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— Puede usted acercarse al Seсor Celestial, lord Vorkosigan — informу Benin.

Miles avanzу dos o tres pasos, decidido a no arrodillarse. Йl y el haut Fletchir Giaja estaban frente a frente, aunque йl estuviera de pie y el Emperador, sentado.

Benin entregу la caja al Emperador, que la abriу inmediatamente.

— Sabe lo que es esto, lord Vorkosigan? — preguntу Giaja.

Miles se quedу mirando el medallуn de la Orden del Mйrito, colgado de su cinta de colores, brillante y limpio sobre una cama de terciopelo oscuro.

— Sн, seсor. Piensa usted meterme en una bolsa de seda con eso antes de tirarme por la borda?

Giaja echу una mirada a Benin, que respondiу con un movimiento de hombros que parecнa decir Ya se lo advertн.

— Incline usted la cabeza, lord Vorkosigan — Instruyу Giaja con firmeza-. Aunque no estй muy acostumbrado…

Estarнa Rian en alguna de esas burbujas? Miles se mirу rбpidamente las botas bien lustradas mientras Giaj a le deslizaba la cinta sobre la cabeza. Retrocediу medio paso y no consiguiу detenerse: puso la mano sobre el metal frнo. No iba a hacer el saludo militar. No.

— Creo… creo que me niego a recibir este honor, seсor.

— Ah, no, usted no se niega — dijo Giaja en tono tajante, mirбndolo fijamente-. Me han dicho los observadores que necesita reconocimiento. Es una… — debilidad que puede explotarse…— cualidad comprensible que me recuerda mucho a nuestros ghem.

Bueno, eso era mejor que una comparaciуn con otros descendientes de los haut, Ba Lura por ejemplo. Que al parecer no eran los eunucos del palacio, sino algo asн como un proyecto cientнfico interno de enorme valor; Miles no estaba seguro, pero por lo que sabнa, tal vez Ba Lura era pariente cercano de Giaja. Sesenta y ocho por ciento de material cromosуmico en comъn. O algo semejante. Miles decidiу que habнa que respetar mбs el silencio y la eficiencia de la raza ba. Respetarla y tambiйn tenerla en cuenta, cuidarse de ella. Todos estaban juntos en los negocios de los haut, servidores y amos. Con razуn el Emperador se habнa tomado tan en serio la muerte de Ba Lura.

— Si estamos hablando de reconocimiento, seсor, esto no es algo que vaya a poder mostrar demasiado en casa… Mбs bien, supongo que lo guardarй en el cajуn mбs secreto que tenga.

— Bien — dijo Fletchir Giaja en tono tranquilo-. Mientras guarde ahн tambiйn todo lo que se relacione con el incidente…

Ah. Entonces, йsa era la explicaciуn: un soborno por su silencio.

— Hay muy pocas cosas de las ъltimas dos semanas que pueda recordar con agrado, seсor.

— Recuerde todo lo que quiera, pero no lo diga en voz alta.

— Pъblicamente, no. Pero tengo que informar a mis superiores. Es mi deber.

— Los informes militares secretos de Barrayar no son asunto de mi incumbencia.

— Estoy… — Miles dirigiу una mirada a un lado, hacia lo que tal vez era la burbuja blanca de Rian, flotando en el aire a pocos pasos-. Estoy de acuerdo.

Los pбlidos pбrpados de Giaja bajaron un segundo sobre sus ojos en un gesto de aceptaciуn. Miles se sentнa muy raro. Era soborno aceptar un premio por hacer exactamente lo que ya habнa decidido por su cuenta?

Y ahora que lo pensaba… sospecharнan los barrayareses que habнa llegado a alguna especie de acuerdo con el Emperador de Cetaganda? La razуn verdadera por la que lo habнan traнdo a aquella charla sin testigos con el Emperador empezу a brillar por fin en su mente, aturdida por la falta de sueсo. No supondrбn que Giaja puede dominarme con veinte minutos de conversaciуn, o si.

— Usted me acompaсarб en la ceremonia — siguiу diciendo el Emperador-, estarб de pie a mi izquierda. Ha llegado la hora. — Se levantу, ayudado por sus ba, que le recogieron las tъnicas y lo siguieron.

Miles mirу las burbujas que flotaban a su alrededor con desesperaciуn silenciosa. ъltima oportunidad…

— Puedo hablar con usted, haut Rian? — Se dirigiу a ellas en general, inseguro. No sabнa cuбl era la que buscaba.

Giaja mirу por encima de su hombro y abriу la mano de dedos largos en un gesto de aceptaciуn mientras seguнa caminando sin cambiar el ritmo decoroso que le exigнa su atuendo.

Dos de las burbujas se quedaron en la habitaciуn, una siguiу adelante con el Emperador y Benin se quedу de guardia Junto a la puerta abierta. No era exactamente un momento privado. Pero eso no le preocupaba. No eran muchas las cosas que Miles quisiera decir en voz alta.

Echу una mirada a las dos esferas opacas y brillantes, sin saber a cuбl dirigirse. Una desapareciу en el aire y ahн apareciу Rian, sentada, bastante semejante a la dama que йl habнa visto por primera vez, con las tъnicas blancas y almidonadas orladas de cabello radiante. Cada vez que la veнa se quedaba sin aliento.

Ella se acercу flotando y levantу una mano fina para acariciarle la mejilla. Era la primera vez que se tocaban. Pero йl pensaba que estaba dispuesto a morderla si ella le preguntaba Le duele?

Rian no era tonta.

— He recibido mucho de usted — dijo ella en voz tranquila-. Y no le he dado nada a cambio.

— Йse es el comportamiento habitual de los haut, verdad? — dijo Miles con amargura.

— Es el ъnico que conozco.

El dilema del prisionero…

Ella se quitу una espiral oscura y brillante de la manga, una especie de brazalete. Un delgado mechуn de cabello sedoso, muy largo, casi infinito. Se lo tendiу desde lejos.

— Ahн tiene. Es lo ъnico que se me ha ocurrido.

Eso es porque su cabello es lo ъnico que le pertenece realmente, milady. Todo lo demбs es un regalo de su Constelaciуn o del Criadero Estrella o de los haut o del Emperador. Usted vive en los intersticios de un mundo comunitario con una riqueza que estб mбs allб de los sueсos mбs ambiciosos de la avaricia, y sin embargo, personalmente, no tiene… nada. Ni siquiera sus propios cromosomas le pertenecen.

Miles recibiу la espiral. Le pareciу suave y fresca cuando la tocу con los dedos.

— Quй significa? Para usted…

— A decir verdad no lo sй — confesу ella.

Sincera hasta el final… Esta mujer no sabe mentir, por desgracia.

— Entonces, me lo guardo, milady. Como recuerdo. En mi interior, lejos de todas las miradas.

— Sн. Por favor.

— Y cуmo piensa recordarme, milady? — Miles no tenнa absolutamente nada que darle, nada excepto la pelusa que le habнa dejado la lavanderнa de la embajada en los bolsillos. O prefiere olvidar?

Los ojos azules de ella brillaron como el sol sobre un glaciar

— No hay peligro de eso. Ya lo verб usted. — Rian se alejу lentamente. La pantalla de fuerza se levantу despacio a su alrededor y ella se desvaneciу como un perfume. Las dos burbujas flotaron tras los pasos del Emperador.

El valle se parecнa al lugar donde habнan organizado las ofrendas poйticas, pero mбs espacioso, un gran cuenco abierto al cielo artificial de la cъpula. Los costados estaban atestados de haut y ghemlores vestidos de blanco acompaсados por las burbujas de las hautladies. Los mil delegados de la galaxia ocupaban la parte exterior, como un marco variado y colorido. En el centro, rodeada de una banda respetuosamente vacнa de cйsped y flores, habнa otra pantalla de fuerza redonda de unos doce metros de diбmetro. A travйs de la superficie translъcida, neblinosa, Miles veнa una gran cantidad de objetos apilados alrededor de una Plataforma, sobre la que descansaba la figura pбlida y frбgil de la haut Lisbet Degtiar. Miles se esforzу para distinguir la caja de madera pulida de la delegaciуn de Barrayar, pero la espada de Dorcas estaba enterrada en algъn lugar alejado, mбs abajo. En realidad, no tenнa importancia.

Le habнan destinado un asiento en el cнrculo, una vista casi imperial de la ceremonia. El desfile final, que se realizarнa por un pasillo hacia el centro, respetaba un orden inverso: las ocho Consortes planetarias y la Doncella en sus nueve burbujas blancas; los siete — contadlos bien, muchachos, siete— hautgobernadores; luego el Emperador mismo y su guardia de honor Benin se colocу rбpidamente en el lugar del ghemgeneral Naru sin provocar ni una onda en el paisaje. Miles cojeу tras el sйquito de Giaja, intensamente consciente de sн mismo. Sin duda su figura resultaba extraordinaria en ese lugar: menudo, de poca estatura, siniestro, la cara de alguien que acaba de perder una pelea en un bar espacial. La Orden del Mйrito cetagandana resaltaba sobre el uniforme negro de la Casa Vorkosigan… casi nadie la pasarнa por alto.

Miles supuso que Giaja lo estaba usando para enviar una seсal a sus hautgobernadores. No era una seсal muy amable. Evidentemente, Giaja no pensaba divulgar los hechos de las ъltimas dos semanas, asн que Miles tenнa que suponer que se trataba de una de esas expresiones del tipo entiйndelo si puedes, pensada para infundir no tanto una idea o un conocimiento como una sensaciуn de miedo. Una especie de terrorismo delicado y sutil.