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Entre en el despacho de Tom Luce y coloque el maletin con el collar sobre su escritorio.

– Tom… quiero explicarte lo del collar -le dije.

Me miro de una forma extrana, asintio y espero.

Le conte la verdad: como Sydney habia querido vender el collar por su cuenta, como yo le habia advertido que no era etico y su insistencia.

– Lo se -me dijo, con tranquilidad-. Como veras, Larry, estoy enterado de mucho. Yo manejo las acciones de Sydney y, cuando me dijo que queria vender una parte por valor de tres cuartos de millon y me entere de que la senora P. estaba endeudada hasta el cuello, no me fue dificil sumar dos mas dos. A mi no me preocupo y lamento que le haya preocupado a Sydney.

– Ahora el collar es mio -le dije-. Lo entrego a la empresa, Tom. Cuando lo vendamos, utilizando el diseno de Sydney, quiero que sea la empresa la que obtenga los beneficios.

– Asi es como debe actuar un socio -comento Tom-, pero la empresa te lo comprara al precio que pago Sydney. Es mas que justo, ?no? Las ganancias de la venta seran de la empresa.

– Muy bien… Comprame algunas acciones, Tom. Tu cuidabas los intereses de Sydney, te agradeceria que te ocuparas de los mios tambien.

Eso le agrado.

Hablamos de negocios. Tanto Martin como Kloch trabajaban muy bien, y hasta Terry se comportaba como correspondia.

– No creo que sea conveniente que empieces a trabajar todavia, Larry -sugirio Luce-. No te veo muy bien. ?Por que no haces un crucero?

– Lo estoy pensando, aunque para mas adelante. Ahora ire al apartamento de Sydney. Antes de emprender el viaje, quiero vender el mio y los muebles e instalarme en casa de Sydney. Asi que me quedare alrededor de una semana mas. Si tienes alguna duda sobre algo, no dejes de consultarme.

Cuando deje a Tom fui al apartamento de Sydney. Harry Gregson, el portero de dia, me saludo cuando pase junto al mostrador.

– Me alegro de volver a verle, senor Carr -me dijo-. Que asunto tan feo. La verdad es que echo de menos al senor Sydney… Era todo un caballero.

– Si. -Hice una pausa y le pregunte-: Voy a quedarme en el apartamento, Harry. ?Tienes las llaves?

– Si, senor. Lo lei en el periodico. Espero que tenga buena suerte, senor Carr. A la gente de aqui nos agrada que se mude usted a este edificio.

– Gracias, Harry.

– Desde que se fue la policia no ha subido nadie. Habra que limpiarlo antes de que se traslade.

– ?Tiene la direccion de Claude, Harry? No se si querra trabajar para mi.

– No veo por que no. Tengo su numero de telefono. Un momento… -Fue a la porteria y, tras revolver en el cajon de una mesa, volvio con un trozo de papel en la mano-. He oido decir que estaba muy triste.

– ?No ha estado aqui desde…?

– No, senor. Se fue a vivir con su anciana madre dos semanas, pero calculo que ya debe de haber regresado.

– Lo llamare. -Cogi el trozo de papel y las llaves del apartamento-. Gracias, Harry. Solo voy a echar un vistazo. No tardare.

Mientras el ascensor me subia al apartamento, volvi a recordar aquella noche fatal. La idea de entrar en la casa de Sydney por primera vez desde su muerte me acobardo.

Dude ante la puerta. Tenia una sensacion de malestar, pero era una locura. «Sydney esta muerto», me dije. Aquel maravilloso apartamento me pertenecia ahora… ?era mi futura casa! Debia librarme de ese complejo de culpa. ?Yo no era el responsable de su muerte! Me lo habia repetido una y otra vez durante mis horas de soledad. Tenia que arrancarme aquella culpabilidad de la mente.

Meti la llave en la cerradura y entre en el vestibulo. Observe que el aire acondicionado estaba encendido y me detuve a escuchar. ?Habria dejado la policia encendido el aire acondicionado? ?No habria subido nadie a ver si las luces y el aire acondicionado estaban apagados?

Sorprendido, abri la puerta.

Frente a mi, con un revolver en la mano, estaba Fel Morgan.

Desde el piso de abajo se oian los ladridos de un perro y un murmullo de voces. Permaneci inmovil, mirando el arma que podia causar la muerte.

A traves de los dobles ventanales se filtraba el sonido de la sirena de una ambulancia. Abajo y lejos de mi, Paradise City vivia su vida.

Aparte la vista del arma y mire a Fel a los ojos. Cuando lo hice, bajo la automatica y me dijo con tono de espanto:

– ?Por Dios! ?Pensaba que era la policia!

Vi que estaba mas asustado que yo y eso me tranquilizo un poco, aunque el corazon me seguia latiendo con fuerza y tenia la boca seca. Le observe.

?Que mal aspecto tenia!

Estaba sucio, extenuado y con la barba crecida. Olia mal. Todavia llevaba la chaqueta roja con los bolsillos negros pero resultaba casi irreconocible bajo aquella capa de mugre. Sus zapatos estaban cubiertos de barro, como si hubiese atravesado un pantano. Tenia los ojos hundidos por el miedo. Y exhalaba el aire de forma entrecortada por entre los dientes sucios.

– Cuando he oido que abrian la puerta, me he cagado de miedo -dijo, con voz ronca-. Pense que estaria seguro aqui por unos dias. -Se aparto de mi y se dejo caer sobre uno de los sillones. El arma se deslizo de sus dedos y cayo sobre la alfombra persa de Sydney. Se llevo una mano sucia a los ojos y se echo a llorar.

Cerre la puerta y anduve, tambaleante, hasta el bar. Con manos temblorosas, servi dos vasos de whisky.

– Calmate -le dije, mientras colocaba el vaso sobre una mesita auxiliar-. Trata de reaccionar. Bebe esto.

Me miro y se seco los ojos. Tenia una expresion de animal desesperado en la mirada y me percate de lo peligroso que era.

– ?Fuiste tu, maldito, el que me metio en esto con tu palabreria! ?Ahora seras tu el que me saque!

Bebi la mitad de whisky y fui a sentarme en el sillon de al lado.

– ?Donde esta Rhea? -le pregunte.

Apreto los punos y se golpeo la cabeza. Vi que estaba histerico de miedo y eso me dio confianza.

– ?Fel, tranquilizate! ?Donde esta Rhea?

– ?No me hables de esa perra! -empezo a golpearse las rodillas con los punos-. ?Tienes que ayudarme! ?Tu me metiste en esto! ?He visto los periodicos… me buscan por asesinato!

Al observar su estado de animo, al oirlo hablar y ver que el miedo no le dejaba pensar, senti que podria manejarle facilmente.

– Te ayudare, pero debo saber que ha sucedido. ?Donde esta Rhea?

Se puso a llorar de nuevo: sollozaba tan fuerte que le temblaba todo el cuerpo. Apure el resto de mi whisky. Su terror y su mugre me repugnaban.

Le deje seguir llorando. Cuando no le quedaron mas lagrimas, se seco los ojos con la manga y me miro.

– Si me enganchan, me echaran veinte anos -dijo, con voz ahogada-. ?No podria soportarlo! ?Veinte anos tras las rejas! ?Nunca me sacaran con vida!

– Deja de pensar en ti -le ordene-. ?Donde esta Rhea?

– ?Esa perra! ?Mi maldita hermana! -Se puso de pie, se golpeo la cabeza con los punos y volvio a sentarse. Actuaba como un loco. -?Las armas no estaban cargadas! ?Lo juro! ?Ella debio de cargarlas! ?Tu dijiste que no las cargaramos y no lo hice! ?Ella lo hizo! ?Ella mato al marica! ?Trato de matarte a ti! ?Lo sabes! ?Tienes que decirle a la policia que yo no tuve nada que ver con todo esto!

– ?Donde esta Rhea? -repeti.

– ?Tu no me crees, no es cierto? Crees que soy tan malo como ella, ?verdad? ?Pero no lo soy! ?Siempre ha sido una maldicion para mi! ?Nunca debi dejar que volviera a vivir conmigo! ?No debi escuchar lo que tu me decias! ?Veinte anos tras las rejas! ?No podre soportarlo!

– ?Que haces aqui? -le pregunte con tranquilidad, esperando que el tono de mi voz sonara calmado.

Se reclino en el asiento y se agarro la cabeza con las manos.

– ?No hagas preguntas estupidas! ?Quiero salir de aqui! ?Quiero dinero! ?Quiero un coche! ?Tengo que salir de este maldito lugar!

– Te dare dinero -le dije-. Te ayudare a escapar. Te conseguire un coche.

Me miro. Estaba temblando, pero vi un rayo de esperanza en sus ojos.

– Sera mejor que lo hagas -me advirtio, con voz ronca-. ?Tu y tus malditos millones! Esto ha sido bueno para ti, ?no?