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«Que descarado», pense. Sabia muy bien que sin mi no podria hacer el collar ni persuadir a la senora P. para que lo vendiera a aquel precio tan ridiculo. Y, sin embargo, planeaba obtener una gran ganancia sin participar a Tom Luce de ella y dandome a mi un miserable dos por ciento.

– Sabes que puedes confiar en mi -le dije.

Cuando habia elaborado mi plan para robar el collar durante el vuelo, habia tenido remordimientos respecto a Sydney porque el iba a ser quien perderia, pero ahora que mostraba su avaricia desaparecieron mis remordimientos.

Si me hubiese dicho: «Mira, Larry, dividamos todo al cincuenta y cincuenta. Tu haces el trabajo, yo pongo el capital», no habria proseguido con mi plan, pero como era tan codicioso y egoista de ofrecerme solo el dos por ciento, decidi seguir adelante. Ahora, no le importaba en absoluto torcerle el brazo a la senora P., ?por que debia molestarme a mi torcerle el suyo?

Es mejor olvidar la escena que se desarrollo con la senora P. No llamo ladron a Sydney, pero lo dio a entender. Lloro y se retorcio las manos regordetas. Recorrio la enorme sala de un lado a otro hecha una furia, haciendo el ridiculo. Me acuso de mentiroso, de haberle dicho que los diamantes vivian siempre y jamas perdian su valor. Tuve que recordarle que habia que desmontar el collar y que si aguardaba un ano, mas o menos, yo podria conseguirle por lo menos un millon y medio de dolares por los diamantes y el platino, pero como queria el dinero de inmediato, era lo mejor que Sydney podia ofrecerle.

Por fin, se tranquilizo. Despues de todo, tres cuartos de millon, cuando no es una perdida personal, no es tan grave. Ella no habia pensado en que si tratabamos de vender el collar tal como estaba habria publicidad y aquello termino por convencerla.

Dijo que aceptaria el cheque que Sydney me habia dado, pero agrego que jamas volveria a comprar nada en Luce amp; Fremlin.

Hice los comentarios adecuados aunque, en realidad, me tenia sin cuidado lo que hiciera.

Despues, me sorprendio con algo tan inesperado que por un momento no supe que contestarle.

– Lo menos que puede hacer es darme el collar de fantasia -dijo-. ?Es lo menos que puede hacer! Si alguna vez mi marido quiere ver el collar, podre mostrarle la imitacion. No se dara cuenta de la diferencia.

Ella, por supuesto, no debia saber que el collar de vidrio era la clave de mi plan. Sin el, mi plan de hacerme con dos millones de dolares no existia.

Cuando Sydney le envio el collar verdadero cinco anos atras, me pregunto que podiamos hacer con la replica.

A Sydney no le gustaba desperdiciar ni un solo dolar. Le dije que estaba en la caja fuerte y entonces me pregunto si podriamos devolverselo a Chan y ver de conseguir algo a cambio. ?Tres mil dolares, tal vez? ?Para que queriamos una imitacion de cristal?

El collar era una creacion de la que me sentia orgulloso. En aquel momento, tenia una buena racha en la Bolsa y contaba con algun dinero. Le dije que llevaria la replica a Chan y le preguntaria cuanto podia darnos. Pero no lo hice. Me quede con el collar como recuerdo. Cuando Sydney me pregunto que habia sucedido, le dije que Chan me habia dado dos mil quinientos dolares y le entregue un cheque de mi cuenta.

Y, ahora, la senora P. me pedia la imitacion.

Al cabo de un rato, le dije que habia sido desarmado y que las piedras se habian utilizado para hacer otros collares.

Casi me mato cuando oyo esto, e insistio en que le mandara hacer la imitacion de inmediato. Le dije que lo haria, pero que tardaria al menos tres meses. Tenia que conformarse con eso.

Fuimos juntos hasta el banco en su Rolls y ella saco el collar de la caja. Estaba dentro de una caja de cuero forrada con terciopelo negro. No habia visto el collar desde hacia cuatro anos. Su belleza me hizo contener el aliento. Le entregue el cheque y ella me entrego el collar.

Cuando salio de la boveda para ir a cambiar el cheque casi rodo por las escaleras. La deje hablando con el gerente y tome un taxi para volver a mi apartamento.

Abri la caja fuerte y saque el collar de fantasia. Coloque el collar verdadero y la replica sobre la mesa para estudiarlos.

Sydney era estrictamente un disenador. No era un experto en diamantes y estaba seguro de que no sabria cual era cual. Chan habia hecho un trabajo maravilloso; incluso Terry podria equivocarse hasta que no examinara las piedras, luego se daria cuenta, claro, pero no tendria la oportunidad de hacerlo. Ya me habria ocupado de eso.

Coloque el collar falso en la caja de cuero y el genuino en la de plastico y lo guarde en mi caja fuerte.

Despues, telefonee a Sydney a la tienda. Le dije que todo habia salido bien. Zumbo como siempre, como una abeja atrapada en la botella, y me cito en su atico al cabo de media hora.

El apartamento de Sydney era magnifico. Estaba situado frente al mar. Constaba de un enorme salon, exquisitamente decorado, cuatro dormitorios, una piscina en la terraza, una fuente en el hall y todos los complementos que un marica rico sabe colocar.

Me estaba esperando cuando llegue.

– ?Como lo ha tomado? -me pregunto, mientras me conducia al salon y observaba el paquete que llevaba bajo el brazo.

– Bueno, en realidad no te ha llamado ladron pero lo dio a entender. Dijo que nunca volveria a entrar en tu tienda.

Sydney suspiro.

– Pense que reaccionaria de ese modo. Bien, tendremos que tomarlo con dignidad. Despues de todo, no nos han comprado nada en estos ultimos anos. -Siguio mirando el paquete-. ?Esta ahi?

Aquel era el momento. Me acerque a un rayo de sol que entraba por los ventanales, saque el papel marron que envolvia la caja y la abri. El sol hizo brillar las piedras de vidrio y Sydney quedo con la boca abierta.

– ?Es maravilloso, Larry! ?Es realmente maravilloso! ?Te felicito! Y ahora, tengo que poner manos a la obra. -Me quito la caja de las manos, volvio a mirar el collar y cerro la caja. La prueba primera y mas importante parecia haber tenido exito.

– Traere algunos disenos para que los discutamos. Tengo todo el fin de semana por delante.

– Eso me recuerda, Sydney, que he dejado mi coche en Luceville. Manana ire a buscarlo en avion y regresare conduciendo. ?Te parece bien que me tome el lunes libre?

– Por supuesto, para entonces ya tendre algo preparado. -Lo vi acercarse al Picasso, sacarlo de la pared y abrir la caja fuerte que se escondia detras. Conocia aquella caja, era complicada y altamente sofisticada: nada facil de abrir sin meterse en lios. Coloco la caja con el collar dentro, cerro la caja fuerte y volvio a colgar el cuadro. Me miro, radiante-. No te comprometas el martes por la tarde, Larry. Ven a verme aqui. Cenaremos juntos y despues estudiaremos los disenos… ?Te parece a las ocho?

– Muy bien. Bueno, Sydney, vuelvo a la tienda.

En el taxi, camino de la joyeria, pense que en menos de veinticuatro horas volveria a ver a Rhea.

CAPITULO SEIS

Poco despues de las once llegue al bungalow de los Morgan. No habia senales de vida exceptuando la puerta abierta.

Sali del coche, atravese el accidentado camino y me asome a la sala.

Rhea estaba sentada junto a la mesa leyendo el periodico. Levanto la mirada y quedo sorprendida.

Verla desperto en mi la desesperada necesidad que tenia de poseerla. «?Dios, esto si es una mujer!», me dije. «La mas excitante, la mas endiablada, la mas deseable del mundo!» Llevaba el mismo vestido de algodon y las mismas perlas azules baratas; parecia el simbolo de la lujuria decadente.

– ?Tu? -exclamo, y se reclino contra la silla-. ?Que es lo que quieres, Rata?

Entonces, surgio dentro de mi aquella furia loca que era incapaz de controlar. Avance tres pasos y le pegue en la cara, haciendola caer.

– ?No me llames asi! -le grite, y me prepare esperando que saltara sobre ?ni, pero no lo hizo. Permanecio sentada, tocandose la cara con los ojos abiertos por la sorpresa.

– Buen trabajo, amigo -dijo Fel, entrando en la habitacion-. Asi hay que tratar a esta perra. Suponia que volveriamos a verte pronto. Ponte comodo. Esta es tu casa.