Выбрать главу

– Eso es excesivamente rebuscado -respondió Þóra-. Ahora Markús ya está en los periódicos y su nombre aparece en todas partes, se sabe que es sospechoso de homicidio. ¿Crees seriamente que si alguien hubiera aceptado responder con su teléfono sin tener ni idea de este espléndido complot, no se habría puesto en contacto con vosotros al momento?

– He dicho que el cómplice quizá desconocía el plan. Si actuaba a sabiendas, no tendría ganas de llamar la atención -respondió Stefán rápidamente-. A lo mejor, Markús le pagó y ahora le asusta demasiado que lo consideren cómplice si reconoce su participación.

– Si tenéis idea de utilizar esto ante el juez, no os vendrá mal que encontréis al hombre misterioso. Tú sabes tan bien como yo que no sirve de mucho presentar hipótesis, pues sin pruebas son totalmente inútiles -Þóra se sentía atacada de los nervios por lo convencido que parecía Stefán de la culpabilidad de Markús. Aquello no auguraba nada bueno, pues seguramente dejarían para más adelante la búsqueda de cualquier otra posibilidad. Pero insistir sería una pérdida de tiempo-. ¿Cómo va la identificación de los hombres del sótano? -preguntó-. Tengo entendido que estáis en contacto con las autoridades británicas.

– Por el momento no hemos conseguido identificarlos -respondió Stefán sin decir ni palabra sobre los países con los que podrían haber contactado-. Sin embargo tenemos ciertos datos que parecen prometedores. Aunque en estos momentos prefiero no entrar en más pormenores.

– ¿Y cómo es eso? -preguntó Þóra con curiosidad. Empezaba a conocer a Stefán lo bastante bien como para saber que no desvelaría lo que sabía-. ¿Tiene Interpol una lista de personas desaparecidas sin dejar huellas?

– También nos hemos puesto en contacto con ellos -respondió Stefán, sin descubrir su juego.

– Alguien me contó que un cierto número de militares americanos echaron una mano en los trabajos de salvamento durante la erupción -dijo Þóra-. ¿Podría tratarse quizá de hombres de la base militar?

– No -respondió Stefán-. Lo hemos comprobado y eso está completamente excluido. Tal como te he dicho, confiamos en disponer muy pronto de una explicación, pero hasta entonces no se puede afirmar nada.

Þóra comprendía perfectamente su discreción, tampoco ella le contaba a Stefán sobre sus propias actividades nada más que lo imprescindible.

– Hablando del extranjero -dijo Þóra-, ¿se ha sabido algo del laboratorio al que mandasteis la caja de cartón con la cabeza para su examen?

A juzgar por el gesto de Stefán, los resultados del análisis debían de haber llegado, y parecía que no le habían gustado mucho. Asintió vacilante.

– ¿Y? -preguntó Þóra-. ¿Cuál fue el resultado?

– En la caja se encontraron muchas huellas dactilares parciales antiquísimas -dijo Stefán-. Una gran parte correspondían a personas desconocidas, pues una caja como esa viaja mucho -carraspeó-. Todas se compararon con las huellas dactilares de Markús y Alda y resultó que ambos habían tocado la caja en su tiempo.

Toda Þóra se transformó en una deslumbrante sonrisa.

– Lo que apoya considerablemente la declaración de Markús, como seguramente ya te habrás dado cuenta tú mismo.

– Aunque las huellas de Alda hayan aparecido en la caja, eso no significa en absoluto de manera definitiva que ella la hubiera tocado cuando la cabeza estaba en su interior. A lo mejor se trata simplemente de que Alda le prestó la caja a Markús cuando él le dijo que necesitaba una.

– Y a lo mejor la luna es un queso, a fin de cuentas -repuso Þóra, aún alegre por todas aquellas noticias-. Bueno -añadió, disponiéndose a levantarse-, espero que en adelante me deis todos los informes sin más dilación. Es un tanto absurdo tener que esperar a que el juez os ordene entregarme lo que tenéis -Þóra se refería a que el juez de distrito había ordenado a la policía que le entregara todas las actuaciones del caso-. ¿Lo que me disteis ayer es todo de verdad? -preguntó entonces.

– Por supuesto -respondió Stefán con brusquedad-. Todo lo que estaba disponible en ese momento.

– Y todavía tenéis que hablar con los colegas de Alda en el servicio de urgencias, porque no he visto informe alguno de declaraciones tomadas a esas personas. Naturalmente, hay mucho que hacer -dijo Þóra poniéndose en pie-. Porque tengo entendido que allí sucedió algo que podría tener relación con el caso.

En ese mismo instante entró en la sala una secretaria llevando unos papeles que entregó a Stefán. Éste separó los originales y le pasó a Þóra las fotocopias.

– Aquí está el resumen. Incluye las llamadas realizadas y recibidas del teléfono de Markús y las del fijo y el móvil de Alda. He marcado con círculos las llamadas que pertenecen al marco temporal que nos interesa, la tarde y la noche del domingo 8 de julio.

Þóra echó un vistazo a las hojas fotocopiadas.

– Aquí está la llamada de Alda a Markús -dijo, y luego pasó página hasta encontrar las correspondientes al teléfono de este-. Y aquí se puede ver la recepción de la llamada en el móvil de Markús -dijo sin poder ocultar su sonrisa de satisfacción-. Y aquí hay otra llamada casi a la misma hora -dijo contenta-. De esta no me habías hablado -levantó la mirada de los papeles y miró molesta a Stefán-. Naturalmente, sabes lo que eso significa -añadió.

– Si supiéramos quién llamó… -dijo Stefán, con un gesto que traslucía cualquier cosa menos alegría-. Como puedes ver, el número del teléfono es desconocido. Puede ser un número privado, o alguna llamada desde una red telefónica extranjera que no corresponda a la numeración usada en Islandia. Tal vez sea posible identificar el número, pero llevará su tiempo -se sentó mejor en su silla-. Mientras no sepamos quién llamó, tendremos que suponer que se trata del cómplice que mencioné antes.

– Menuda tontería -exclamó Þóra, ya enfadada de verdad. Si se pudiera descubrir quién había hecho aquella segunda llamada y esa persona declarase que Markús había contestado, su coartada no tendría fisura alguna-. ¿Habéis hecho algún intento de preguntarle a mi representado si recuerda la persona que le llamó?

– Sí, claro -dijo Stefán-. Fue lo primero que hice cuando vi la lista. Llamé a la prisión de Litla-Hraun y hablé con Markús. Pero dijo que no recordaba quién le había llamado, lo que resulta de lo más sospechoso.

– ¿Tú podrías hacer una lista de las personas que te llamaron hace casi quince días? -preguntó Þóra-. Claro que no -ya era suficiente-. Si Markús pudiera recordar quiénes le llamaron la noche en cuestión, entonces sería cuando esta llamada habría podido resultar misteriosa -se levantó.

Antes de salir del despacho se paró un momento a pensar si debería mencionarle el informe de la autopsia de la antigua vecina de Markús, pero decidió dejarlo para más adelante. En vista de cómo le daban la vuelta a todo para perjudicar a Markús, sería más prudente obtener más información antes de que Stefán y sus colegas encontraran el informe. Luego vería a Markús e intentaría sacarle toda la información posible, con la débil esperanza de que supiera algo más que su hermano Leifur sobre Valgerður la «Malosmorros».

Capítulo 21

Viernes, 20 de julio de 2007

– Mira, Markús, a veces las cosas son así -dijo Þóra con el mejor tono de consuelo que era capaz-. Esto no tiene por qué significar que los jueces te consideren culpable en absoluto. Me pareció muy claro que dudaban de los argumentos de la policía, y prestaron mucha atención cuando señalé todas las cosas que no encajan y todo lo que hay a tu favor. Estoy totalmente convencida de que si hubieran tenido que decidir entre culpabilidad y absolución, no estarías aquí. La decisión no se tomó única y exclusivamente porque la policía consiguiera demostrar que necesitaban que siguieras en prisión preventiva en beneficio de la investigación. Tiene también su importancia que el caso sea muy serio, no todos los días aparecen cinco personas asesinadas. Que cuatro de ellas parezcan ser ciudadanos extranjeros tampoco nos ayudó demasiado.