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Ooh. El doctor Arnavitz sabía dar donde dolía. Se ría por eso que media hora de consulta costaba dos cientos dólares.

Tras treinta minutos de conversación, su tiempo había terminado. Ella le dio las gracias por haberla recibido y él le dijo que pensara en serio sobre lo que le había dicho.

De vuelta al apartamento en el viejo Pontiac de su padre, la reprimenda del doctor aún le daba vueltas en la cabeza.

«Conviértete en una magnate», le había dicho. «Contrata empleados».

Cuando llegó a casa ya había decidido convertirse en millonaria antes de cumplir los treinta. Aquello le probaría a Nic que no le necesitaba.

Cuando entró en el apartamento se dirigió hacia el comedor que ella y sus hermanas habían convertido en oficina y telefoneó a Don Jardine. Era el ex novio de Greer y el propietario de la empresa encargada de imprimir los calendarios que vendían y distribuían en Estados Unidos.

– Hola, Don.

– Piper! No sabía que hubieras regresado de Europa. ¿Cómo ha ido todo?

Ella se dio cuenta de que no había preguntado por Greer. Chico listo. Piper planeó hacer lo mismo cuando viera a sus hermanas y nunca preguntar por Nic.

– Olivia se ha casado con Lucien de Falcón. ¡Así han ido las cosas! Dejaré que seas tú quien le dé a Fred la noticia.

Fred era el antiguo novio de Olivia y el amigo de Don.

Después de un prolongado silencio, él exclamó:

– ¡Qué barbaridad! Debe de haber algo en los genes de los Varano que es fatal para las hermanas Duchess.

Parecía que Don hubiera leído el pensamiento de Piper. Sin duda tenía que haber una explicación científica para el hecho de que ella y sus hermanas se hubieran enamorado de hombres pertenecientes a la misma familia.

Una vez Piper leyó algo sobre dos gemelos en Inglaterra que se habían enamorado de la misma mujer. Ella los quería a los dos, así que los tres se las apañaron y formaron juntos una familia. Cuando Piper les leyó la historia a sus hermanas, las tres se habían reído, pero ahora ya no tenía ninguna gracia.

– ¡No para esta Duchess! -declaró vehementemente.

– ¿Quiere eso decir que Tom podría tener aún alguna esperanza?

– No.

Tom era el ex novio de Piper y otro de los mejores amigos de Don. En alguna ocasión los seis habían disfrutado practicando esquí acuático y yendo al cine juntos. Tal y como Greer siempre había dicho, eran un número perfecto.

Nada podría haber sido más cierto. Una vez que Max hubo conseguido a Greer para él solo fue el final del triunvirato de las chicas. El efecto dominó había comenzado. Olivia estaba fascinada por Luc y en cuanto a Piper…

Piper era una tonta que nunca más volvería a insinuarse a un hombre.

– Tengo una proposición que hacerte. Es algo grande.

– ¿Cómo de grande?

– ¿Quieres viajar a Sydney, Tokio y Río conmigo para descubrirlo? Dependiendo de los ingresos, podremos incorporar y ofertar acciones en bolsa. ¿Te interesa?

Siguió un largo silencio.

– ¿Cuándo podemos reunimos para hablar de ello?

– Si estás libre, esta misma noche. Para empezar tendremos que conseguir el mejor abogado mercantilista que encontremos.

– De acuerdo. ¿Qué me dices de Europa?

Su cuerpo se puso tenso.

– Olvídalo. No volveré a poner un pie en ese continente jamás.

– No digas eso, Piper. Tus hermanas viven allí.

– Entonces serán ellas quienes tendrán que venir a yerme.

– ¿Qué es lo que me estoy perdiendo? Pensé que la semana pasada habíais ido a España con la intención de ampliar mercados.

– Yo también creía eso, pero descubrí que todo era un montaje. Realmente no quiero hablar de ello.

– Me temo que tendrás que hacerlo si quieres que sea tu socio. ¿Qué es eso de un montaje?

Todavía irritada, Piper le dijo:

– Los primos Varano usaron su influencia y su fortuna para hacer que signore Tozetti fuera nuestro distribuidor europeo.

»Fue una jugada maestra por parte de Luc. El supo cómo atraer a Olivia hasta Europa a través de una oferta muy lucrativa de negocio para que pudiera perdonar lo por haber sido tan cruel con ella. Su plan funcionó tan bien que ahora están de luna de miel.

»Pero no quiero la parte de las ganancias obtenidas allí, puesto que no obtuvimos el contrato por mérito propio.

Piper dividiría con sus hermanas los beneficios logrados en Europa. No tenía la menor intención de que darse con un solo céntimo con el que Nic tuviera algo que ver.

– No puedo culparte por eso -murmuró Don.

– Gracias por entenderlo.

– Entiendo mucho más de lo que crees. Después de todo eres una artista y me atrevo a decir que muy brillante.

– Gracias, Don.

– Es cierto. Algún día serás famosa, Piper.

Eso era lo mismo que había dicho Olivia antes de que ambas descubrieran que todo era un montaje:

– Mamá y papá estarían tan orgullosos de saber que tus dibujos van a ser famosos en toda Europa, Piper… -había dicho Olivia.

– No lo sabemos todavía, así que no nos hagamos ilusiones.

– Signore Tozetti no nos habría pagado un anticipo para venir a España si no creyera que muy pronto ganará un dineral contigo. Cuando vea todo lo que has hecho en tan sólo tres días, querrá enviarte a todas partes: Francia, Suiza…

Piper agarró con fuerza el auricular.

– Uno no se hace famoso con unos cuantos calendarios.

– Tus calendarios han sido el primer peldaño en tu escalera hacia el éxito. Ahora es el momento de diversificar tus actividades.

Empezaba a sonar como el doctor Arnavitz.

– ¿En qué sentido?

– Las campañas comerciales en televisión y en Internet funcionan de maravilla. Piensa globalmente y no habrá límites. Multinacionales de varios continentes pagan cifras de siete y ocho dígitos a los artistas capaces de dar con una imagen que sea reconocida mundialmente.

Ella parpadeó.

– ¿Cuánto tiempo llevas pensando sobre ello?

– Desde que empecé a imprimir los calendarios para Diseños Duchess. Tienes un toque genial, Piper, y quizá con mi ayuda puedas sacarle más partido.

– Me gusta tu forma de pensar. ¿Puedes pasarte sobre las siete?

– Allí estaré con algunas ideas que llevo madurando durante algún tiempo.

– ¿Alguna vez le dijiste a Greer algo sobre esto?

– ¿Tu qué crees?

– Tienes razón. ¡Qué pregunta más tonta!

Nadie, excepto Max, le había dicho nunca nada a Greer. El se las había apañado para besarla a bordo del Piccione y le había hecho pasar una noche arrestada en una prisión italiana después de la cual, él se le había declarado. Fue el camino directo a su corazón y ella acabó lanzándose a sus brazos.

Luc había actuado de forma diferente. Después de romperle el corazón a Olivia por culpa de un terrible malentendido, él la había hecho regresar a Europa con falsas pretensiones. Después la había encerrado en una limusina teledirigida llamada Cog que él mismo había diseñado. Se las había ingeniado tan bien para acabar con sus defensas que Olivia prácticamente se había derrumbado y lo había perdonado.

Era horrible.

Piper se alegraba por los cuatro. Realmente se alegraba, pero no quería pensar en sus cuñados porque empezaría a pensar en Nic, y esa clase de pensamiento era desastroso.

Veintiséis de enero. Marbella, España.

– ¿Señor Pastrana?

– ¿Si, Filomena?

Nic estaba a punto de marcharse de la oficina en el Banco de Iberia. Desde que habían reestructurado su red de oficinas, el banco disfrutaba de un trimestre en el que las operaciones financieras habían superado sus expectativas, pero eso no parecía alegrarlo mucho.