Enfrente estaba el numero 245: el cuarto de Spooky quedaba en una ruinosa casa de alquiler de cuatro pisos. Dos chiquillos blancos con la nariz llena de mocos se sentaban en la escalera de la entrada. Con los punos apretados entre las rodillas y los hombros echados hacia delante, observaban la basura tirada en el suelo, que incluia un gato muerto. Sobre la puerta destartalada un cartel decia:
Me parecio demasiado bueno para ser verdad. Hice una pausa para mirar al otro lado de la calle, al numero 245, luego empece a subir la escalera, esquivando a los dos chicos, que me miraron con aire de desconfianza. Entre en el vestibulo que olia a orina, a transpiracion rancia y a gatos.
Una vieja se escarbaba lo que le quedaba de dientes con un palillo. Su pelo parecia cola de raton por lo grasiento y sucio. Llevaba una bata acartonada por la mugre. No podia tener menos de ochenta anos, inclusive mas.
Me detuve ante ella, que me estudio desde la peluca hasta las zapatillas. Por su expresion despectiva, comprendi que no le gustaba demasiado lo que veia.
– ?Tiene una habitacion, dona? -pregunte, mientras apoyaba la bolsa en el suelo.
– No me llames dona -me contesto con voz ronca, llena de flema-. Para ti soy la senora Reynolds, y no lo olvides.
– Muy bien, senora Reynolds, ?tiene un cuarto?
– Doce dolares a la semana, pagados de antemano.
– Quisiera echarle un vistazo.
Sabia que nuestro dialogo pertenecia a una pelicula de clase B.
– Segundo piso, numero 5. La llave esta en la puerta.
Subi por los escalones crujientes sin tocar la barandilla, cubierta de suciedad. El numero 5 quedaba al final del oloroso pasillo.
El cuarto tenia unos tres metros cuadrados. Habia una cama, una mesa, dos sillas rectas, un armario y una alfombra raida. El papel proximo a la ventana se estaba despegando. Habia un banco grasiento con un hornillo de gas.
Deje la bolsa, baje la escalera y pague los doce dolares a la vieja. Despues, camine hasta un almacen italiano y compre alimentos para unos cuantos dias. Ademas de las distintas latas de comida, compre una botella de whisky. Despues, fui a una ferreteria y compre una olla pequena y una sarten.
Cuando regrese, la senora Reynolds seguia montando guardia en la entrada.
– ?Donde puedo lavarme? -le pregunte.
Me estudio, se rasco la axila izquierda y despues me contesto:
– Los banos publicos estan en la esquina. Hay un inodoro en cada piso. ?Que mas quieres?
Lleve las compras a mi cuarto, cerre la puerta con llave, deje todo sobre la mesa y examine la cama. Las sabanas estaban bastante limpias pero la colcha tenia manchas de aspecto sospechoso. Me pregunte cuando aparecerian las pulgas.
?Un cambio de ambiente?
Pense en el lujoso apartamento que habia heredado de Sydney. Pero tenia que soportar aquel inmundo cuartucho si queria asegurarme la casa y los millones de Sydney.
Apague la luz, acerque una silla a la ventana y empece la vigilancia. Frente a mi, al otro lado de la calle, habia dieciocho ventanas sucias: cinco de ellas, con luz. Una de esas ventanas era la de Spooky. No tenia idea de cual de las dieciocho seria, pero tarde o temprano, si vigilaba bien, lo sabria.
Permaneci alli sentado, fumando y observando. La gente se movia en los cuadrados encendidos de sus ventanas: la mayoria era joven y llevaba ropa gastada. En el quinto piso, tercera ventana a la izquierda, habia una negra bastante bonita que solo vestia un pantalon elastico y bailaba al ritmo de una radio sosteniendose los pechos con las manos. Al observarla empece a excitarme, pero me obligue a apartar la mirada de ella.
Alrededor de las ocho, tuve hambre. Baje la persiana y encendi la luz. Mientras me calentaba una lata de habas, oi el ruido de una moto. Apague el gas y la luz, corri hasta la ventana y abri la persiana. Spooky llegaba en una Honda resplandeciente y se detenia frente al numero 245.
Era el momento. Le vi desaparecer en la oscuridad del edificio y espere a que se encendiera luz en alguna de las ventanas oscuras. Mientras esperaba, vi que la negra se habia puesto una camisa floreada y revolvia algo en una olla.
Despues de esperar quince minutos, llegue a la conclusion de que, fuera cual fuera el cuarto al que habia entrado Spooky, la luz ya estaba encendida anteriormente, pues todo seguia igual. ?Significaba eso que Rhea estaba en el cuarto de Spooky? ?Por que no? ?Por que quedarse en la oscuridad? Empece a examinar cada una de las ventanas encendidas. Tres de ellas no tenian cortinas y podia ver a quienes ocupaban el cuarto. Las dos restantes tenian cortinas transparentes, aunque no lo suficiente como para ver a traves de ellas. Una estaba en el tercer piso. La otra, en el ultimo, justo encima del cuarto ocupado por la negra. Uno de esos cuartos debia ser el de Spooky.
Baje la persiana, encendi la luz y volvi a calentarme la lata de comida. Para ser el primer dia, no me habia ido tan mal. Estaba progresando. Por lo menos, sabia ya que Spooky vivia en el tercero o en el ultimo piso de aquel edificio.
Comi las habas; despues apague la luz, abri la ventana y volvi a situarme en mi lugar de vigilancia.
Alrededor de las nueve, se apago la luz de la ventana del tercer piso. Ahora, concentre toda mi atencion en la ventana iluminada del ultimo piso. La observe durante casi una hora y, de repente, vi cruzar una sombra. Reconoci la figura de Spooky. Era inconfundible. Si no hubiese estado observando continuamente, habria perdido aquel fugaz momento. Asi que vivia en el ultimo piso, ?pero estaria Rhea con el?
Me quede sentado, mirando. Empezaron a apagarse algunas luces. La negra tomo una cartera, se dirigio a la unica puerta y apago la luz. Al final, la unica luz de todo el edificio era la de Spooky. Despues, le vi bajar la escalera corriendo y subir a su Honda. Encendio la maquina, que hacia un ruido infernal. Se puso el casco en la cabeza grasienta y partio. La luz de su ventana seguia encendida.
Esto queria decir dos cosas: que a Spooky no le interesaba mucho la cuenta de la luz o que habia alguien alli oculto.
?Pero, como saberlo?
Yo era un extrano en aquel distrito. Entrar en el edificio de Spooky seria demasiado peligroso aunque pareciera vacio.
Encendi un cigarrillo y estudie la calle. Comenzaba a mostrar actividad, como las ratas que salen cuando oscurece. Varios hombres y mujeres harapientos surgian de los distintos edificios en busca de un bar.
Despues, vi a la negra. Estaba apoyada contra una baranda, haciendo girar el bolso. Entonces supe lo que era: una prostituta.
Sabia que su cuarto quedaba justo debajo del de Spooky. Era mi oportunidad. Tal vez pudiera confirmar que Rhea estaba alli.
Recorde a la negra bailando medio desnuda en su cuarto. Tenia un cuerpo bien formado. No habia tenido una relacion sexual desde que conoci a Judy: aquello parecia mucho, mucho tiempo atras.
Aparte la silla, me puse de pie, atravese el cuarto a oscuras y sali al maloliente pasillo.
No vi a nadie mientras bajaba las escaleras. La puerta de la senora Reynolds estaba cerrada. A traves de los paneles se filtraba el ruido de un televisor. Sali a la noche polvorienta. La calle estaba llena de muchachos, chicas, borrachos y viejos. Mire hacia la negra, que tambien me habia visto. Estaba observandome. Aguarde a que pasaran dos viejos automoviles y cruce la calle.
Cuando llegue a la otra acera, ella se me acerco.
– Hola, carino -dijo, con suavidad; sus dientes brillaban bajo la luz de la calle-. ?Solito?
Guarde silencio y la mire. Tenia la piel color cafe con leche. Su pelo negro enmarcaba su cara resaltandola. Hasta la importancia de hallar a Rhea y callarla abandono mi mente. Tenia que calmar aquella ansiedad que crecia en mi cuerpo.
– Asi es -le respondi, con voz ronca-. ?Como podemos solucionarlo?
Me miro con sus grandes ojos negros.
– Te costara diez dolares, carino -me dijo-. ?Los tienes?
Recorde mi ofrecimiento de quinientos dolares a Rhea.