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Parecia que estabamos otra vez en el punto de partida.

– No te quedes mucho tiempo, Rata -me dijo-. No nos gustan los gusanos como tu. Y no vuelvas a ir a la policia. No nos gustan los gusanos que van a la policia. -Arrojo un paquete grasiento y sucio sobre la mesa-. Ese estupido chico no sabia que era de oro. -Y se marcho dejando la puerta abierta.

Permaneci de pie, escuchando, pero salieron con el mismo silencio con que habian llegado. Fue una experiencia espeluznante. Se movian como fantasmas.

Abri el paquete y encontre mi cigarrera, o lo que quedaba de ella. La habian aplastado totalmente, sin duda a martillazos.

Aquella noche, por primera vez desde la muerte de Judy, no sone con ella. Sone con un par de ojos oscuros y una voz penetrante que no cesaba de repetir: «No te quedes mucho, Rata».

Jenny no aparecio por la oficina hasta casi el mediodia. Durante las horas anteriores estuve trabajando en las fichas y llegue hasta la letra H. El telefono habia sonado cinco o seis veces, pero, cada vez, la mujer que llamaba decia que queria hablar con la senorita Baxter y cortaba. Tuve tres visitantes, tres ancianas harapientas que partieron apenas me vieron, murmurando tambien que querian hablar con la senorita Baxter. Las recibi con mi mejor sonrisa y les pregunte que podia hacer por ellas, pero salieron corriendo como ratas asustadas. Alrededor de las diez y media, mientras escribia a maquina, se abrio la puerta y un chico, al que inmediatamente reconoci como el que me habia rajado el traje y robado la pitillera, se asomo para hacerme burla y luego salir corriendo. Ni siquiera me moleste en seguirle.

Cuando llego Jenny, con el cabello a punto de caerse en cualquier momento, note que su sonrisa era menos calida y que tenia una mirada preocupada.

– Hay problemas en la carcel -dijo-. No me han dejado entrar. Una de las prisioneras se volvio loca y hay dos celadores heridos.

– Es terrible.

Se sento y me miro.

– Si… -Hizo una pausa y luego prosiguio-. ?Todo bajo control?

– Asi es. No reconocera su archivo cuando tenga un momento para mirarlo.

– ?Algun problema?

– Podria llamarse asi. Anoche tuve una visita. -Le conte lo ocurrido- ?Le dice algo?

– Ese es Spooky Jinx. -Levanto las manos y luego las dejo caer con gesto de impotencia sobre su regazo-. Esta vez ha empezado pronto. A Fred no lo molesto hasta dos semanas despues de haber empezado a trabajar.

– ?Fred? ?El contable que era su amigo?

Ella asintio.

– Cuenteme lo que ha ocurrido.

Le conte, sin mencionar la pitillera, que Spooky me habia advertido que no me quedara mucho tiempo. Tambien que ambos nos habiamos amenazado con distintos objetos y que luego se marcho.

– Se lo adverti, Larry. Spooky es peligroso. Sera mejor que se vaya.

– ?Como es que usted ha logrado permanecer aqui dos anos? ?No ha tratado de echarla?

– Por supuesto, pero tambien tiene su codigo de honor. No ataca a las mujeres y, ademas, le dije que no le tenia miedo.

– Yo tampoco le tengo miedo.

Ella meneo la cabeza. Un mechon de cabellos le cayo sobre los ojos. Con impaciencia, volvio a colocarlo en su lugar.

– No puede hacerse el valiente en esta ciudad, Larry. No… si Spooky no quiere que usted este aqui. Tendra que irse.

– No hablara en serio, ?no?

– Es por su bien. Debe irse. Yo me las arreglare. No complique mas las cosas. Vayase, por favor.

– No, no me ire. Su tio me aconsejo un cambio de escenario. Disculpeme si parezco egoista, pero me preocupa mas mi problema que el suyo. -Le sonrei-. Desde que he llegado a esta ciudad, no he pensado ni una vez en Judy. Eso debe de ser bueno. Me quedare.

– ?Larry! ?Podria acabar herido!

– ?Y que? -Luego, cambiando deliberadamente de tema, agregue-: Han pasado por aqui tres senoras mayores, pero no quisieron hablar conmigo. La querian a usted.

– Por favor, vayase, Larry. Le digo que Spooky es peligroso.

Mire mi reloj. Eran las doce y cuarto del mediodia.

– Quisiera comer algo. -Me puse de pie-. ?Hay algun sitio donde pueda comer algo decente? Hasta ahora, me he arreglado con hamburguesas.

Me miro con aire preocupado y luego levanto los brazos en senal de derrota.

– Larry, espero que se de cuenta de lo que esta haciendo y en que se esta metiendo.

– Usted dijo que necesitaba ayuda… Y eso es lo que obtendra. No nos pongamos dramaticos. ?Que me dice del restaurante decente?

– Muy bien, si eso es lo que quiere. -Me sonrio-. Luigi queda en la Tercera, dos manzanas a la izquierda. No dire que es bueno, pero tampoco es malo. -En ese momento sono el telefono y, mientras me alejaba, alcance a oir sus «si» y «no» rutinarios.

Despues de una comida indiferente (la carne parecia un pedazo de cuero viejo), me acerque a la comisaria.

Habia un chico solo sentado en el banco, contra la pared. Tenia alrededor de doce anos y un ojo a la funerala. La sangre que le salia por la nariz goteaba hasta el suelo. Lo mire y el me miro. El odio de sus ojos fue alarmante.

Me acerque al sargento de guardia, que seguia jugando con el lapiz mientras respiraba pesadamente por la nariz. Levanto la vista.

– ?Otra vez usted por aqui!

– Para ahorrarle problemas -respondi, sin molestarme en hablar en voz baja, pues el chico sentado en el banco perteneceria, con toda seguridad, a la banda de Spooky-. He recuperado mi pitillera -anuncie al tiempo que la colocaba sobre la mesa del sargento.

El sargento estudio lo que quedaba de ella, la tomo en sus pesadas manos sudorosas y, luego, volvio a colocarla sobre el escritorio.

– Spooky Jinx me la devolvio anoche -dije.

El sargento permanecio con los ojos clavados en la cigarrera de oro aplastada.

Prosegui, impasible:

– Dijo que no se habian dado cuenta de que era de oro. Ya ve lo que han hecho con ella.

El sargento estudio el metal y resoplo por la nariz.

– ?Mil quinientos dolares, eh?

– Si.

– ?Spooky Jinx?

– Si.

Se apoyo en el respaldo y echo la gorra hacia atras. Despues de observarme durante un largo momento, con los ojos bizcos, me pregunto:

– ?Quiere presentar la denuncia?

– ?Deberia?

Nos miramos a los ojos. Casi podia oir como trabajaba su cerebro mientras pensaba.

– ?Spooky le dijo que el le habia robado la pitillera?

– No.

Se limpio el polvo del orificio izquierdo de la nariz con el menique, despues miro lo que habia sacado y se limpio en la camisa.

– ?Habia testigos en el momento en que se la devolvio?

– No.

Entrecruzo las manos, se echo hacia delante y me miro, casi con desprecio.

– Escuche, amigo mio, si piensa quedarse en esta maldita ciudad, no haga la denuncia.

– Gracias por el consejo… Entonces, no la hare. -Cogi lo que quedaba de la pitillera, la guarde en el bolsillo trasero del pantalon y agregue-: Pense que tenia que avisar de que ya la habia recuperado.

Intercambiamos otra mirada y despues susurro:

– Voy a darle un consejo, amigo, Si yo fuera usted, desapareceria de esta ciudad cuanto antes. Los estupidos que intentan ayudar a la senorita Baxter no duran mucho tiempo y no se puede hacer nada respecto a ello. ?Me entiende?

– ?Ese chico es de la banda de Jinx? -le pregunte, mientras me volvia a mirar al chico del banco, que no me sacaba los ojos de encima.

– Asi es.

– Esta sangrando.

– Si…

– ?Que le ha ocurrido?

Me miro con sus ojillos de cerdo. Sabia que estaba cansandole.

– ?Y a usted que le importa, amigo? Si es todo lo que tiene que decir, sera mejor que se marche ya -y empezo a jugar otra vez con el lapiz.

Me acerque al muchacho.

– Trabajo para la senorita Baxter, la asistenta social -le dije-. ?Puedo hacer algo por ti…?

No pude continuar, pues el chico me escupio en la cara.

Durante los seis dias siguientes no sucedio nada interesante, Jenny entraba y salia trayendo mas formularios y preguntandome, preocupada, si habia ocurrido algo mas. Me desconcertaba que ella pudiera seguir asi indefinidamente. Tambien me molestaba que llevara siempre el mismo vestido sin forma y que no hiciera ningun esfuerzo por arreglarse.