– Mejor -murmura de mala gana mientras firma la carta-. Fotocópiala, archiva el original y envíala por correo a todos nuestros autores. ¿Entendido?
– Sí. -No soy una idiota-. Jack, ¿pasa algo?
Él levanta la vista, y sus ojos azules se oscurecen mientras repasan mi cuerpo de arriba abajo. Se me hiela la sangre.
– No.
Es una respuesta concisa, grosera y despectiva. Yo me quedo allí plantada como la idiota que decía no ser, y luego vuelvo a salir disparada de su despacho. Quizá él también sufra un trastorno de personalidad. Vaya por Dios, estoy rodeada. Voy hacia la fotocopiadora -en la que, naturalmente, el papel está atascado-, y en cuanto la arreglo, descubro que se ha terminado el papel. Hoy no es mi día.
Cuando por fin vuelvo a mi mesa y empiezo a ensobrar, suena la BlackBerry. A través del cristal de su despacho, veo que Jack está al teléfono. Contesto. Es Ethan.
– Hola, Ana. ¿Cómo fue anoche?
Anoche… Me viene a la mente una rápida secuencia de imágenes: Christian arrodillado, su confesión, su proposición, los macarrones con queso, mis lágrimas, su pesadilla, el sexo, tocarle…
– Eh… bien -murmuro de forma poco convincente.
Ethan se queda callado, y al final decide pasar por alto mi evasiva.
– Estupendo. ¿Puedo ir a recoger las llaves?
– Claro.
– Pasaré por ahí dentro de media hora. ¿Tendrás tiempo para un café?
– Hoy no. He llegado tarde y mi jefe está furioso como un oso al que le hubiera picado una ortiga el culo.
– Suena mal.
– Suena fatal -digo soltando una risita.
Ethan se ríe y me alegra un poco el ánimo
– Vale, nos vemos a las tres.
Y cuelga.
Levanto la vista y Jack me está mirando. Maldita sea. Le ignoro a conciencia y sigo ensobrando.
Al cabo de media hora suena el teléfono de mi mesa. Es Claire.
– Ha vuelto. Está aquí, en recepción. El dios rubio.
Después de toda la angustia que pasé ayer y del día que el malhumorado de mi jefe me está haciendo pasar, es una alegría ver a Ethan, aunque enseguida tenemos que despedirnos.
– ¿Nos veremos esta noche?
– Seguramente me quedaré con Christian.
Me ruborizo.
– Estás muy pillada, ¿eh? -comenta Ethan con cariño.
Me encojo de hombros. Si solo fuera eso… Y en ese momento me doy cuenta de que no solo estoy muy pillada: estoy pillada de por vida. Y lo más extraordinario es que Christian parece sentir lo mismo. Ethan me da un breve abrazo.
– Hasta luego, Ana.
Vuelvo a mi mesa, intentando digerir lo que acabo de descubrir. Oh, lo que daría por pasar un día sola para pensar en todo esto.
De pronto Jack aparece ante mí.
– ¿Dónde has estado?
– He tenido que ir un momento a recepción.
Me está poniendo realmente de los nervios.
– Quiero mi comida. Lo de siempre -dice con brusquedad, y vuelve a entrar en su despacho.
¿Por qué no me habré quedado en casa con Christian? La diosa que llevo dentro cruza los brazos y frunce los labios: ella también quiere saber la respuesta a eso. Cojo el bolso y la BlackBerry y me encamino hacia la puerta. Reviso mis mensajes.
De: Christian Grey
Fecha: 15 de junio de 2011 09:06
Para: Anastasia Steele
Asunto: Te echo de menos
Mi cama es demasiado grande sin ti.
Por lo visto, al final tendré que ponerme a trabajar.
Incluso los presidentes megalómanos tienen cosas que hacer.
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Christian Grey
Presidente mano sobre mano de Grey Enterprises Holdings, Inc.
Y otro de él, algo más tarde.
De: Christian Grey
Fecha: 15 de junio de 2011 09:50
Para: Anastasia Steele
Asunto: La discreción
Es lo mejor del valor.
Por favor actúa con discreción… Tus e-mails de trabajo están monitorizados.
¿CUÁNTAS VECES TENGO QUE DECÍRTELO?
Sí. Mayúsculas chillonas, como tú dices. UTILIZA LA BLACKBERRY.
El doctor Flynn puede reunirse con nosotros mañana por la tarde.
x
Christian Grey
Todavía enfadado presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
Y otro más… oh, no.
De: Christian Grey
Fecha: 15 de junio de 2011 12:15
Para: Anastasia Steele
Asunto: Nerviosismo
No he sabido nada de ti.
Por favor, dime que estás bien.
Ya sabes cómo me preocupo.
¡Enviaré a Taylor a comprobarlo!
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Christian Grey
Muy ansioso presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
Pongo los ojos en blanco, y le llamo. No quiero que se preocupe.
– Teléfono de Christian Grey, soy Andrea Parker.
Oh, me desconcierta tanto que no sea Christian quien conteste que me paro en seco en la calle, y el chico que va detrás de mí masculla enfadado y vira bruscamente para no chocar conmigo. Me refugio bajo el toldo verde de la tienda.
– ¿Hola? ¿Puedo ayudarla?
La voz de Andrea llena el incómodo silencio.
– Lo siento… Esto… esperaba hablar con Christian.
– En este momento el señor Grey está reunido -dice muy expeditiva-. ¿Quiere dejar un mensaje?
– ¿Puede decirle que ha llamado Ana?
– ¿Ana? ¿Es Anastasia Steele?
– Eh… Sí.
Su pregunta me confunde.
– Espere un segundo, señorita Steele.
Ella deja un momento el teléfono y yo escucho con atención, pero no oigo lo que pasa. Al cabo de unos segundos, Christian está al aparato.
– ¿Estás bien?
– Sí, estoy bien.
Él respira, aliviado.
– ¿Por qué no iba a estarlo, Christian? -murmuro para tranquilizarle.
– Siempre contestas enseguida a mis correos. Después de lo que te dije ayer, estaba preocupado -añade en voz baja, y luego habla con alguien de su despacho-. No, Andrea. Diles que esperen -ordena rotundo.
Oh, yo conozco ese tono de voz.
No oigo la respuesta de Andrea.
– No, he dicho que esperen -reitera con firmeza.
– Christian, ahora estás muy ocupado. Solo he llamado para decirte que estoy bien, en serio… solo que hoy he estado muy liada. Jack ha sacado el látigo. Esto… quiero decir…
Me ruborizo y me callo.
Pasa un buen rato sin que Christian diga nada.
– Así que el látigo, ¿eh? Bueno, hubo un tiempo en que le habría considerado un hombre muy afortunado -dice en un tono bastante sardónico-. No permitas que se te suba encima, nena.
– ¡Christian! -le riño, y sé que está sonriendo.
– Solo digo que le controles, nada más. Mira, me alegro de que estés bien. ¿A qué hora te recojo?
– Te mandaré un e-mail.
– Desde tu BlackBerry -dice con severidad.
– Sí, señor -replico a mi vez.
– Hasta luego, nena.
– Adiós…
Sigue al teléfono.
– Cuelga -le regaño, sonriendo.
Él suspira profundamente.