Lo penso y luego, por primera vez, empezo a relajarse.
– Muy bien -continuo-, ?y que pasara cuando vendas las piedras? Tu te llevas el collar. ?Y si te vas con el collar y nos dejas plantados?
Seguia el esquema de mi plan anterior. Habia anticipado aquella pregunta y estaba preparado para responderla.
– Fel regresa al bungalow para mantener las apariencias -dije-, pero tu vendras como mi secretaria. Estaras presente en todos los tratos. Sabras cuanto me pagan por cada piedra. Me pagaran en efectivo. Te dare la mitad de cada pago que reciba. ?Te asegura eso que no te enganare?
Se inclino hacia atras y me estudio. No se le ocurria ninguna otra objecion.
– Siempre que no desaparezcas en cuanto me de la vuelta.
Volvia a sonreir.
– No podria aunque quisiera. La idea es estar muy juntos. -Hice una pausa y luego prosegui mirandola a los ojos-. Hasta dormiremos juntos… es parte del trato.
Fel dejo escapar una carcajada.
– ?Este tipo es de los mios! ?Hermano! ?Mereces lo que consigues!
De repente, Rhea sonrio: una sonrisa dura y fria, pero sonrisa al fin.
– Trato hecho -dijo, finalmente-. Muy bien, haremos el trabajo.
Suspire profundamente.
– Arreglemos ahora los detalles restantes y luego me ire a casa. Primero, los dos usareis guantes. Esto es de vital importancia. Si dejais una sola huella en la casa de Fremlin no habra millon. -Hice un gesto hacia el bolso-. He traido un disfraz para Fel. Mira.
Fel abrio el bolso y saco la peluca, las gafas y la chaqueta. Sonriendo, se puso la peluca y las gafas y se miro al espejo.
– ?Hermanita! ?Esto es genial! ?Ni siquiera yo me reconozco!
Mire a Rhea.
– Oculta tu cabello bajo el panuelo. Consigue un par de esas gafas para esconder tus ojos verdes. En cuanto el trabajo este terminado, cambiad la ropa que lleveis puesta. Conseguid una maleta barata, meted la ropa dentro y tiradla a algun sitio donde no la encuentren. Fel se encargara de eso… ?entendido?
Ella asintio. Estaba mucho menos hostil y supe que la habia convencido.
Senale el papel que estaba sobre la mesa.
– Todo esta escrito aqui -dije-. Todo lo que os he explicado. Estudiadlo bien y cuando os lo sepais de memoria, destruidlo. -Me puse de pie-. Creo que eso es todo. Manana por la noche, a las diez y media. -Volvi a mirar a Fel-. Recuerda, golpeame en la cara y no en la cabeza. Pega lo bastante fuerte como para que parezca convincente.
Sonrio.
– Mejor tu que yo.
Me detuve junto a la puerta y los mire.
– Mejor yo que un millon de dolares -dije, y me fui.
CAPITULO SIETE
El jueves transcurrio todo lo bien que podia esperarse. Yo estaba nervioso a pesar de que intentaba evitarlo y Sydney casi me volvio loco con sus revoloteos constantes. Salia cada momento de su despacho, daba vueltas por el salon de ventas, me enviaba miradas complices y luego volvia a desaparecer. Evidentemente Terry se dio cuenta de que tramabamos algo y me estudiaba con ojos curiosos.
Por fin, decidi poner punto final a todo aquello y entre en el despacho de Sydney cerrando la puerta tras de mi.
– Por favor, Sydney, trata de controlarte. Te comportas como si estuvieses huyendo de la Mafia.
Abrio los ojos desmesuradamente.
– ?De veras? Sin embargo, estoy tan tranquilo como un obispo. ?A que te refieres?
– Como un obispo que encuentra a una mujer en su cama.
Se rio.
– Bueno, tal vez este un poco excitado. ?No puedo esperar hasta esta noche! ?Quedaras maravillado!
– Dejalo para esta noche y no revolotees mas a mi alrededor. Terry se esta comiendo las unas de curiosidad.
Sydney comprendio la indirecta y permanecio en su despacho el resto de la tarde, pero cuando se fue, a las seis, no pudo resistir dedicarme un guino. Frunci el ceno y partio un poco desilusionado.
Terry se puso de pie inmediatamente y se acerco.
– ?A que se debe tanta excitacion? -pregunto-. Se ha comportado como un yoyo todo el dia. ?Es que tramais algo?
Empece a ordenar mi escritorio.
– ?Por que no se lo preguntas a el? Si quiere que lo sepas, te lo dira.
Terry apoyo las manos en la mesa y se inclino hacia delante. Sus ojillos brillaban de ira.
– Tu me odias, ?verdad?
Me puse en pie.
– No mas de lo que tu me odias a mi, Terry -le respondi y atravese el salon para dirigirme al cuarto de bano.
Diez minutos despues, volvia en el coche a mi apartamento. En una semana, tal vez menos, estaria en Amberes, hablando con uno de los compradores de diamantes mas grandes del mundo. Le ofrecia diez de las mejores piedras pero no la mas grande. Esta la llevaria a Hatton Garden, en Londres. Wallace Bernstein ya me habia pedido que le buscara una piedra de primera para una tiara. Me habia dado a entender que era para un miembro de la familia real. Estaba seguro de que me arrebataria la piedra de las manos y al precio que le pidiera. Luego, de Londres a Amsterdam, de alli a Hamburgo y, por ultimo, a Suiza. Para entonces, valdria un millon de dolares. Esa suma invertida en bonos al ocho por ciento me daria una renta vitalicia de ochenta mil dolares. Pediria una libreta de ahorros, pagaria el impuesto correspondiente y estaria hecho.
Me satisfacia el modo en que habia manejado a Rhea. Estaba seguro de que ya no sospechaba nada y eso era importante. Con ella fuera de la circulacion, enfriandose los talones en San Francisco, y con Fel en Luceville, tendria espacio para maniobrar tranquilo.
Mucho dependia de si Sydney llamaba o no a la policia despues del robo. Debia tratarle con mucho tiento. Estaria en un estado terrible y muy furioso. Era dificil de controlar cuando estaba asi. Tendria que advertirle una y otra vez de que si la policia intervenia, Tom Luce se enteraria de lo ocurrido. Dependia de que ganara la batalla la rabia de Sydney o el temor por Luce; me inclinaba a creer esto ultimo.
Volvi a mi apartamento a las seis y treinta y cinco. Tenia cuatro horas por delante. Al recordar que supuestamente cenaba con los Johnson, me di una ducha y me puse un traje oscuro. A pesar de hacer todo eso a camara lenta, todavia que quedaban tres horas y cuarto por delante.
Me prepare un whisky y encendi el televisor, pero como no me interesaba lo apague. Me pasee por la sala, incomodo y nervioso. Miraba la hora sin cesar. No tenia hambre. Sentia una fea sensacion en el estomago, pero el whisky me ayudaba. Sin ninguna razon aparente, de repente pense en Jenny. Tuve un repentino impulso de hablar con ella. Busque el numero del hospital en mi agenda y la llame.
Al cabo de un rato, Jenny respondio:
– ?Hola?
– Hola -le dije sentandome, mas relajado de repente-. Habla tu excompanero de asistencia social. ?Como estas, Jenny?
– ?Larry! -el cambio de su tono de voz me hizo sentir bien-. Que amable de haber llamado. Estoy mejor, gracias. Ya puedo caminar por aqui con muletas.
– ?De veras? ?Que bien! ?Cuando te dan el alta?
– A finales de la semana que viene. Ya no veo la hora de salir de aqui. Dime, Larry, ?Como estas tu?
Me pregunte como reaccionaria si le dijera que estaba a punto de involucrarme en un robo.
– Estoy bien. Otra vez en el trabajo… tengo que salir a cenar. Acababa de vestirme cuando de repente me viniste a la mente.
– Yo tambien he pensado en ti. Estoy tan contenta de que hayas dejado esta ciudad, Larry. Luceville no era para ti.
– Supongo que no, pero a lo mejor la anoro… y te anoro a ti. -De repente, senti deseos de volver a verla pero sabia que era imposible. En cuatro o cinco dias estaria camino de Europa y quiza nunca regresara. Pense en su cabello desarreglado, en sus ojos, su eficiencia y su amabilidad-. Debo partir para Europa dentro de unos dias por asuntos de trabajo. De lo contrario, habria ido a verte.
– ?Ah!… -Una pausa, luego prosiguio-: ?Estaras fuera mucho tiempo?
– No estoy muy seguro… depende. Puede que tenga que viajar a Hong Kong. Si… sera bastante tiempo.