– No he dicho nada. El pelo alborotado siempre te ha quedado muy bien.
Grant se quedó escuchando.
– Hay alguien tocando el piano en la planta de abajo -comentó.
– Sí, han traído a un pianista y, por lo que me han dicho, también va a venir una señora que canta -contestó Will.
– Esto parece una boda de verdad.
Su amigo le dio una palmada en el hombro.
– Muy bien, veo que ya te has dado cuenta. Es una boda de verdad.
Grant estaba nervioso. Todo aquello estaba siendo muy diferente a como él lo había imaginado. ¿Cómo hacía uno que su matrimonio fuera única y exclusivamente de conveniencia casándose con pianista y flores y todo? ¿Cómo era posible que todo se les hubiera ido de las manos de aquella manera?
Callie había tenido razón la noche anterior cuando había dicho que todo aquello era demasiado, pero ya era demasiado tarde para echarse atrás.
Al bajar las escaleras unos minutos después, Grant se encontró con Tina. Había mandado un coche a recogerla y se alegraba mucho de que hubiera ido. Sin embargo, cuando vio a su hija, aquella niña que le recordaba tanto a Lisa, tuvo que agarrarse a la barandilla para no caerse.
¿Qué demonios hacía Molly allí? ¿Por qué se le había ocurrido a su madre llevarla a la boda? Grant sabía que era irracional, pero no pudo reaccionar de otra manera. Al ver a la niña, no pudo controlar sus emociones. El dolor se apoderó de él con una intensidad casi insoportable.
No podía casarse con Callie con una niña exactamente igual que su hija mirándolo. Normalmente, era un hombre lógico y pragmático que no dejaba que sus emociones se mezclaran en su vida, pero en aquellos momentos estaba dejando que sus sentimientos lo controlaran.
Rápidamente, buscó a Rosa y le señaló a la hija de Tina.
– Por favor, que alguien se haga cargo de la niña durante la ceremonia -le indicó.
– Sin problema -sonrió él ama de llaves.
– ¿Qué pasa? -le preguntó Gena a su hermano al ver que Rosa bajaba las escaleras a toda velocidad en dirección a la niña.
Grant desvió la mirada.
– Es la hija de Tina -le dijo a su hermana-. Se me ha ocurrido que se lo pasará mejor jugando con Rosa que aguantando la ceremonia.
Su hermana frunció el ceño.
– ¿Te ha pedido su madre que te encargues de ella?
– No, pero… -contestó Grant tragando saliva-. Mi-rala. Es exactamente igual que Lisa, ¿no te das cuenta? No puedo casarme con ella delante. No puedo.
– Grant, no es para tanto… -contestó su hermana mirando a la niña.
Pero Grant estaba subiendo las escaleras de nuevo, ignorando su comentario.
Grant no podía explicar lo que le sucedía, pero, siempre que veía a Molly, le parecía que veía a Lisa mirándolo con tristeza y reproche, y no podía soportarlo.
Por fin, llegó el momento de que comenzara la ceremonia.
Habían colocado sillas en el jardín, formando un pasillo central. Grant avanzó por él detrás de Will y se colocaron junto al altar. El rancho estaba lleno de gente y Grant se preocupó ante la posibilidad de que Callie se sintiera intimidada.
– ¿Has puesto un anuncio en el periódico o qué? -le preguntó Will mirando a su alrededor.
– No, yo no he hecho nada -murmuró Grant.
A continuación, miró a su abuelo, que estaba sentado en la primera fila. Al verlo sonriente y satisfecho, se sintió mejor.
Entonces, el pianista comenzó a tocar Here comes the bride y apareció Tina, muy digna y feliz. Detrás de ella, iba Callie, tan hermosa que Grant sintió que la respiración no le llegaba a los pulmones.
Al ver que lo miraba y sonreía, se sintió inmensamente aliviado. Todo iba a salir bien. La ceremonia iba a ir bien y aquella misma noche se iban a poner manos a la obra para concebir un precioso bebé.
Lo cierto era que Grant se moría de ganas de que llegara aquel momento.
– Hola -murmuró Callie al llegar a su lado. -Hola, guapa -contestó Grant. -¿Nos casamos? -sonrió Callie. -Vamos allá -contestó Grant.
Magia.
Era la única palabra que se le ocurría a Callie. Magia, magia de verdad, magia maravillosa.
Había creído que se iba a sentir incómoda en una habitación llena de gente a la que no conocía de nada. Las únicas personas a las que conocía eran Tina, Molly, Grant y su hermana.
Sin embargo, fue más que suficiente porque todos los demás se comportaron como si la conocieran de toda la vida. Era el centro de atención y de las preguntas, jamás se había sentido así de bien.
Todo el mundo estaba encantado por ella y por Grant, pensando que iniciaban juntos la andadura hacia la felicidad total. Aquello había hecho que, al principio, Callie se sintiera mal, fingiendo que aquél era un matrimonio normal cuando ellos dos sabían que era por conveniencia.
Sin embargo, ¿de qué serviría explicárselo a la gente? No lo iban a entender. Además, Callie estaba empezando a dejarse llevar e incluso estaba empezando a sentirse como si fuera un matrimonio por amor.
Cada vez que miraba a Grant, reaccionaba estremeciéndose por dentro ante lo guapo que lo veía de esmoquin.
¿Empezaría así el amor?
«¡Esto no es amor, tonta! Lo que te pasa es que estás deseando que llegue la noche de bodas», se dijo.
Tal vez. No merecía la pena negarse que, cada vez que pensaba en aquella noche, sentía que el corazón le daba un vuelco.
¿Y qué? Sí, lo cierto era que estaba deseando quedarse a solas con él. Estaba nerviosa, pero por un buen motivo.
Y, de repente, Tina agarró el ramo de novia, el ponche de champán se terminó, los sandwiches desaparecieron, la tarta voló y llegó el momento de irse.
Callie y Grant se despidieron de todos los presentes, dándoles las gracias por haber ido. Los invitados se despidieron de ellos con buenas palabras y risas.
Callie oyó que habían atado cosas a la parte trasera del coche de Grant y vio que se pasaban bolsitas de arroz de unos a otros.
Aquello era una locura.
Era una boda de verdad.
Callie nunca había pensado que algo así le fuera a suceder a ella. Se giró hacia Grant.
– Un beso y nos podremos ir -le dijo su marido.
Callie asintió, feliz. Grant se inclinó hacia ella y sus labios se tocaron. Callie suspiró.
Magia.
Y, entonces, de repente, todo saltó por los aires.
Alguien gritó, la gente se giró confundida. ¿Qué estaba ocurriendo?
– Que alguien llame a una ambulancia -gritó alguien-. Rápido. Tina se ha desmayado
– ¿Tina? -se asustó Callie.
Para cuando consiguió abrirse paso entre la gente, su amiga ya estaba sentada y alguien le estaba acercando un vaso de agua a los labios.
– Estoy bien -dijo Tina intentando sonreír-. Es sólo que… -añadió con voz trémula antes de volver a perder el conocimiento.
Evidentemente, no estaba bien en absoluto. Callie lo pasó fatal hasta que llegó la ambulancia que había de llevarlas al hospital.
– Tengo que ir con ella -le dijo a Grant-. Lo siento mucho, pero…
– Por supuesto, ve con ella.
– Te llamo desde el hospital.
– Muy bien.
Grant se quedó observando cómo Callie se subía vestida de novia a la parte trasera de la ambulancia y se dio cuenta de que no iba a haber noche de bodas, pero no importaba porque lo único esencial en aquellos momentos era la salud de Tina
Eso y…
– ¿Dónde está la niña? -le preguntó a Gena-. Espero que no haya visto nada de esto.
– No, no te preocupes, está durmiendo en mi cama.
Grant asintió y tomó aire.
– Supongo que tendremos que buscar a alguien para cuidarla.
– Sí, luego. De momento, puede quedarse conmigo -contestó su hermana.
– ¿Estás segura?
– Sí, completamente segura. Es adorable. Yo me haré cargo de ella hasta que sepamos algo de su madre.
Grant asintió y se quedó mirando la carretera que conducía fuera del rancho, aquella carretera por la que había desaparecido Callie, y se preguntó cuánto tiempo pasaría hasta que volviera a tenerla entre sus brazos.