– Tienes buen aspecto -dijo Doran-. Supongo que todo ese aire fresco y campo abierto te sienta bien.
Alpert intervino y le ahorró a Rachel hacer un falso halago a cambio.
– Greta, Harvey, ¿quién quiere empezar? -preguntó, pisoteando la reunión virtual.
– Supongo que empezaré yo, porque todo empieza con la excavación -dijo Greta Coxe-. A eso de las siete de la tarde de ayer habíamos exhumado ocho cadáveres, que ya están en Nellis. Esta tarde cuando volvimos allí, estábamos empezando con el número nueve. Lo que vimos en la primera excavación se mantiene cierto con la última. Las bolsas de plástico en cada incidencia y el…
– Greta, tenemos una cinta en marcha -interrumpió Alpert-. Seamos completamente descriptivos. Como si habláramos a una audiencia no informada. No nos saltemos nada.
«Excepto cuando se trata de mencionar a Robert Bac-kus», pensó Rachel.
– Claro, como no -dijo Coxe-. Um, los ocho cadáveres exhumados hasta ahora estaban completamente vestidos. La descomposición era extensiva. Manos y pies atados con cinta. Todos tenían bolsas de plástico sobre la cabeza, que también habían sido adheridas al cuello con cinta. No existe variación en esta metodología, ni siquiera entre las víctimas uno y dos, lo cual es inusual.
A última hora del día anterior, Rachel había visto las fotos. Había regresado a la sala de mando de la caravana y había mirado la pared de fotos. Le quedó claro que todos los hombres habían sido asfixiados. Las bolsas no eran de plástico transparente, pero incluso a través de su opacidad se distinguían las facciones de los rostros y las bocas abiertas en busca de un aire que no iba a llegar. Le recordó fotos de atrocidades de guerra, cadáveres desenterrados de fosas comunes de Yugoslavia o Irak.
– ¿Por qué es inusual? -preguntó Alpert.
– Porque lo que vemos con más frecuencia es que el plan de asesinar evoluciona. A falta de una mejor manera de describirlo, el asesinato mejora. El sudes aprende cómo mejorar de víctima a víctima. Eso es lo que suele verse en los datos de que disponemos.
Rachel se fijó en que Coxe había usado el término «sudes». Sujeto desconocido. Lo más probable es que estuviera fuera del círculo escogido y no supiera que el sujeto era más que conocido para el FBI.
– Muy bien, de manera que la metodología quedó establecida desde el primer día -dijo Alpert-. ¿Algo más, Greta?
– Sólo que probablemente hayamos terminado con la excavación pasado mañana. A no ser que las sondas encuentren algo más.
– ¿Seguimos sondeando?
– Sí, cuando tenemos tiempo. Pero estamos a dieciocho metros del último cadáver y las sondas no han encontrado nada. Y anoche hubo otro vuelo desde la base de Nellis. No había nada nuevo en la imagen térmica. De manera que en este momento nos sentimos bastante confiados de que los tenemos todos.
– Gracias a Dios. ¿Harvey? ¿Qué nos cuenta?
Richards se aclaró la garganta y se inclinó hacia delante para que su voz se oyera por los micrófonos electrónicos, estuvieran donde estuviesen.
– Greta tiene razón, los ocho cadáveres exhumados hasta el momento están en el depósito de Nellis. Hasta el momento el velo de confidencialidad se sostiene. Creo que la gente de allí cree que estamos llevando extraterrestres de un platillo volante accidentado en el desierto. ¡Así empiezan las leyendas urbanas!
Sólo Alpert sonrió. Richards continuó.
– Hemos llevado a cabo cuatro autopsias completas y exámenes preliminares de los otros. Al hilo de lo que ha dicho Greta, no estamos encontrando grandes diferencias entre un cadáver y otro. Este tipo es un robot. Es casi como si los asesinatos en sí no tuvieran importancia. Quizá lo que le pone a este tío sea la caza. O quizá los asesinatos forman parte de un plan más amplio que todavía desconocemos.
Rachel miró fijamente a Alpert. Odiaba que gente que estaba trabajando tan estrechamente en el caso tuviera que seguir haciéndolo sin disponer de la información fundamental, pero sabía que si decía algo pronto estaría fuera de la investigación.
– ¿Tiene una pregunta, Rachel?
La había pillado con la guardia baja. Vaciló.
– ¿Por qué se llevan los cadáveres a Nellis en lugar de examinarlos aquí o en Los Ángeles?
Conocía la respuesta antes de formular la pregunta, pero necesitaba decir algo para escapar del momento.
– De esta manera es más fácil mantener el secreto. Los militares saben mantener un secreto. -Su tono sugería una pregunta final no expresada: «¿Y usted?» Volvió a mirar a Richards-. Continúe, doctor.
Rachel se fijó en la sutil diferencia. Alpert había llamado a Richards doctor, mientras que se había dirigido a Greta Coxe sencillamente por su nombre de pila. Era un rasgo característico. O bien Alpert tenía problemas con las mujeres en posiciones de poder y conocimiento o no respetaba la ciencia de la antropología. Supuso que se trataba de lo primero.
– Bueno, estamos contemplando la asfixia como la causa de la muerte -dijo Richards-. Es bastante obvio con lo que tenemos. No ha quedado mucho con lo que trabajar, pero de momento no vemos otras lesiones. El sudes los domina de alguna manera, les sujeta con cinta muñecas y tobillos y después les pone la bolsa en la cabeza. Creemos que la cinta en torno al cuello es significativa. Es indicativa de una muerte lenta. En otras palabras, el sudes no estaba sosteniendo la bolsa. Se tomaba su tiempo, ponía la bolsa en la cabeza, la sujetaba con cinta y luego retrocedía para observar.
– ¿Doctor? -preguntó Rachel-. ¿La cinta se aplicó desde detrás o desde delante?
– Los extremos están en la nuca, lo cual indica que la bolsa se puso desde detrás, posiblemente con la víctima sentada, y después se fijó en su lugar.
– Así que él… el, eh, sudes… podría haber estado avergonzado o temía encararse a las víctimas cuando hacía eso.
– Es muy probable.
– ¿Cómo va la identificación? -preguntó Alpert. Richards miró a Sundeen y éste continuó. -Hasta ahora sólo tenemos los cinco incluidos en la investigación de Las Vegas. Suponemos que el sexto de ellos estará en una de las dos exhumaciones finales. Con los otros, por el momento, estamos teniendo problemas. No disponemos de huellas útiles. Hemos enviado la ropa, lo que quedaba de ella, a Quantico y quizá Brass tenga una actualización al respecto. Entretanto…
– No, ninguna actualización -dijo Doran desde la pantalla de televisión.
– De acuerdo -dijo Sundeen-. Hoy hemos introducido los datos dentales en el ordenador. Así que tal vez obtengamos algún resultado por esta vía. Aparte de eso estamos esperando que ocurra algo.
Asintió con la cabeza al terminar su informe. Alpert retomó la dirección de la reunión.
– Quiero dejar a Brass para el final, así que hablemos del suelo.
Mary Pond intervino.
– Hemos tamizado la tierra extraída y todo ha salido limpio salvo por un elemento que obtuvimos ayer que es apasionante. En la excavación siete encontramos un trozo de chicle envuelto en papel. Juicy Fruit, según el envoltorio. Estaba enterrado a entre sesenta y setenta y cinco centímetros en una tumba de noventa centímetros. Así que creemos que está relacionado y que podría ser una pista para nosotros.
– ¿Dentales? -preguntó Alpert.
– Sí, tenemos dentales. Todavía no puedo concretar nada, pero parecen tres buenas impresiones. Lo puse en una caja y se lo mandé a Brass.
– Sí, está aquí-dijo Doran desde la pantalla-. Llegó esta mañana. Lo he puesto en marcha, pero todavía no tenemos nada. Quizá más tarde. Aunque estoy de acuerdo. De lo que tenemos sacaremos al menos tres dientes. Quizás incluso ADN.