Выбрать главу

Ella se giró y lo miró con temor.

– ¿Puedes mirarme a los ojos y decirme que me equivoco? -le preguntó él.

Ella abrió la boca para hablar, pero luego la cerró. Él había visto una tormenta en sus ojos. Hubiera querido decirle que no importaba todo aquello. Le daba igual lo que hubiera pasado. Pero hasta que ella no se enfrentase al pasado, no tendría un futuro. Sólo una profesión.

– ¿Cassie? -insistió suavemente.

– No, no te equivocas. Yo pensé que era un amor único e ideal. Pero me había equivocado.

Como él sabía que a ella le resultaría más fácil hablar sin mirarlo, empezó a caminar por la orilla del lago.

– Te pegó, ¿verdad?

Hubo un silencio incómodo que le indicó que estaba en lo cierto. Luego oyó la respiración entrecortada de Cassie debajo de la lluvia.

– No, no me pegó, Nick. Pero lo habría hecho si Dem no se hubiera abalanzado sobre él y le hubiera arañado el brazo. ¿Cómo lo has adivinado?

– Tú me dijiste que a Dem no le gustan los hombres. Eso me despertó la curiosidad de saber por qué. Y luego cuando te senté un poco bruscamente en el sofá, vi que el gato reaccionaba como un tigre -la miró. Cassie estaba con la cabeza bajada y el pelo mojado.

– Podría ser un gato con mal carácter simplemente.

– Podría. Pero cuando el policía te preguntó si querías ponerte en contacto con el Servicio de Violencia Doméstica, te pusiste blanca. Creo que fue por eso que el policía insistió tanto en el asunto.

– ¡Se supone que tú le tenías que estar dando un mensaje a su compañero, y no escuchando detrás de la puerta!

– Lo sé. Luego me sentí mal por hacerlo -le tomó la mano. Ella no lo rechazó-. ¿Qué es lo que marchó mal, Cassie?

– No fue nada complicado, ni que tuviera una intensidad especial. No hubo otras mujeres, ni otros hombres -agregó-. Se trató de dinero -Nick no dijo nada al oír esas palabras-. Jonathan era un jugador empedernido y se casó conmigo por mi dinero. Cuando descubrió que no tenía dinero para pagar sus deudas, se sintió acorralado -un escalofrío le recorrió todo el cuerpo.

Él la abrazó y ella se dejó abrazar.

– Yo me preguntaba por qué habíais tenido tanta prisa por casaros.

– Fue idea suya, por supuesto. Y yo estaba tan enamorada que no se me ocurrió cuestionar sus motivos -lo miró-. No le he contado a nadie lo que pasó, Nick, ni siquiera a mi hermana.

Nick vio un tronco en el suelo y le preguntó:

– ¿Nos sentamos?

Ella asintió.

– No se lo diré a nadie, Cassie. Puedes confiar en mí.

– ¿De verdad? -le preguntó ella, dudándolo.

Él la comprendía. Un hombre la había defraudado, y él tampoco le había demostrado ser un santo.

– Es posible que yo no sea perfecto, pero no soy un cotilla. Nada de lo que me cuentes saldrá de mí.

Ella lo miró con desconfianza aún.

– Creo que deberías contárselo a alguien.

Ella lo miró y se encogió de hombros.

– No hay nadie más aquí, así que supongo que ese alguien tienes que ser tú.

Tardó un momento en hablar.

– Él andaba detrás de la casa. Ha estado en manos de mi familia durante generaciones y cuando murieron mis padres en un accidente de autocar, quedó en manos de Lauren y mías. Mi hermana estaba casada por aquel entonces. Mike tenía uno o dos años. Joe estaba en camino y ella quería un jardín. A ella nunca le gustó vivir en la ciudad. Yo todavía estaba viviendo con mis padres, así que le pagué una renta por la mitad de la casa y empecé el negocio de las comidas con el dinero que nos dio el seguro por el accidente -suspiró-. Supongo que Jonathan debió de enterarse de la indemnización por el accidente en el diario local y pensó que yo sería fácil de engañar. Luego descubrió que yo estaba viviendo en la valiosa casa, y decidió jugárselo todo a una sola carta. Como te he dicho, era jugador.

– ¿Cómo te conoció?

– En una comida. Me dijo que era un comerciante de caballos de carrera, dijo los nombres de algunas personas de aquel mundillo, y con su encanto y entusiasmo logró lo demás. Ahora que lo pienso, era demasiado bueno para ser real. Nadie es tan perfecto. Tenía que ser una farsa.

– Al parecer, engañó a todo el mundo. ¿Qué pasó con su familia?

– Vivían fuera del país, en Sudáfrica. Me prometió que iríamos a verla en una larga luna de miel, cuando no estuviera tan ocupado. Eso al menos fue verdad. Recibí una carta encantadora de su madre cuando él murió, agradeciéndome haberlo hecho tan feliz en sus últimas semanas de vida, e invitándome a visitarlos.

– ¿No sabían ellos cómo era Jonathan?

– Tal vez, sí. Tal vez estuvieran fingiendo no saberlo, como yo frente a ellos -lo miró. Tenía los ojos llenos de lluvia o lágrimas, el pelo pegado a la frente-. Lo primero que me alertó de que algo iba mal fue una llamada del banco para preguntarme si yo quería un crédito para cubrir el saldo deudor de mi cuenta. Hasta ese momento yo no sabía que tenía un descubierto en el banco. Pero él había sacado todo el dinero de mi cuenta del banco, de nuestra cuenta. Yo había puesto la cuenta a nombre de los dos al casarnos. Claro que él tuvo una excusa muy verosímil para justificarlo, diciéndome que lo había hecho para cubrir el coste de la compra de un caballo hasta que pudiera cobrar el cheque del nuevo dueño. Pero cuando llamé al banco para arreglar las cosas con ellos, descubrí que había sacado el título de propiedad de la casa de la caja fuerte.

– Pero no podía vender la casa sin que te enterases.

– No podía venderla. Pero necesitaba las escrituras para cubrir una deuda con un corredor de apuestas profesional. Entonces fue cuando su farsa llegó a su fin. Estaba esperando que llegase a casa para acusarlo por lo que había hecho, pero él no esperó a que sucediera eso. El corredor de apuestas le había dicho que no alcanzaba con las escrituras. Quería su dinero.

– ¿Y qué pasó con las escrituras?

– Está en manos de un administrador a nuestro nombre. Si quisiéramos venderla, tendríamos que ponernos de acuerdo todos, Lauren, los fideicomisarios y yo.

“Entonces Jonathan le había dicho la verdad. Que no tenía trabajo, que jugaba y que a veces perdía. Le había dicho que ella no le importaba en absoluto, que su intenso romance había sido provocado por su urgente necesidad de dinero. Y más concretamente por su casa, que usaría como garantía para cubrir una deuda. Si ella no convencía a su hermana y a los fideicomisarios de que debían vender la casa, él iría a prisión.

– ¿Y tú dijiste que no?

– Fue como una revelación para mí. Empecé a ver quién era en realidad: un desgraciado envuelto en un hermoso cuerpo y descubrí que el amor a primera vista podía ser un engaño. No me fue difícil decir que no.

Así había sido como Doctor Jekyll se había convertido en Mister Hyde, y éste le habría pegado, de no ser por Dem, que al verlo levantar el brazo se le había tirado y lo había arañado. Jonathan había tirado al gato al medio de la habitación y se había marchado. Dos días más tarde la policía había llamado para decirle que había tenido un accidente contra un puente de una autopista de Yorkshire.

– ¿Fue un suicidio?

– No lo sé. El veredicto fue muerte accidental, pero el día de su funeral, echaron las escrituras en el buzón en un sobre marrón. A veces me pregunto si decidieron usarlo como ejemplo para otros como él.

Nick dijo algo breve.

– No me extraña que tu familia haya temido por tu salud mental.

– ¿Es cierto eso?

– Beth me dijo que lo único que había impedido que te volvieras loca había sido tu trabajo.

– La herencia de Jonathan fueron un montón de deudas, Nick. Las deudas por juego mueren con el jugador, pero las compañías de tarjetas de crédito no se guían por el mismo principio. No trabajé duro para olvidar. Trabajé duro para no hundirme hasta el cuello.

– Ahora comprendo por qué te cuesta tanto confiar en alguien nuevamente.