Se quedo alli, con su medio cigarro en las manos, y me miro.
– Se lo advierto… Apartese de todo esto. Uno mas de sus trucos y estara entre rejas. Tiene suerte de que aprecie a la senorita Baxter. Ella hace un trabajo excelente en esta ciudad. Tal vez crea que ahora esta empatado. Pero ya es suficiente. Deje pasar lo que le hizo a Spooky. Se lo merecia, pero el trabajo de anoche no lo apruebo. -Se puso de pie y se encaro a mi-. Empiezo a creer que puede ser usted mas enganoso que toda esa banda de estupidos desgraciados. Si no me equivoco, esta buscandose problemas.
– Ya me lo ha dicho antes -agregue, con suavidad-. ?No me dijo que esta visita era extraoficial?
– Si.
– Bueno, siempre extraoficialmente, sargento, vayase a la mierda. Atravese el lugubre vestibulo para penetrar en un comedor aun mas lugubre. Tome una taza de cafe malo, fume un cigarrillo y lei el periodico local. La foto de los siete imbeciles llorando por sus Hondas me produjo satisfaccion.
Alrededor de las diez deje el hotel y fui hasta la unica floristeria de la ciudad. Compre un ramo de rosas rojas y me dirigi al hospital. En el camino, encontre personas que me sonreian, y yo les devolvi la sonrisa.
Por fin, tras una larga espera, llegue junto al lecho de Jenny. Estaba palida y tenia el cabello suelto, desparramado sobre los hombros.
Una enfermera busco algun recipiente para poner las flores y luego desaparecio. Mientras tanto, observe a Jenny con aire orgulloso. Ella no sabia que habia igualado los tantos. No solo habia dado un escarmiento a Spooky, sino tambien a sus amigotes. Haber destruido sus Hondas significaba para ellos que les cortaran los genitales.
– Hola, Jenny, ?como estas? -pregunte.
Me sonrio.
– No esperaba verte; despues del modo en que te hable pense que habiamos terminado.
Acerque una silla a la cama y me sente.
– No te libraras tan facilmente de mi. Olvidalo. ?Como le sientes?
– No puedo olvidarlo. Lamento haber dicho que no conoces la bondad. Estaba enojada y supongo que algunas mujeres, cuando nos enojamos, hablamos de mas. Gracias por las rosas… Son muy bonitas.
Me pregunte que pensaria cuando se enterara de la destruccion de las siete motos.
– Olvidalo -le repeti-. Aun no me has dicho como te sientes.
Hizo una mueca.
– Bien… Los medicos dicen que tardare tres o cuatro semanas en recuperarme.
– Ese alambre era para mi. Siento que hayas sido tu quien cayera.
Hubo una larga pausa en la que intercambiamos una mirada.
– Larry… Si crees que puedes, podrias llegar a ser muy util -dijo Jenny-. No tienes que preocuparte por la oficina. La municipalidad ha enviado un sustituto, pero hay un caso especial… ?Podrias encargarte de el?
Un caso especial.
Debi decirle que habia terminado con todo aquel asunto de la asistencia social. Sin embargo…
– Claro, ?de que se trata?
– Manana, a las once, saldra una mujer de la carcel. He estado visitandola y le ha hecho una promesa -Jenny hizo una pausa y me miro-. Espero que comprendas, Larry, que para una persona en prision una promesa tiene gran importancia. Le prometi ir a buscarla cuando saliera y llevarla a su casa. Ha estado en la carcel cuatro anos. Esta sera su primera experiencia de libertad y no quiero fallarle. Si no estoy alli… Si nadie va alli, podria arruinar todo el trabajo que he hecho con ella… ?Querrias ir tu a buscarla, explicarle por que no puedo ir yo y llevarla a su casa?
«?Dios mio! ?Como se puede ser tan estrecho de mente?», pense. Una mujer que pasa cuatro anos en prision debe de ser mas dura que el acero. Como las demas mujeres que se burlaban de Jenny, esta lo hacia para conseguir un viaje gratis. Pero como Jenny estaba en el hospital por mi culpa, decidi hacer lo que me pedia.
– No hay problema, Jenny. Alli estare.
Me dedico una sonrisa calida y amistosa.
– Gracias, Larry… sera un gran favor.
– ?Y como voy a reconocerla?
– Es la unica que saldra a las once y es pelirroja.
– Eso lo simplifica. ?Por que esta en la carcel… o es mejor que no pregunte?
– No, no debes. Eso no importa. Ha cumplido su sentencia…
– Si. ?Y adonde la llevo?
– Tiene una casa cerca de la autopista Tres. Alli vive su hermano. Ella te indicara como llegar.
Entro una enfermera y dijo que Jenny debia descansar. Tenia razon. Parecia agotada.
– No te preocupes por nada. -Me puse de pie-. Estare alli a las once. No me has dicho su nombre.
– Rhea Morgan.
– Muy bien. Vendre a verte manana por la tarde para contarte como me ha ido.
La enfermera me echo.
Al salir del hospital, me di cuenta de que tenia todo el dia por delante y nada que hacer. Aunque todavia no lo sabia, cuando a las once de la manana siguiente conociera a Rhea Morgan, el panorama cambiaria por completo.
A las once y cuatro minutos se abrio el porton del Correccional de Mujeres y aparecio Rhea Morgan.
La recibio un sol palido que luchaba contra la contaminacion y el inevitable polvo de cemento.
Habia estado sentado durante veinte minutos en el Buick, ya reparado. Cuando la vi, apague el cigarrillo y fui a su encuentro.
Es dificil dar una descripcion de esa mujer; lo unico que puedo decir es que tenia un cabello espeso de color cobrizo y que era alta y delgada. Llevaba un abrigo negro gastado y pantalones azul oscuro y sus zapatos estaban cubiertos de polvo. Hay mujeres hermosas, mujeres bellas y mujeres atractivas; Rhea Morgan no encajaba en ninguna de estas tres categorias. Tenia buen aspecto: buena figura, piernas largas y hombros rectos. Sus ojos extraordinariamente verdes me impresionaron. Eran ojos grandes, que observaban el mundo con sospecha, cinica diversion y evidente sensualidad. Cuando nuestras miradas se cruzaron, tuve la sensacion de que me superaba en experiencia sobre la vida.
– Mi nombre es Larry Carr -dije-. Jenny esta en el hospital; ha tenido un accidente. Me pidio que la sustituyera.
Ella me observo. Me desnudo con la mirada. Era algo que nunca habia experimentado antes. Reaccione a su lento examen como lo haria cualquier hombre.
– Muy bien. -Miro el Buick-. Vamonos de aqui. Dame un cigarrillo.
Tenia una voz ronca y baja, tan inexpresiva como sus ojos verdes. Al ofrecerle mi paquete de cigarrillos, le dije:
– ?No quieres saber como esta Jenny?
– Dame fuego.
Comenzaba a encolerizarme. Le di fuego.
– ?No has oido lo que he dicho?
Aspiro el humo profundamente y luego lo exhalo, dejandolo salir por la nariz y la boca.
– ?Como esta?
La indiferencia de su voz me demostro mejor que nada lo tonta que era Jenny.
– Un tobillo roto, una muneca rota, la clavicula fracturada -le informe. Volvio a aspirar el humo.
– ?Tenemos que quedarnos aqui? Quiero irme a casa. Ese es tu trabajo, ?no? ?Llevarme a casa?
Paso frente a mi, se acerco al Buick, abrio la puerta, se sento y volvio a cerrarla.
Senti una rabia feroz. Abri la puerta.
– ?Sal de ahi, maldita perra! -le grite-. ?Puedes ir andando! ?No soy un estupido como Jenny! ?Sal del coche o te saco a la fuerza!
Volvio a chupar su cigarrillo mientras me miraba.
– No creia que lo fueras. No te pongas asi por una tonteria. Te pagare. Llevame a casa y pagare el precio.
Nos miramos y senti aquel deseo sexual que me habia atacado la noche anterior. Tuve que esforzarme por no sacarla fuera a la fuerza y tirarmela alli, sobre la calle polvorienta.
Sus ojos esmeralda eran pura promesa.
Cerre la puerta de golpe, di la vuelta al coche y me sente tras el volante.
Me dirigi a toda velocidad a la autopista Tres.
Cuando me detuve un momento en la interseccion, pregunto:
– ?Como es que te has mezclado con esa pobre estupida? Tu pareces hablar mi lenguaje.
– Manten la boca cerrada. Cuanto mas te oigo menos te soporto.
Ella rio.
– ?Si que eres de los mios!
Me apoyo una mano avida sobre las piernas. Le aparte la mano.
– No hables ni te muevas o te vas andando -le grite.
– Esta bien. Dame otro cigarrillo.