—¿Cuál es la frase que emplean los humanos? Si no te conociera, diría que has estado bebiendo.
—Matsehar se ha retirado. Estaba muy borracho. Yo me he emborrachado un poco. Creo que he parado a tiempo, pero Mats se sentirá tan enfermo como un pequeño animal doméstico de la Tierra.
—Tus problemas con él han quedado resueltos. —Era una pregunta.
—No creo que siga escondiéndose cuando me vea, pero no se interesa sexualmente por mí. En absoluto.
—Bien. No me resulta fácil contenerme cuando tienes ganas de mirar a los demás.
Me senté en el borde del sofá.
—Ya sabes, hay quienes viven peor que yo.
—Sin duda —respondió Gwarha.
Cogí una de sus manos y acaricié el pelaje del dorso, de color gris acero y suave como el terciopelo; luego se la volví y besé la palma oscura y lampiña.
Del diario de Sanders Nicholas,
portador de información agregado al personal del Primer Defensor Ettin Gwarha
CODIFICADO PARA QUE NADIE PUEDA LEERLO
X
Regresó una noche y en cuanto la puerta se abrió notó olor a café.
—¿Nicholas? —llamó mientras entraba.
La habitación estaba totalmente a oscuras, salvo por la única lámpara que brillaba en el extremo del sofá. Allí estaba Nick, con los pies encima de la mesa, como de costumbre. (La madera brillaba con un matiz gris perla.) Sostenía un tazón en la mano. Delante de él, la pared había desaparecido y una oscura ladera descendía hasta una bahía llena de luces destellantes.
Anna reconoció el ritmo entrecortado y los colores: naranja y azul claro. Era su advertencia según el C.E.I. Peligro. Amigo desconocido. Peligro.
—¿Qué demonios…? —preguntó.
—Es el equivalente hwarhath de las fotos de vacaciones. Las toman cada vez que aterrizan en un planeta. Sabía que tenía que haber algo de tu tierra. ¿Cómo dijiste que se llama?
—Reed 1935-C.
—Eso es. He pensado que tal vez te gustaría ver la grabación.
La escena se desdibujó: una colina oscura y una bahía iluminada. Anna dijo algo, no supo qué; pero sintió un dolor en la garganta y le resultó difícil hablar. Un instante más tarde sintió que él la rodeaba con sus brazos.
—No tenía intención de herirte, Anna.
El cuerpo de Nicholas era anguloso y musculoso. De su ropa emanaba un perfume limpio y penetrante que no reconoció. ¿Era el jabón de los alienígenas?
—Siéntate. —Él la guió hasta el sofá y se apartó. Ella se enjugó las lágrimas. Se encendió la luz del techo. El paisaje que tenía delante desapareció—. Vuelvo enseguida —dijo él.
Regresó con otro tazón.
—He añadido un poco de coñac. El general consiguió una buena provisión en Reed. Bueno, ¿qué ocurrió? ¿Cómo es que he metido la pata de esa forma?
—Nos echaron. No sólo a mí. A todos. Y no permitieron que nadie regresara. Ahora el planeta es vulnerable. Los hwarhath pueden encontrarlo.
Él asintió.
—A veces me avergüenzo de mi propia especie. ¿Por qué utilizaron ese planeta para las negociaciones? Sin duda podrían haber encontrado un mundo en el que no hubiera nada que mereciera la pena estudiar.
—No sé. —Bebió el café.
—Bueno, han perdido el planeta, a menos que las negociaciones que se llevan a cabo aquí funcionen. ¿A eso te referías cuando dijiste que tu carrera estaba arruinada?
Ella asintió.
—Mi especialidad es la inteligencia no humana. ¿Qué me queda si no puedo llegar a los seudosifonóforos? Puedo perder el tiempo estudiando animales de otros planetas que no son ni siquiera tan brillantes como los delfines. Puedo perder el tiempo en la Tierra, estudiando los delfines. Eso, suponiendo que consiga una subvención. ¿Has puesto coñac en el café, o café en el coñac?
—¿Quieres que cambie la proporción?
—Creo que sería conveniente un poco más de café.
Él volvió a llenarle el tazón y luego dijo:
—¿Te molesta si apago la luz del techo? A los miembros del Pueblo les gusta tener un entorno relativamente oscuro cuando se relajan, y creo que me he acostumbrado. Las luces brillantes me dan la sensación de que tengo que ir a trabajar.
—De acuerdo.
La luz se apagó y la habitación volvió a quedar totalmente a oscuras, salvo por la lámpara del extremo del sofá. Nicholas se sentó donde estaba antes, junto a la lámpara, y cogió su tazón. Anna vio el brillo metálico en su muñeca, el brazalete que llevaba puesto la última vez que había hablado con él.
—Entonces el general te hizo un favor cuando pidió a los humanos que te enviaran. Aquí estás, rodeada de inteligencia extraña.
—No es lo que yo esperaba. Me paso el tiempo escuchando a Eh Matsehar hablar de Macbeth y a Hai Atala Vaihar de Moby Dick.
—Eso cambiará —aseguró Nicholas—. Vaihar ha localizado un ejemplar de Las aventuras de Huckleberry Finn. Estaba en los archivos que vaciamos en tu estación. Ya ha empezado a hacerme preguntas sobre el libro. Le he dicho que hable contigo. Leí tus notas de investigación. También estaban en los archivos de tu estación. No creo que tus animales sean inteligentes.
—¿Por qué no?
Él guardó un instante de silencio.
—Por varias razones. ¿Quieres que hable de eso? Anna, no quiero que vuelvas a llorar.
—No lloraré.
Él expuso sus motivos. En general era el mismo argumenta que había oído esgrimir a sus colegas de Reed 1935-C. Los seudosifonóforos no tenían una cultura. El suyo no era un lenguaje real. No tenía gramática; al carecer de gramática, los extraños no podían hablar de secuencia ni de consecuencia.
Nick dijo:
—Supongo que la inteligencia tiene algo que ver con el grupo y con el hecho de relacionarse, y tal vez con la causa-y-efecto.
»No veo para qué necesitarían desarrollar un lenguaje. Nosotros utilizamos el lenguaje para codificar la experiencia, para expresarla de forma que otras personas puedan comprenderla. Cuando hemos hecho eso, podemos compartir lo que sabemos. Así es como enseñamos y aprendemos. Pero si uno de tus individuos quiere aprender algo, todo lo que tiene que hacer es comerse otro seudosifonóforo. Por lo que deduzco de tus notas, ésta es la forma primaria en que transmiten la información. Funciona, sin duda, y significa que no necesitan recurrir a formas complicadas de comunicación.
»Salvo en la época de apareamiento. Ésa es la única ocasión en que se acercan unos a otros. El resto del año llevan una vida solitaria, por temor a ser comidos; y los individuos realmente grandes, los que deberían ser más inteligentes y estar mejor informados porque se han comido a la mayor parte de sus parientes, esos individuos siempre son solitarios. Ya no se aparean.
Ya no se sentía desdichada. Tal vez era por el coñac del café, o por el placer de escuchar los argumentos de Nick, aunque no estuviera de acuerdo con ellos.
—Eso me lleva al último motivo por el que pienso que tus individuos no son inteligentes. No están bastante interesados en el sexo. —La miró. Anna vio el destello blanco de una sonrisa.
—¿Qué estás diciendo? Viste la bahía. Viste el océano.
—Eso fue durante la época de apareamiento. Pero los humanos no tenemos época de apareamiento, y los miembros del Pueblo tampoco. Somos sexualmente activos y estamos constantemente interesados en el sexo.
»Supongo que hay beneficios evolutivos en estar sexualmente excitado todo el tiempo. Te mantiene fuertemente interesado por otras personas, y te da motivos para estar en buenas relaciones. Nos mantiene unidos. Si vamos a acostarnos con alguien, tenemos que llevarnos bien.