Vaihar levantó la cabeza, animado por el silencio o por la curiosidad que éste despertó en él. Cruzamos una mirada. Yo eché un vistazo a la puerta. Aquel encantador e inteligente sujeto bostezó y dijo que estaba casi dormido. Debía irse, realmente. Se puso de pie, tan cortés como siempre, y dio las gracias al Primer Defensor por la velada. Ni siquiera dijo una mentira. La calificó de interesante, y lo había sido, sin duda.
Luego se volvió hacia Wally. ¿El adelantado se iría con él? Se sentiría absolutamente agradecido de contar con su compañía.
Como si el regreso a casa fuera una especie de viaje épico en lugar de un corto paseo —o, en el caso de Wally, un arrastrar de pies— por pasillos bien iluminados.
Wally levantó la vista. El halin finalmente había hecho mella en él. Era evidente, podría haber alterado un tren expreso. No sé si pudo ver la sonrisa de Vaihar, u oír lo que indicaba su voz: deferencia y amabilidad mezcladas con una pequeña dosis de seducción. Vaihar lo hace todo a la perfección. La seducción era suficiente para hacer que su solicitud de compañía resultara interesante, aunque no lo suficiente para comprometerlo.
No sé si Wally captaba algo de todo esto. Parecía tener poca conciencia; pero se las arregló para levantarse de la silla y murmurar algo en agradecimiento a Gwarha. Vaihar puso un brazo alrededor del cuerpo ancho y peludo de Wally y lo condujo hacia la puerta. Los seguí. Mientras la puerta se cerraba, Vaihar dijo en inglés:
—Me debes una, Nicky.
—¿Qué? —preguntó Wally.
—Le estoy diciendo adiós a Nicky.
—No es una persona —dijo Wally y salió dando un traspié.
La puerta se cerró. Algo se rompió a mis espaldas. Me volví. Gwarha estaba de pie. Tenía las manos vacías y la pared de enfrente estaba manchada de halin. Sobre la alfombra había fragmentos de su copa preferida.
—¿Por qué lo has hecho?
—Estaba furioso. Estoy furioso. ¿Qué hay entre Vaihar y Wally?
—¿Por eso estás furioso?
—No. Claro que no.
—Vaihar estaba llevándose a Wally antes de que perdiera su trabajo y tú perdieras al mejor jefe de operaciones del perímetro.
—Ya lo he perdido —afirmó Gwarha—. No quiero entre mi personal a nadie que diga esas cosas sobre ti.
—Podemos hablar de esto mañana.
—No es una decisión tuya.
—Sí, Primer Defensor.
Me miró. Tenía las pupilas más estrechas que antes, aunque no había bebido nada desde que yo había entrado en la habitación.
—¿Cómo puedes soportarlo? ¿Por qué no estás furioso? —No quiero hablar.
—Entonces vete.
—Creo que será mejor que me asegure de que te acuestas, a menos que prefieras pasar la noche cerca del equipo de evacuación.
—No voy a vomitar. No estoy tan borracho.
—Me alegro por ti.
Por un instante pensé que iba a mostrase terco o que volvería a darme órdenes. Entonces del fondo de su garganta surgió ese ruido parecido a una tos que denotaba diversión.
—No quiero discutir más. No contigo. Ni de esto. Buenas noches. —Se marchó con paso bastante firme hacia su habitación.
Decidí que podía arreglárselas solo y miré a mi alrededor. En realidad, tendría que haberlo dejado todo tal como estabas los cercos y los charcos de halin sobre las mesas, la mancha en la pared y los trozos rotos en la alfombra. Para que por la mañana Gwarha viera la clase de cerdo que era.
Pero la limpieza es la maldición de mi familia, y me resultaba difícil dejar la habitación así. De modo que la ordené; dejé las copas y las jarras amontonadas en la cocina y todo limpio, incluso los trozos de la copa que él había roto. Después fui a verlo. Dormía, haciendo los ruidos que siempre hace cuando se va a dormir borracho.
Qué noche. Llené un vaso con vino y me senté en la sala, frente a la pared recién lavada. El sistema de aire se estaba vaciando y volviendo a llenar. Los malos olores se iban desvaneciendo. Oí el zumbido del ventilador y pensé en el tli.
Había visto al menos uno cada vez que había visitado el planeta madre, por lo general al anochecer o a primera hora de la mañana, cuando yo salía a caminar. El animal estaba escarbando en una pila de estiércol, o hurgando en el jardín en busca de algo que comer; era una pequeña criatura redonda y peluda, de un tamaño entre el de una rata y el de una zarigüeya. Tiene el hocico en punta. Las orejas grandes y copetudas. Y una cola prensil larga, estrecha y peluda.
En una ocasión había visto un ejemplar muy grande que se escabullía por un callejón en medio de una capital hwarhath.
Vive en todas partes. Come de todo. No hay forma de librarse de él. La gente lo mira con exasperación y respeto.
Cuando Gwarha me regaló el brazalete, me dijo que el jade era el color de mis iris. Ésa fue la única razón que dio para haberlo comprado, a pesar de que se lo pregunté más de una vez. ¿Por qué el tli? ¿Qué clase de tli?
En las obras de animales para niños, que son invariablemente morales, el tli es un mentiroso, un ladrón y un lioso. Sus intrigas siempre son desbaratadas, y al final de la obra siempre es castigado.
Las obras de animales para adultos son obscenas y se burlan de todos los valores básicos de la sociedad hwarhath, de vez en cuando incluso de la homosexualidad, aunque en esos casos lo hacen con sumo cuidado. En las obras para adultos, el tli es como el Hermano Conejo: un individuo listo que engaña y descubre a los animales grandes, que son pendencieros e hipócritas, no héroes.
¿Entonces yo qué era? ¿El tli de la vida real, que come basura y vive debajo de las casas? ¿El cobarde y criminal de las obras para niños? ¿O el Hermano Conejo? ¿Me gustaba alguno de estos papeles?
Gwarha me preguntó por qué no estaba furioso. Porque no puedo permitírmelo. El tli no pelea, a menos que esté acorralado o enloquecido por la enfermedad.
Me terminé el vino, lavé el vaso y lo dejé junto a los trozos de la copa preferida de Gwarha. Después me fui a dormir.
No dejé la puerta cerrada con llave. Vino a verme a mitad del primer ikun. Yo estaba sentado en la sala principal, tomando una taza de café. Gwarha entró vestido con una bata de un material liso y tosco, de color pardo opaco. Ropa corriente. Olía a pelo húmedo y su aspecto era deplorable.
—Mira lo que ese insecticida casero me ha dejado de regalo.
Se sentó y se frotó la cara; luego se masajeó la frente y la zona que rodea las orejas.
—Te crees muy listo —dijo en inglés—. No lo eres.
—¿Quieres saber lo que ocurrió anoche? ¿O lo recuerdas?
Se frotó el cuello.
—Tuve una discusión con Shen Walha.
—Bingo.
—No hagas eso, Nicky.
—¿Qué?
—Utilizar palabras que no comprendo. Sabe la Diosa que esta mañana apenas puedo entender la lengua de Eh y Ahara.
Seguí hablando en su lengua nativa y describí todo lo que había visto la noche anterior.
Cuando concluí, dijo:
—Lo recuerdo casi todo. Tendré que encontrar a alguien que reemplace a Wally.
—Creo que sí, aunque tal vez soy parcial y tendrías que encontrarle un cargo nuevo. Es muy bueno. No te interesa que se pase al enemigo, y no quieres castigarlo por hablar honestamente.
—No me digas cómo ser un principal.
—Sí, Primer Defensor.
—Caray, qué lío —dijo en inglés.