Выбрать главу

– Respecto a la ayuda que le prestó el miércoles por la noche -dijo Lynley-. ¿Fue un lugar donde quedarse?

– En Shepherd's Market. Tengo un piso con tres tíos más de Essex. Lo utilizamos cuando…

Volvió a agachar la cabeza.

– Quieren arrumacarse con alguien sin que sus mujeres lo sepan -terminó Havers en tono cansado.

Mollison no reaccionó.

– Cuando telefoneó el miércoles por la noche -dijo, con el mismo tono de cansancio-, le dije que me las arreglaría para que pudiera utilizar el piso.

– ¿Cómo entró?

– El portero del edificio. Tiene las llaves. Para que nuestras mujeres… Ya sabe.

– ¿La dirección?

– Yo les acompañaré. Lo siento, pero de lo contrario ella no les dejará entrar. Ni siquiera contestará al timbre de la puerta.

Lynley se levantó. Mollison y Havers le imitaron.

– Su pelea con Fleming -dijo Lynley-, la causa de que le llamara el miércoles por la noche. No tenía nada que ver con el jugador paquistaní de Middlesex, ¿verdad?

– Fue por Gabbie. Por eso Ken fue a los Spring-burns para verla.

– Usted sabía que iba.

– Lo sabía.

– ¿Qué pasó allí?

Mollison tenía las manos caídas a los costados, pero Lynley vio que los pulgares arañaban la piel de las uñas.

– Eso se lo dirá Gabbie -contestó.

Lo que Mollison deseaba añadir a su historia era la causa de su pelea con Kenneth Fleming. Había inventado el cuento del jugador paquistaní para engañar a Allison, dijo. De haber hablado en el pasillo de China Silk Wharf la noche anterior, habría sido sincero, pero no podía serlo en presencia de Allison. También corría el riesgo de conducirles a descubrir lo sucedido el jueves por la tarde. Además, había utilizado la pelea con el jugador paquistaní para explicar las heridas a su mujer.

Fueron en dirección a Mayfair, cruzaron Eaton Square, donde los jardines centrales eran una explosión de colores en que colaboraban toda clase de flores, desde pensamientos a tulipanes. Cuando doblaron por Grosvenor Place y corrieron paralelos al muro que protegía los jardines del palacio de Buckingham de las miradas de los curiosos, Mollison continuó.

Lo que había pasado entre Fleming y él, dijo, había tenido lugar, ciertamente, después de la tercera jornada de la competición de cuatro días entre Middlesex y Kent. Y tuvo lugar en el aparcamiento del Lord's. Pero empezó en el bar…

– … el del Pabellón…, detrás de la Sala Larga… El camarero corroborará la historia, si quieren.

… donde Mollison y Fleming, junto con otros seis o siete jugadores, tomaban unas copas juntos.

– Yo estaba bebiendo tequila. Los viajes que te pega son alucinantes. Se te sube a la cabeza antes de saber qué ha pasado. Te suelta la lengua más de lo conveniente. Dices cosas ante los compañeros que no deberías.

Mollison les dijo que había oído rumores, habladurías que vinculaban a Fleming con Gabriella Patten. Nunca había visto ni oído nada en persona.

– Eran discretos, como le gusta a Gabriella. No pone anuncios cuando tiene un nuevo amante.

Sin embargo, cuando la relación empezó a apuntar en dirección al matrimonio, descuidaron la vigilancia. La gente vio. La gente especuló. Mollison oyó.

No sabía qué le había impulsado a hablar, les dijo Mollison. No…, bien, no había hecho nada con Gabriella durante los dos últimos años. Cuando su relación terminó (vale, vale, cuando él confesó sus pecados a Allison, de forma que debería terminar la relación o perder a su mujer), se sintió aliviado y comprometido con su matrimonio, y aquel sentimiento había durado dos meses, durante los cuales fue absolutamente fiel a Allison. Nada de jueguecitos, ni siquiera para divertirse. Sin embargo, pasado ese tiempo empezó a echar de menos a la señorita Gabbie. La echaba tanto de menos que la mitad de las veces que estaba con Allison no tenía ganas de… Intentaba fingir, pero hay cosas que un tío no puede falsificar… Bueno, ya sabían a qué se refería, ¿verdad? Se consolaba con la idea de que Gabbie también debía echarle de menos. Lo suponía porque Hugh siempre bebía como un marinero de permiso, y luego era un desastre entre las sábanas. Y ella no se estaba acostando con otros. Al menos, eso creía él. Pasado un tiempo, el dolor de la pérdida se suavizó un poco. Se divirtió con algunas mujeres, lo cual le permitió funcionar mucho mejor con Allison, lo cual le permitió creer que su aventura con Gabbie solo había sido eso, buena diversión mientras duró, pero aventura al fin y al cabo.

Y entonces, llegaron a sus oídos las especulaciones sobre Fleming. Las circunstancias vitales de Fleming siempre habían sido peculiares, pero él, Mollison, había supuesto que, a la larga, Fleming volvería con su mujer. Es lo que suelen hacer los tíos, ¿no? Pero cuando corrió la voz de que Fleming había contratado a un abogado caro para solucionar la situación y encargarse del papeleo, y también se esparció el rumor de que Hugh y Gabriella Patten ya no vivían bajo el mismo techo, y cuando él en persona fue testigo de un cariñoso besuqueo entre Fleming y Gabriella en el vestíbulo del Lord's, a un tiro de piedra del Pabellón, donde cualquiera habría podido verles… Bien, Mollison no era idiota, ¿verdad?

– Tuve celos -admitió.

Había dirigido a Lynley hasta una calle estrecha y adoquinada que formaba la frontera sur de Shepherd's Market. Aparcaron delante de un pub llamado Ye Gra-pes, cubierto de hiedra. Salieron del coche y Mollison se recostó contra él, al parecer decidido a concluir su historia antes de conducirles hacia la protagonista de ella. La sargento Havers siguió tomando notas de la conversación. Lynley se cruzó de brazos y escuchó con aire impasible.

– Yo habría podido quedarme con ella, casarme con ella, mejor dicho, y no lo había hecho. Pero ahora que otro la tenía…

– Ni mía ni de nadie.

– Exacto. Eso, y el tequila, y verme obligado a recordar aquellos momentos en que estábamos juntos. Pensar en que ella estaba haciendo lo mismo con otro tío. Un tío al que yo conocía, además. Pensé en lo idiota que había sido al añorarla tanto. Se había conseguido otro enseguida. Yo debía ser uno más en la ristra de amantes que cerraba Fleming, el fenómeno al que había cazado.

Así que hizo un comentario en forma de pregunta el día después del partido de criquet. Era grosero, demostraba una familiaridad con Gabriella que llevaba el sello inconfundible de la autenticidad. Prefería callarlo, si no les importaba. No le gustaba nada la desagradable pasión que lo había inspirado, ni la falta de galantería que le había permitido decirlo.

– Ken se mostró completamente indiferente al principio -dijo Mollison-, como si estuviéramos hablando de dos personas diferentes.

Así que abundó más en la cuestión, con una alusión al número de jugadores de criquet que habían probado lo que Gabriella Patten paseaba a la vista de todos.

Fleming salió del bar, pero no se fue del Lord's. Cuando Mollison fue al aparcamiento, el otro le esperaba.

– Se me tiró encima -dijo Mollison-. No sé si estaba defendiendo el honor de su amada o quería vengarse de mí. En cualquier caso, me pilló desprevenido. Si el vigilante no nos hubiera separado, creo que ahora estarían investigando mi asesinato.

– ¿De qué habló con él el miércoles por la noche? -preguntó Lynley.

– Le conté la verdad sobre mis motivos. Quería disculparme. Era probable que fuéramos a jugar juntos cuando eligieran al equipo que debía competir por las Cenizas. No quería malos rollos entre nosotros.

– ¿Cuál fue su reacción?

– Dijo que daba igual, que estaba olvidado, que en cualquier caso iba a aclarar las cosas con Gabbie aquella noche.

– ¿Ya no parecía molesto?

– Supongo que estaba muy molesto, pero yo debía ser la última persona del mundo en enterarse, ¿no? -Mollison se apartó del coche-. Gabbie les podrá decir lo molesto que estaba. Se lo demostrará.