El oficial lanzó un juramento y la hoja salió completamente de su vaina. Sus camaradas lo detuvieron, sin embargo, antes de que pudiese arremeterle. Una exclamación de sorpresa se produjo entre la congregación cuando los sorprendidos monjes se levantaron. El poeta seguía sonriendo suavemente.
— Artísticamente perfecto — siguió diciendo —. Puedo adelantar que algún día sus dibujos de los túneles subterráneos colgarán en algún museo de bellas…
Un apagado plaf se dejó oír debajo de la mesa. El poeta se detuvo a medio masticar, se quitó un hueso de la boca y lentamente fue palideciendo. Masticó, tragó y siguió perdiendo color. Miró abstraídamente hacia delante.
— Me lo está arrancando — murmuró por la comisura de los labios.
— ¿Ha terminado de hablar? — le preguntó el abad mientras seguía presionando.
— Creo que tengo un hueso en la garganta — admitió el poeta.
— ¿Desea retirarse?
— Me temo que debo hacerlo.
— Lástima. Le echaremos de menos. — Paulo le dio al dedo un último pisotón como medida de seguridad —. Puede irse.
El poeta suspiró de alivio, se secó la boca y se levantó. Vació su copa de vino y la dejó boca abajo en el centro de la bandeja. Algo de sus modales obligaba a mirarle. Se levantó el párpado con su dedo, inclinó la cabeza sobre la palma de la mano e hizo presión. El ojo de cristal cayó en su mano, produciendo un sonido ahogado por parte de los texarkanos, que según parecía no estaban al corriente del ojo artificial del poeta.
— Vigílalos cuidadosamente — le dijo el poeta al ojo artificial, y después lo depositó boca arriba sobre la base de su copa de vino, desde donde contempló malignamente a thon Taddeo —. Buenas noches, caballeros — dijo alegremente hacia el grupo y se marchó.
El furioso oficial murmuró una maldición y se debatió para liberarse del dominio de sus camaradas.
— LlevadIo a su cuartel y mantenedIo quieto hasta que se calme — les dijo el thon —. Y vigilad que no tenga oportunidad de toparse con ese lunático.
— Me siento mortificado — le dijo al abad cuando el guardián, lívido, fue arrastrado de allí — No son mis sirvientes y no puedo darles órdenes, pero puedo prometerle que él pagará por esto. Y si se niega a pedir disculpas y a partir de inmediato, tendrá que cruzar su rápida espada con la mía antes de mañana al mediodía.
— ¡Que no haya derramamiento de sangre! — rogó el sacerdote —. No ha sucedido nada importante. Olvidémoslo. — Sus manos temblaban y su cara estaba grisácea.
— Pedirá disculpas y se marchará — insistió thon Taddeo — o tendré que ofrecer matarle. No se atreverá a luchar conmigo porque, si gana, Hannegan lo hará ejecutar por el piquete público mientras obligan a su mujer a… bueno, olvídelo. Se excusará y se marchará. De todas maneras, estoy terriblemente avergonzado de que tal cosa haya podido suceder.
— Debí expulsar al poeta tan pronto como apareció. Él lo provocó todo y no supe detenerle. La provocación fue muy clara.
— ¿Provocación? ¿Por la mentira imaginativa de un loco? losar reaccionó como si los cargos del poeta fuesen verdaderos.
— ¿Entonces no está usted al corriente de que preparan un informe referente al valor militar de nuestra abadía como fortaleza?
La mandíbula del intelectual cayó. Miró primero a un sacerdote y después al otro con visible incredulidad.
— ¿Es cierto esto? — preguntó después de un prolongado silencio.
El abad asintió.
— Y nos ha permitido que nos quedemos.
— No tenemos secretos. Sus camaradas son libres de hacer tal estudio si así lo desean. Yo no me atrevería a preguntar para qué quieren la información. La conclusión del poeta, claro, fue mera fantasía.
— Claro — dijo el thon, débilmente, sin mirar a su anfitrión.
— No creemos que su príncipe tenga ambiciones agresivas sobre esta región, como insinuó el poeta.
— Claro que no.
— Y aunque así fuese, estoy seguro de que tendrá la sensatez o al menos los consejeros sensatos que le hagan comprender que el valor de nuestra abadía como almacén de antigua sabiduría es muchas veces mayor que el que pueda tener como ciudadela.
El thon captó la nota de súplica, la corriente oculta de súplica de ayuda, en la voz del sacerdote y pareció pensar en ella, tocando ligeramente su comida y sin decir nada durante un rato.
— Hablaremos de nuevo de este asunto antes de volver al colegio — prometió suavemente.
Un palio había caído sobre el banquete, pero empezó a alzarse durante el canto del grupo en el patio después de la comida y desapareció del todo cuando llegó la hora de la conferencia del intelectual en el gran vestíbulo. El embarazo parecía haber desaparecido y el grupo mostraba una cordialidad superficial.
Dom Paulo condujo al thon al facistol; Gault y el ayudante del thon los siguieron, uniéndoseles en la plataforma. Los aplausos sonaron unánimes cuando el abad hizo la presentación del intelectual; la quietud que siguió sugería el silencio de una corte esperando un veredicto. El erudito no tenía el don de la oratoria, pero el veredicto fue satisfactorio para el grupo monástico.
— Lo que hemos encontrado aquí me ha sorprendido — les dijo —. Hace unas semanas no lo habría creído; no suponía que documentos como los que ustedes tienen en su Memorabilia pudiesen sobrevivir después de la caída de la última poderosa civilización. Aún es difícil creerlo, pero la evidencia nos obliga a aceptar la hipótesis de que los documentos son auténticos. Su supervivencia en este lugar es increíble; pero todavía es más fantástico, para mí, el hecho de que en este siglo nadie los haya descubierto, hasta ahora. últimamente ha habido hombres capaces de apreciar su valor potencial… y no sólo yo. ¡Lo que thon KaschIer hubiese hecho con ellos cuando vivió! ¡Apenas hace setenta años!
El mar de caras de monjes estaba animado de sonrisas al oír una reacción tan favorable para la Memorabilia por parte de un hombre tan sabio como el thon. Paulo se preguntó cómo era que no se daban cuenta de la débil corriente subterránea de resentimiento…, ¿o era suspicacia?, en el tono del conferenciante.
— De haber conocido esta fuente, hace diez años — decía —, la mayor parte de mis trabajos en óptica habrían sido innecesarios.
«Vaya — se dijo el abad —, conque éste es el motivo, por lo menos en parte. Ha comprobado que algunos de sus descubrimientos son sólo redescubrimientos, y esto le deja un sabor amargo. Pero, con seguridad, tiene que saber que durante toda su vida no será sino un recopilador de trabajos perdidos; por más brillante que sea, sólo puede hacer lo que otros antes que él han hecho. Y así será, inevitablemente, hasta que el mundo esté tan altamente desarrollado como lo estuvo antes del Diluvio de Fuego.»
De todas maneras era evidente que thon Taddeo estaba impresionado.
— Mi tiempo aquí es limitado — continuó —. Por lo que he visto, sospecho que se necesitarán veinte especialistas durante varias décadas para acabar de extraer del contenido de la Memorabilia una información comprensible. La ciencia física procede normalmente por razonamiento inductivo probado por el experimento; pero aquí la tarea es deductiva. Por medio de algunos retazos de principios generales, tenemos que intentar obtener los particulares. En algunos casos resulta imposible. Por ejemplo… — hizo una pausa momentánea para sacar una serie de notas entre las que rebuscó brevemente —. Aquí hay una nota que encontré enterrada en el sótano. Pertenece a la cuarta página de un libro que posiblemente era un texto de física avanzada. Quizás algunos de ustedes lo conocen.
»… y si los términos espaciales predominan en la expresión por la distancia entre puntos dados, la distancia se dice que es en el espacio, ya que entonces es posible seleccionar un sistema de coordenadas — perteneciente a un observador con una velocidad admisible — en el que los sucesos aparecen simultáneos y por consiguiente separados sólo espacialmente. Si, por el contrario, la distancia es en el tiempo, los sucesos no pueden ser simultáneos en cualquier sistema de coordenadas, pero existe un sistema de coordenadas en el que los términos espaciales se desvanecerán completamente de tal modo que la separación entre hechos será puramente temporal, id est, ocurriendo en el mismo sitio, pero en tiempos diferentes. Ahora, después de examinar los extremos de la distancia real…