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—¿Qué quieres saber?

Anna vaciló, intentando encontrar las palabras adecuadas. Quería ciertas garantías de que no estaba tan loco como la gente del servicio de información. ¿Qué clase de persona podía trabajar para un hombre que la había torturado?

—No sería el primer caso —dijo Nicholas. Ella intentó hablarle del abismo. Era el lugar donde uno aprendía cosas de otras personas a las que en realidad no quería conocer. Fijabas la vista en él y veías oscuridad, fealdad, locura y dolor, y pensabas que tal vez fuese una lástima que los dinosaurios se hubieran extinguido. Podrían haber hecho un buen trabajo. Él se echó a reír.

—Creo que será mejor que me cuentes lo que te dijo el general.

Así lo hizo. Él escuchó con los ojos entrecerrados y expresión inmutable. Cuando ella concluyó, dijo:

—Vaya, ha logrado convertir una historia desagradable en algo aún más desagradable, y no sé por qué. Tendré que preguntárselo.

—¿Sucedió?—preguntó Anna.

—Sí.

—El general dijo que él estaba allí.

—No lo recuerdo. Cada vez que querían hacerme preguntas me llevaban a una habitación. Siempre a la misma. En una pared había un espejo… enorme, del techo al suelo y de pared a pared. Así es como suelen comenzar mis sueños, entrando en esa habitación y viendo mi imagen, y sabiendo que va a suceder algo terrible.

»Detrás del espejo había una cabina de observación. Podía oír a la gente moviéndose y voces que sonaban por el intercomunicador. Haga esta pregunta. Pregunte esto otro. Deténgase. Continúe. Gwarha debía de estar allí. Nunca lo vi en la habitación.

»Creo que nunca oí su voz por el intercomunicador. En aquellos tiempos él no tenía un rango superior, y su especialidad nunca han sido los interrogatorios. Lo más probable es que observara y escuchara.

»No creo que pudiera trabajar para él si recordara haberlo visto en aquella habitación. No tengo ni idea de lo que haría si alguna vez me encontrara con alguno de esos individuos. Nunca los he visto, salvo en sueños, y por lo general, no sé por qué, los veo como imágenes en el espejo. Tal vez un terapeuta fuese capaz de explicarlo. A mano no hay ninguno, ni nadie que comprenda a los humanos. Consultar a un adivino hwarhath podría ser interesante, pero no creo que fuese terapéutico.

Se sentaba con los codos apoyados en los anchos brazos del sillón y las manos cruzadas. No había muestras de tensión en su postura ni en su voz serena y uniforme. Pero Anna la percibía.

—La primera vez que lo vi, por lo que recuerdo, fue cuando se acercó y me dijo que todo había terminado. Los interrogatorios iban a concluir. No habría más dolor. Y luego… —Nicholas sonrió—. Muy formalmente, con sus hermosos modales, se disculpó. No de la mayor parte de las preguntas ni de la mayor parte del dolor. Aquello había sido necesario; y Gwarha no se disculpa de nada que sea necesario; pero sí de las preguntas del final. No sirvieron para nada útil y, en su opinión, estaban motivadas por el tipo de curiosidad maliciosa característica de los niños. ¿Conoces esa clase de actitud? Es lo que yo llamo la etapa científico-juvenil. ¿Qué ocurre si arrancas la pata trasera de un saltamontes? ¿Qué ocurre si arrancas un ala a una mosca? Oye, Nicky, ¿quieres ver lo que sucede si prendes fuego a una rana?

»No trabajo para el hombre que me torturó. Trabajo para el hombre que me dijo que todo había terminado y que me ofreció una disculpa.

Sin embargo, trabajaba para el enemigo y para un grupo de personas que le habían tratado muy mal. ¿De qué servía una disculpa en una situación como aquélla? «Vaya, lamento haber convertido tu vida en un absoluto infierno.» No le pareció adecuado.

—Parte de mi explicación es ésta. El resto es… que si no perdonaba a Ettin Gwarha, ¿cómo podía perdonarme a mí mismo?

—¿A qué te refieres?

—¿De dónde crees que salía la información que utilizamos para descifrar la lengua hwarhath? ¿Crees que nuestros prisioneros nos la proporcionaban gratuitamente? ¿Y cómo crees que fueron utilizados mis conocimientos de esa lengua?

—Tú eras como él.

Nicholas asintió. Aún estaba en la misma posición y seguía sin mostrar señales físicas de tensión. Su voz aún era tranquila y regular.

—Nunca me ensucié las manos. Nunca toqué a un prisionero hwarhath; pero yo sabía de dónde provenían los datos que estaba analizando; y sabía adónde iban las preguntas que yo escribía.

Otra vez el abismo. Estaba segura de que las personas decentes no se metían en situaciones semejantes. Las personas decentes llevaban una vida respetuosa de las leyes y nunca dañaban a alguien directamente y jamás cooperaban a sabiendas cuando se trataba de infligir dolor.

—Recibí una buena educación metodista del Medio Oeste —comenta Nicholas—. íbamos a la iglesia todos los domingos por la mañana, después de comer beicon. Aprendí lo que es el mal y aprendí qué es lo que más complace a Dios. Dios se siente más complacido cuando nos ocupamos de la viuda y del huérfano, del pobre y de los extranjeros. Bueno, nadie más extranjero que los hwarhath, y en la época en que nos pusimos en contacto con ellos, eran realmente pobres. Nada les pertenecía, ni siquiera su cuerpo, y no les permitíamos hacer lo que más deseaban, que era morir. Para el Pueblo, ésa es la forma más extrema de pobreza, el no ser dueño de la propia muerte. Ésa es su más preciada posesión, el derecho a decir: es suficiente. ¿Sirve de algo todo esto? ¿O aún estás al borde del abismo?

—Aún sigo allí.

—No es fácil comprender a la gente; después de decir algo tan profundo, me voy. —Se puso de pie y le sonrió—. ¿Sabes? No has mencionado el problema real que tengo con Ettin Gwarha. No se trata de que él sea un alienígena, o un enemigo, o de que tenga que ver con el trato menos que agradable que recibí al ser capturado. Hemos podido enfrentarnos a todo eso.

»Pero hay un consejo que toda madre debería dar a sus hijos antes de dejarlos salir al universo. Nunca folies en el trabajo y nunca folies con tu jefe. Nunca te metas en una situación en la que no puedas separar tu vida personal de lo que haces en la oficina. El general y yo hemos pasado años negociando y fijando reglas acerca de cómo comportarnos cuando los dos estamos trabajando y cuando no lo hacemos. Nunca ha sido fácil.

»Has estado preguntándome, con mucha cortesía, cómo puedo meterme en la cama con mi enemigo. Bueno, los enemigos no lo son para siempre. Uno siempre puede tratar de hacer las paces. Pero piensa en lo que significa hacer el amor con un hombre que redacta una evaluación semianual de tu actuación en el trabajo. Es una situación de perspectivas desagradables. Aunque en el formulario no hay ni una sola línea destinada a la actuación en el plano sexual. Me pregunto cómo Gwarha logra intercalar esto. ¿Hablará de la “Actitud hacia los más importantes”?

—¿Por qué lo haces? —preguntó Anna.

Él se echó a reír.

—Anna, eres increíble. Las preguntas no terminan nunca. Pero he llegado al límite de mi capacidad para responderlas. —Se marchó.

VIII

Al día siguiente, él estuvo presente en las negociaciones. Ella observó a solas desde la antesala. Él entró exactamente detrás del general, vestido con su uniforme gris de cadete especial, que le sentaba tan bien. Nunca lo había visto junto a Ettin Gwarha. Le llevaba casi una cabeza. ¡Qué extraña pareja! Por primera vez no tenía los hombros caídos y tampoco sonreía. Su rostro delgado y pálido mostraba una expresión vigilante, distante.

Cuando todos estuvieron sentados, se presentó.

—Creo que conocí a la mayor parte de ustedes durante la última ronda de negociaciones.