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– Entiendo.

– Bueno, hizo un viaje en el último mes. Creo que se fue tres días. Tres días y dos noches. Fue en el ferry. Eso significa que o bien cruzó e iba a otro sitio o bien al hospital. Y estoy convencida de que no fue al hospital. Creo que me lo habría dicho y de todos modos conozco a todo el mundo en cardiología del Cedars. Me habrían contado que estaba allí y qué estaba pasando. Tengo espías en ese sitio.

– Vale, Graciela, eso está bien. Ayuda. ¿Recuerda cuándo fue eso exactamente?

– No exactamente. Fue a final de febrero, creo. Quizá los dos primeros días de marzo. Recuerdo que era época de facturas. Lo llamé al móvil para hablar de dinero y me dijo que estaba en el continente. No dijo dónde, sólo que estaba allí y que volvería en un par de días. Seguro que estaba conduciendo cuando hablamos. Y sabía que no había cogido el barco porque estaba viéndolo desde la terraza mientras hablábamos.

– ¿Por qué lo llamó, recuerda?

– Sí, había facturas que pagar y no sabía si se había llevado algunas cosas al barco en febrero. Los cargos de la tarjeta de crédito los mandaban directamente aquí, pero Terry tenía la mala costumbre de andar con cheques nominativos y efectivo de los clientes en la cartera. Cuando murió y recuperé su billetera, llevaba tres cheques de novecientos dólares que no había ingresado en dos semanas. No era muy bueno en los negocios.

Lo dijo como si fuera una de las cualidades encantadoras y graciosas de su marido, aunque estaba convencido de que en vida de Terry ella no se reía de esos descuidos.

– Un par de cosas más -dije-. ¿Sabe si tenía la costumbre de llamar a un hospital en una ciudad que iba a visitar? En otras palabras, si iba a ir a Las Vegas habría llamado antes a un hospital local por si necesitaba algo?

Hubo una pausa antes de que ella respondiera.

– No, no me suena como algo que él pudiera hacer. ¿Está diciendo que lo hizo?

– No lo sé. Encontré un número de teléfono en una de esas carpetas. Y un nombre. El teléfono era del Vegas Memorial y estoy tratando de entender por qué iba a llamar allí.

– El Vegas Memorial tiene un programa de trasplantes, eso lo sé. Pero no sé por qué iba a llamar allí.

– Y el nombre de William Bing, ¿lo conoce? ¿Puede ser algún médico que le recomendaran?

– No lo sé… Me suena el nombre, pero no lo sitúo. Podría ser un médico. Puede que me suene de eso.

Esperé un momento para ver si lo recordaba, pero no lo hizo. Seguí insistiendo.

– Bueno, una última cosa, ¿dónde está el coche de Terry?

– Debería estar en el puerto de Cabrillo. Es un viejo Jeep Cherokee. En el llavero que le di hay una llave. Buddy también tiene una porque a veces lo usa. Lo cuida para nosotros, bueno, ahora para mí.

– Vale, voy a echarle un vistazo mañana por la mañana, así que tendré que quedarme la llave. ¿Sabe a qué hora sale el primer ferry?

– A las nueve y cuarto.

– ¿Podemos vernos a las siete y media o las ocho en su casa? Quiero llevarme esos extractos y también mostrarle un par de cosas. No tardaré mucho, y después cogeré el primer ferry.

– Um, quedemos a las ocho. A esa hora ya debería haber vuelto. Normalmente llevo a Raymond a la escuela y a CiCi a la guardería.

– Perfecto. Hasta mañana a las ocho.

Terminamos la conversación e inmediatamente llamé a Buddy Lockridge. Lo desperté una vez más.

– Buddy, soy yo otra vez.

Refunfuñó.

– ¿Terry fue a Las Vegas el mes antes de su muerte? ¿Alrededor del uno de marzo?

– No lo sé, tío -dijo con voz cansada y enfadada-. ¿Cómo iba a saberlo? No recuerdo ni lo que hice yo el uno de marzo.

– Piense, Buddy. Hizo un viaje en coche, alrededor de entonces. No se llevó el barco. ¿Adonde fue? ¿Le contó algo de eso?

– No me dijo nada. Pero ahora recuerdo ese viaje porque el Jeep volvió hecho un asco. Tenía sal o alguna mierda por todas partes. Y me tocó lavarlo a mí.

– ¿Le preguntó por eso?

– Sí-dije-. «¿Dónde has estado, haciendo rallys?» Y él dijo: «Sí, algo así.»

– ¿Y nada más?

– No dijo nada más. Yo lavé el coche.

– ¿Y el interior? ¿También lo limpió?

– No, sólo por fuera. Lo llevé al túnel de lavado de Pedro y le echaron un detergente potente. No hice nada más.

Asentí con la cabeza al tiempo que concluía que había conseguido todo lo que necesitaba de Lockridge. Por el momento.

– ¿Estará allí mañana?

– Sí, estos días siempre. No tengo adonde ir.

– Bueno, pues ya nos veremos.

Después de terminar la conversación hice una llamada más. Marqué el número que McCaleb había escrito encima de la solapa de la carpeta detrás del nombre de Ritz, el detective citado en el artículo del Times.

El contestador me informó de que la unidad de personas desaparecidas de la policía de Las Vegas estaba abierta de ocho de la mañana a cuatro de la tarde, de lunes a viernes. El mensaje avisaba a quien tuviera una emergencia que colgara y llamara al 911.

Cerré el teléfono. Era tarde y tenía que empezar pronto por la mañana, pero sabía que no iba a poder dormirme fácilmente. Tenía la adrenalina en la sangre y sabía por experiencia que dormir no era una opción. Todavía no.

Estaba aislado en un barco con dos linternas para ver, pero aun así había trabajo que hacer. Abrí la libreta y empecé a construir un registro cronológico de las fechas y horas de los eventos en las semanas y meses anteriores a la muerte de Terry McCaleb. Lo apunté todo en la hoja, lo importante y lo no importante, las conexiones reales y las imaginadas. Igual que la experiencia me había enseñado acerca del sueño y la capacidad de pasar largos periodos sin dormir, sabía que los detalles eran importantes. Lo que aparentemente carece de importancia en un momento puede tener toda la importancia más tarde. Lo que es críptico y desconectado se convierte en la lupa a través de la cual los misterios se aclaran.

14

Siempre puedes saber quiénes son los isleños. Son los que se sientan dentro y hacen pasatiempos durante los noventa minutos del trayecto del ferry. Los turistas normalmente están arriba o alineados en la proa o en la popa para captar con sus cámaras un último atisbo de la isla mientras ésta se encoge entre la niebla. En el primer barco de la mañana siguiente yo iba dentro con los isleños. Pero estaba resolviendo un pasatiempo diferente. Me senté con el archivo en el cual Terry McCaleb había hecho las anotaciones del caso abierto en mi regazo. También tenía la cronología que había elaborado la noche anterior. La estudié con la esperanza de memorizarla al máximo. Para cerrar con éxito una investigación es preciso poseer un dominio instantáneo del caso.

7 ene. McC lee artículo sobre los hombres desaparecidos en Nevada y llama a la policía de Las Vegas.

9 ene. La policía de Las Vegas no está interesada.

2 feb. Hinton, Vegas Sun. ¿Quién llamó a quién?

13 feb. Excursión de medio día con Jordán Shandy.

19 feb. Excursión con Finder.

22 feb. Denuncia al sheriff del robo del GPS.

27 feb. McC crea archivo de fotos.

1 mar? McC en el continente durante tres días.

28 mar. Ultimo crucero de McC en el Following Sea con medicamentos.

31 mar. McC muere.

Ahora añadí lo que Graciela me había contado una hora antes. Los mismos extractos de la tarjeta de crédito que le había pedido que recopilara para controlar los movimientos de su marido contenían también sus propias compras. Había un cargo de Visa atribuido a los grandes almacenes Nordstrom del 21 de febrero. Cuando le pregunté, me dijo que había hecho la compra en el Promenade. Le pregunté si había vuelto allí desde entonces y me dijo que no.