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– Hemos esperado mucho tiempo, Boise.

– Demasiado, quizás -dije volviendo el rostro.

– No lo creo.

Di un largo suspiro. Había llegado el momento. Tenía que explicarle que todo había acabado, que la mentira entre los dos era demasiado vieja para ser borrada, demasiado grande para ser franqueada, que nosotros éramos demasiado viejos, por el amor de Dios, que era ridículo, que era imposible, que además, además…

Entonces me besó en los labios, no el beso tímido de un anciano sino algo completamente distinto, algo que me dejó perpleja, indignada y extrañamente esperanzada. Sus ojos resplandecieron mientras se sacaba lentamente algo del bolsillo, algo que lanzó destellos rojos y amarillos a la luz de la lámpara…

Una guirnalda de manzanas silvestres.

Lo miré mientras me pasaba dulcemente el collar por la cabeza. La fruta lustrosa, redonda y reluciente descansaba en mi pecho.

– La Reina de la Cosecha -susurró Paul-. Framboise Dartigen. Sólo tú.

Olía el aroma bueno y ácido de la pequeña fruta contra mi piel tibia.

– Soy demasiado vieja -dije temblando-. Es demasiado tarde.

Me besó de nuevo, en la sien y en la comisura de los labios. Entonces, del bolsillo se sacó una trenza de paja amarillenta que me puso en la frente como una corona.

– Nunca es tarde para volver a casa -dijo y me atrajo dulcemente, insistentemente hacia él-. Lo único que tienes que hacer… es dejar de nadar en contra.

La resistencia es como nadar a contracorriente, agotador y sin sentido. Recliné el rostro en el hueco de sus hombros como si fuera una almohada. Alrededor de mi cuello, las manzanas silvestres despedían el aroma intenso y jugoso, como los octubres de nuestra niñez.

Brindamos por nuestra vuelta a casa con café solo bien dulce, croissants y la confitura de tomates verdes según la receta de mi madre.

Joanne Harris

Inglaterra (Yorkshire, 1964)

Joanne Michèle Sylvie Harris, Joanne Harris, de madre francesa y padre inglés, se ha sentido siempre parte de dos culturas. Estudió en St. Catherine's College de Cambridge. Durante su solitaria niñez aprendió a dejar escapar su imaginación a través de los libros y de las historias que inventaba. Tras infructuosos intentos de triunfar como bajista de jazz y contable, decidió seguir la tradición familiar -su padre, su madre y su abuelo eran profesores- y dedicarse a la enseñanza.

Invierte buena parte de su tiempo libre en escribir y jugar con su pequeña hija Anouchka. Su novela, Chocolate, se convirtió en un fenómeno literario internacional y consiguió fama mundial cuando fue llevada al cine, dirigiada por Lasse Hallstrom con Juliette Binoche como protagonista.

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