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Dy se movió, inquieto, y adoptó una expresión grave. Dijo que no le interesaba Nicholas Sanders. Quería conocer la opinión de Charlie sobre el estado en que se encontraban las negociaciones. De modo que hablaron de ese tema. Charlie se mostró cauteloso pero optimista.

—En este momento tenemos dos objetivos. Uno de ellos consiste en establecer una línea permanente de comunicación. Eso es cada vez más probable o, al menos, posible. Y nos gustaría recuperar a cualquiera de los nuestros que esté en manos de los hwarhatb. Creo que esto se conseguirá. Ellos están evidentemente interesados en recuperar a sus jóvenes. Aunque no me hace ninguna gracia decirles qué pocos quedan vivos.

Todos guardaron silencio. Después el doctor Azizi preguntó cuánto tiempo podrían durar las negociaciones.

—No tengo respuesta para esa pregunta —dijo Charlie—. Pero me niego a darlas por concluidas antes de obtener algún logro. Ya concluimos una ronda de negociaciones habiendo fracasado absurdamente.

Contempló su copa de coñac y frunció el ceño.

—Sigo teniendo la impresión de que se nos escapa algo, alguna información importante. La imagen que se repite es la de una estación como ésta, que gira alrededor de una singularidad. Somos empujados y guiados por un hecho crucial que no podemos ver. —Levantó la vista y sonrió—. Que un diplomático se vuelva metafórico es una mala señal. Posiblemente me equivoque. Tal vez sabemos todo lo que necesitamos saber acerca de los hwarhath.

El doctor Azizi se echó hacia atrás y adoptó una expresión resignada.

—Pero aun así creo que estamos haciendo progresos —dijo Charlie con firmeza—. Y tengo la intención de quedarme hasta que pueda informar de que hemos tenido éxito.

Eh Matsehar la acompañó de regreso por los pasillos brillantes y fríos. Él no tenía ganas de hablar —cosa que ocurría de vez en cuando— y ella estaba cansada. Apenas intercambiaron una palabra.

Anna activó el holograma del techo de su habitación y se tendió en la oscuridad. La decisión de quedarse tomada por Charlie hizo que de repente tuviese conciencia de que se encontraba a años luz del resto de la humanidad. La estación hwarhath parecía frágil y extraña. Fuera sólo tenía el vacío, inmenso y hostil. Dentro, personas a las que no comprendía.

Finalmente se quedó dormida y soñó que se perdía en un laberinto. De vez en cuando veía delante de ella una puerta que se abría a las doradas colinas de Reed 1935-C. Pero nunca alcanzaba la puerta. En lugar de eso, se encontraba en otro pasillo gris.

Se despertó cansada y un poco deprimida. El café no la ayudó demasiado. Se puso un traje pantalón con una blusa de algodón blanco. Al mirarse en el espejo del baño, lamentó no haber aprendido jamás a maquillarse. Tenía una expresión desdichada en el rostro. El lápiz labial habría ayudado, lo mismo que algo para ocultar el cansancio de sus ojos.

Bebió otra taza de café y luego salió a reunirse con Hai Atala Vaihar.

Le preguntó por Las aventuras de Huckleberry Finn.

—He leído más de la mitad. Es una narración muy rara. Casi todas las personas que Twain Mark describe son ignorantes y pobres. ¿Ésta es una descripción acertada de la humanidad?

Anna intentó explicarle que se suponía que los personajes eran graciosos.

—No —dijo Vaihar—. Resulta gracioso que un solo personaje sea pobre e ignorante. Uno lo pone como ejemplo de conducta incorrecta. Todo el mundo se ríe de él. Él se avergüenza. Pero cuando todos son así… ¡Ah, qué sociedad tan terrible!

Ella intentó explicarle qué tipo de gente suele haber en un medio rural.

—¿Enviáis a las personas de a cuatro y de a cinco? ¿Casi solas? —parecía horrorizado—. Ésa no es manera de poblar un lugar deshabitado.

—¿Cómo lo hacéis vosotros?

—Un linaje se divide, y los más jóvenes se van: forman un grupo numeroso. Pueden confiar unos en otros y en los miembros mayores del linaje. No pierden todo lo que tenían. No se convierten en animales ni en seres como los que describe Twain Mark.

Guardó silencio durante un rato y reflexionó. Por fin dijo:

—Lo primero que hacen es construir un templo y celebrar ceremonias. Después construyen los otros edificios públicos: la sala de reuniones y tal vez un teatro. Depende de cuánto gusten en el linaje las representaciones. Siempre crean un gimnasio y una escuela.

»Religión, política, arte, ejercicio y educación. Éstas son las bases de cualquier comunidad y deben asentarse lo más rápido posible.

»Después se construyen las casas, los establos para los animales y las fábricas. Se labra un huerto. Se vallan los pastos. Luego… por lo general al cabo de uno o dos años, las mujeres tienen hijos.

»Ésa es la forma correcta de hacerlo. Así fue como mis antepasados abandonaron Hai y se instalaron en el valle de Atala. Aún enviamos regalos a nuestros parientes y celebramos ceremonias con ellos y recordamos con gratitud y afecto todo lo que hicieron por nosotros en los primeros tiempos.

—¿Hacéis algo solos? —preguntó Anna.

—No muchas cosas. Nicky dice que para casi todo lo que vale la pena hacen falta al menos dos personas. Pero ésta no parece ser una opinión común entre su gente. Ustedes son realmente muy solitarios, a pesar de ser tan numerosos. Lo veo en los libros que he leído. Mire a Buck y a Jim. Van a la deriva por el río, como amantes adolescentes que realmente han logrado eludir una obligación, cosa que nosotros nunca hacemos, a pesar de nuestros sueños.

»Incluso en el otro libro, en ese barco lleno de hombres tuve la sensación de que había soledad. El capitán siempre está solo, y el hombre que cuenta la historia… ¡Ah! ¡Qué gente! ¡Resulta difícil comprenderlos!

No se le ocurrió ningún comentario, de modo que decidió hacer una pregunta. Vaihar llevaba tres insignias redondas, de metal, sujetas a la cinturilla de sus pantalones cortos, lo mismo que los otros hombres que pasaron junto a ellos. ¿Qué significaban las insignias?

—Una corresponde a la identificación personal, otra al rango y otra al linaje. Nicky sólo tiene dos porque no tiene familia o, al menos, no tiene emblema para su familia. Me he acostumbrado a verlo; no pienso en lo que significa tener sólo dos insignias. De vez en cuando lo miro y recuerdo. Me pone los pelos de punta. —La miró de reojo con expresión… ¿Podía decir seria? ¿Desdichada?—. No logro imaginar cómo sigue vivo.

Llegaron a los aposentos de los humanos y se separaron. Ella entró y se sentó a escuchar las negociaciones. Nick, instalado junto a su general, no le pareció desdichado. Ninguno de los miembros del Pueblo llevaba insignias en el uniforme de cadete espacial, de modo que la condición de Nick no resultaba visible.

Hablaban del intercambio de prisioneros. Dónde efectuarlo. Cómo asegurarse de que nadie intentaría cometer una traición. Nicholas parecía más aburrido que otra cosa.

XVI

Estaba sentado en el borde de la cama de Gwarha, poniéndome los calcetines; los había encontrado en el rincón del extremo opuesto de la cama y, por lo que recordaba, no era donde los había dejado.

Él se incorporó y deslizó suavemente una mano por mi brazo.

—He estado observando a los humanos, pensando qué raro debe de ser no tener pelaje, estar tan desprotegido, ser tan vulnerable.

Tampoco recordaba haber dejado los calcetines del revés.

—No me extraña que os cubráis de ropa de pies a cabeza; No me extraña que os mováis con tanta rigidez, como si siempre esperarais que algo os atacara. Debe de ser tan terrible estar tan… —vaciló—, tan abierto al universo. ¿Es eso lo que quiero decir?

—Tal vez.

Me estaba mirando con los ojos entrecerrados. No logré ver las pupilas horizontales ni el brillante color inhumano del iris. Sólo había un brillo líquido entre los párpados de color gris oscuro. Sin embargo, el rostro era extraño: los rasgos anchos y embotados, las orejas demasiado largas y demasiado altas, y todo demasiado peludo. En estos días, veo cada vez más las diferencias, sobre todo porque veo seres humanos con cierta regularidad.