Yo copiaba sus informes, los rompia, los pasaba a las fichas y seguia poniendole el fichero al dia.
Seguramente, empezo a correrse la voz de que yo era entonces su ayudante oficial y los ancianos y desvalidos empezaron a acudir a mi con sus problemas. La mayoria de ellos intentaba embaucarme, pero yo anotaba sus nombres y direcciones, hacia un resumen de sus problemas y les decia que lo consultaria con Jenny. Cuando comprendieron que no podian enganarme, se volvieron amigables y durante los cuatro dias siguientes mantuve buenas relaciones con ellos, hasta que comprendi que toda aquella verborrea no conducia a nada util y lo interrumpi bruscamente.
Para mis sorpresa, descubri que disfrutaba de aquel extrano contacto con un mundo que ni siquiera habia sonado que existiera. Me quede perplejo cuando recibi una carta de Sydney Fremlin, escrita con tinta de color purpura, preguntandome como estaba y cuando regresaria a Paradise City.
Al leer la carta descubri que habia olvidado por completo Paradise City, Sydney y la lujosa joyeria con sus ricos y sobrealimentados clientes. Me parecio inutil contarle a Sydney el tipo de trabajo que hacia en Luceville. Si lo hubiera hecho, le habria dado un colapso, asi que le escribi que pensaba en el (un exito seguro), que todavia seguia nervioso, que Luceville me proporcionaba ciertamente un cambio de escenario y que volveria a escribirle pronto. Pense que aquello lo mantendria tranquilo una semana, mas o menos.
Al sexto dia, hubo un cambio de escena.
Llegue a la oficina, como siempre, alrededor de las nueve. Encontre la puerta abierta. Con una mirada comprobe que habian forzado la cerradura. Mi cuidadoso trabajo de los ultimos seis dias, todas las fichas mecanografiadas con tanto cuidado, todos mis informes, yacian en el suelo cubiertos de una capa de alquitran. Imposible salvarlos; no se puede hacer nada contra el alquitran.
Sobre mi escritorio, escrito con marcador rojo, se leia:
RATA, VETE A CASA.
Mi reaccion me sorprendio. Cualquier otro se habria enfurecido, desesperado y, tal vez, sentido vencido, pero yo no reaccione asi. Me envolvio una extrana frialdad y de mi fluyo una malicia que nunca habia sentido antes. Mire mi trabajo, arruinado por un adolescente estupido y malvado, y acepte su desafio adoptando una nueva actitud: «Asi que tu me haces esto; bien, yo te hare lo mismo».
Estuve toda la manana limpiando los destrozos. No queria que Jenny se enterara de lo ocurrido. Por suerte, era su dia de visita a la carcel y no volveria antes de las cinco de la tarde. Consegui disolvente, limpie el alquitran del suelo y tire los informes y las fichas estropeadas a la basura.
De vez en cuando, entraban algunas ancianas a conversar conmigo, pero les dije que estaba demasiado ocupado para atenderlas. Observaban el caos que intentaba reorganizar y se iban. Una de ellas, una mujer obesa de unos setenta anos, permanecio junto a la puerta mirandome mientras limpiaba el suelo.
– Ya lo hare yo, senor Larry -me dijo-. Estoy mas acostumbrada que usted.
Tal vez la asusto la maldad que vio en mis ojos porque se fue sin decir nada.
A las cuatro, habia terminado. No respondi ni una vez al telefono. Luego, me sente en mi escritorio y recomence a trabajar en el fichero.
Jenny entro como una tromba a las cinco y cuarto. Parecia cansada cuando se dejo caer en la silla, ante mi mesa.
– ?Todo bajo control? -Percibio el olor-. ?Disolvente? ?Ha pasado algo?
– No, un pequeno accidente… nada importante -conteste-. ?Como le ha ido?
– Bien… como siempre. La gente empieza a hablar sobre usted, Larry. Empieza a gustarle a las ancianas.
– Es un adelanto. -Me recline en la silla-. Hableme de Spooky. ?Tenemos ficha de el?
Jenny se puso tensa y me miro.
– No. ?Por que lo pregunta?
– ?Tiene algo sobre el? ?Su direccion?
Ella siguio mirandome.
– ?Por que quiere saber donde vive?
Force una sonrisa indiferente.
– He estado pensando en el. Me pregunte si no seria conveniente que me pusiera en contacto con el… hacerme amigo suyo. ?Que le parece?
Jenny meneo la cabeza.
– ?No, absolutamente no! Nadie puede ser amigo de Spooky. Larry, se equivoca. -Hizo una pausa y luego me escruto-. ?Ha sucedido algo?
– ?Sucedido? -Sonrei-. Me preguntaba si podria recuperarle de algun modo… quiero decir, hablando con el… Pero hare lo que usted dice… Usted sabe mas que yo…
– ?Ha ocurrido algo! ?Conozco a Spooky! ?Por favor, digamelo!
– No ha pasado nada. Su problema, Jenny, es que a veces dramatiza las cosas. -Volvi a sonreirle. Despues, tuve una repentina inspiracion-. Si no tiene otra cosa mejor que hacer, ?quiere cenar conmigo esta noche?
Ella abrio los ojos.
– ?Cenar con usted? ?Me encantaria!
Por su expresion, me parecio que era la primera invitacion a cenar que recibia desde su llegada a aquella ciudad tan olvidada de la mano de Dios.
– Debe de haber algun lugar donde podamos hacer una buena comida. Luigi no me parecio de lo mejor. ?Adonde podemos ir…? No se preocupe por el precio.
Ella aplaudio.
– ?Lo dice en serio? ?El precio no importa?
– Asi es. No he gastado nada desde que estoy aqui. Y estoy bien provisto.
– Entonces… el Plaza. Esta a unos diez kilometros de la ciudad. No he ido nunca, pero me han hablado de ese sitio. -Agito las manos. Parecia tan excitada como una chiquilla.
– Muy bien. Yo lo arreglo.
Ella miro la hora y se puso de pie de un salto.
– Tengo que irme. Tengo una cita dentro de cinco minutos.
– Entonces, nos vemos esta noche. Venga al hotel a las ocho. Tengo coche. ?De acuerdo?
Ella asintio, sonrio y salio.
Permaneci pensativo durante algunos instantes, luego tome el telefono, llame al departamento de policia y pregunte por el sargento de guardia. Despues de un rato, me respondio una voz ronca.
– Habla Carr… ?Me recuerda? -pregunte.
Oi su pesada respiracion.
– ?Carr? ?El de los mil quinientos dolares, eh?
– Asi es. ?Podria decirme donde vive Spooky Jinx?
Hizo una larga pausa. Luego, pregunto:
– ?Cual es la idea?
– Quiero ponerme en contacto con el. Tenemos una conversacion pendiente.
– ?Se esta buscando problemas, amigo?
– Soy asistente social, ?lo recuerda? -respondi-. Le estoy pidiendo informacion.
Una nueva pausa. Podia imaginarlo jugando con el lapiz y pensando.
Por fin, contesto:
– Muy bien… Asistente social, bien… -Otra pausa-. Vive en Lexington 245. El lugar de reunion de la banda es el Cafe de Sam, en la calle Decima. -Otra pausa y una respiracion mas pesada; luego, agrego-: No se busque problemas, amigo. Nosotros somos los que tenemos que solucionar los problemas de esta ciudad y no nos gusta trabajar de mas.
– Lo entiendo -dije, y colgue.
Busque el numero del Plaza en la guia y reserve una mesa para las nueve menos veinte. Pero todavia me quedaba por solucionar el asunto de Spooky.
Jenny llego al hotel a las ocho. Casi no la reconoci. Tenia el cabello tirante sobre la cabeza y recogido en una trenza. Llevaba un vestido blanco y negro que la convertia en una mujer deseable. Era obvio que estaba contenta y orgullosa de su apariencia y me sonrio, expectante.
– ?Estoy bien?
Yo me habia puesto uno de mis mejores trajes.
Era la primera mujer, desde que habia perdido a Judy, con quien salia.
– Estas muy hermosa -le dije, empezando a tutearla, y hablaba en serio.
Fuimos hasta donde habia aparcado el Buick.
Tenia todas las gomas desinfladas y el asiento del conductor rajado. Sobre el parabrisas, en letras blancas, habian escrito:
RATA, VETE A CASA.
La velada no fue precisamente un exito. ?Como iba a serlo? Jenny se desanimo por lo del coche, a pesar de que yo lo tome con indiferencia, disimulando mi odio hacia Spooky Jinx. La lleve de vuelta al hotel, la acompane hasta uno de los hundidos sillones de cana y llame a Hertz, la compania que me habia alquilado el automovil. En quince minutos me enviaron otro. Mientras aguardaba, intente calmar a Jenny.