaría conseguir todo el alimento humano posible. Como seguramente sabe, no compartimos el interés de los humanos por el acto de comer, y los alimentos que nosotros ingerimos no nutren a los de su especie. En algunos casos, los matan. Nuestros laboratorios son capaces de alimentar a nuestros… mis conocimientos de inglés son insuficientes en este sentido… ¿nuestros huéspedes? ¿Nuestros prisioneros? De acuerdo con Nicky, nuestros piensos humanos no proporcionan el grado de placer que su gente espera de la comida.

No supo si el alienígena tenía sentido del humor o si era un pedante rematado. No logró imaginar a Nicholas conviviendo con alguien que careciera de sentido del humor. Pero tampoco podía imaginárselo viviendo con un torturador.

—Usted quiere que yo le diga qué alimentos debe escoger.

—Sí.

Anna reflexionó un instante. ¿Por qué no? Ya estaba metida en un terrible aprieto. ¿Por qué no esforzarse? Tal vez también se sentía conmovida al pensar en prisioneros humanos que comían algo parecido a los alimentos nutritivos y equilibrados que consumían los animales domésticos. Piensos humanos, había dicho el alienígena. Resultaba siniestro.

Asintió.

—Lo haré.

Él tocó algo que había sobre la mesa y habló en otro idioma. La mesa respondió. El Primer Defensor levantó la vista.

—El observador Hai Atala la escoltará hasta las cocinas de los humanos. Gracias por su ayuda.

Aquello era una despedida. Anna se puso de pie.

—¿Nicholas estará bien?

—Supongo que sí. Es muy resistente.

Anna tenía otra pregunta que hacer.

—La gente del servicio de información pensó que usted no haría nada, incluso si descubría lo que estaba ocurriendo. Dijeron que en su cultura los hombres son prescindibles.

—¡Ah! —exclamó el alienígena con un suspiro. Pareció reflexionar. Aunque probablemente era una interpretación suya.

Al cabo de un momento, dijo:

—Creemos que luchar forma parte de la naturaleza de los hombres. Los que luchan se arriesgan a resultar heridos y a morir. Tenemos que aceptar las consecuencias de lo que somos y de lo que hacemos, Pérez Anna. Sabemos que nuestra vida probablemente será corta. Sabemos que es probable que nos perdamos unos a otros.

»Pero no nos resulta fácil perder a nuestros parientes y amigos y jamás utilizaríamos la palabra prescindible, y menos aún tratándose de Nicky. Las personas a las que uno ama jamás son prescindibles.

Parecía un buen punto de partida.

Hai Atala, su guía, permanecía de pie en el pasillo, y parecía al mismo tiempo al tanto y cómodo, como si pudiera pasarse el día esperando sin impacientarse ni perderse nada importante. Como un jugador en la parte exterior del campo. ¿Sería posible enseñar a aquella gente a jugar al béisbol? ¿Les interesaría? Viéndolos moverse, le pareció que el rugby era totalmente descartable. Eran demasiado garbosos y demasiado inteligentes.

Regresaron a la entrada del edificio.

—Estaba pensando en Moby Dick —comentó Anna—. Todos los personajes importantes son hombres, y el argumento trata de la caza, de matar, de Dios y de locura. Existe la posibilidad de que consideraran eso decente.

—Tal vez la lea —comentó Hai Atala—. Gracias por el consejo. No es fácil estudiar su literatura. Ustedes están obsesionados con la reproducción. No me extraña que sean tan numerosos.

Salieron del edificio. Seguía cayendo una lluvia fina y brumosa que empañaba el ondulado paisaje amarillo de la isla y hacía brillar la oscura pista de aterrizaje.

Caminaron juntos en dirección al avión.

XVI

En el momento en que salí de la enfermería el Hawata se alejaba del sistema. El primer gigante de gas se encontraba detrás de nosotros, y estábamos ganando velocidad. Los pasillos empezaban a adquirir la atmósfera habitual de los viajes. No estoy seguro de encontrar las palabras adecuadas para describirla. La función de una nave es viajar, y cuando una nave viaja la gente que va en ella hace lo que se supone que debe hacer. Se mueven hacia el objetivo adecuado; descansan en el centro de sus vidas. Hay una concentración y una confianza que falta cuando matan el tiempo o llevan a cabo las partes menos importantes de su trabajo.