—Entonces llamadla. Haced venir a la Inquisidora. Quiero poner fin a esto.
—No —dijo Luke, pero Maryse miraba a Jace.
—La Inquisidora —repuso ésta de mala gana— viene ya de camino...
—Maryse —la voz de Luke se quebró—, ¡dime que no la has involucrado en esto!
—¡No lo he hecho! ¿Crees que la Clave no se implicaría en esta disparatada historia sobre guerreros repudiados y Portales y muertes fingidas? ¿Después de lo que hizo Hodge? Se nos está investigando a todos, gracias a Valentine —finalizó, viendo la expresión lívida y atónita de Jace—. La Inquisidora podría encarcelar a Jace. Podría despojarle de sus Marcas. Pensé que sería mejor...
—Que Jace no estuviera cuando ella llegara —concluyó Luke—. No me extraña que estuvieses tan ansiosa por mandarle lejos.
—¿Quién es la Inquisidora? —quiso saber Clary. La palabra evocaba recuerdos de la Inquisición Española, de tortura, del látigo y el potro—. ¿Qué es lo que hace?
—Investiga a los cazadores de sombras para la Clave —explicó Luke—. Se asegura de que los nefilim no hayan quebrantado la Ley. Investigó a todos los miembros del Círculo después del Levantamiento.
—¿Maldijo a Hodge? —preguntó Jace—. ¿Os envió aquí?
—Ella eligió nuestro exilio y el castigo de Hodge. No siente ningún cariño por nosotros, y odia a tu padre.
—No voy a irme —afirmó Jace, todavía muy pálido—. ¿Qué te hará a ti si llega aquí y yo no estoy? Pensará que has conspirado para ocultarme. Te castigará... a ti, a Alec, a Isabelle y a Max.
Maryse no dijo nada.
—Maryse, no seas estúpida —apoyó Luke—. Te culpará más si dejas marchar a Jace. Mantenerle aquí y permitir el juicio por la Espada sería una señal de buena fe.
—Mantener aquí a Jace... ¡no puedes decirlo en serio, Luke! —exclamó Clary. La muchacha sabía que usar la Espada había sido idea suya, pero empezaba a lamentar haberlo mencionado—. Esa mujer suena horrible.
—Pero si Jace se va —continuó Luke—, no podrá regresar jamás. Nunca volverá a ser un cazador de sombras. Nos guste o no, la Inquisidora es la mano derecha de la Ley. Si Jace quiere seguir siendo una parte de la Clave tiene que cooperar con ella. Él sí tiene algo de su parte, algo que los miembros del Círculo no tenían después del Levantamiento.
—¿Y qué es eso? —preguntó Maryse.
Luke sonrió levemente.
—A diferencia de vosotros —contestó—, Jace dice la verdad.
Maryse inspiró con fuerza, luego volvió la cabeza hacia el chico.
—En última instancia, es tu decisión —dijo—. Si quieres el juicio, puedes permanecer aquí hasta que llegue la Inquisidora.
—Me quedaré —contestó él.
Había una firmeza en su tono, desprovista de ira, que sorprendió a Clary. Parecía mirar más allá de Maryse, con una luz titilando en sus ojos, como si fuese el reflejo de un fuego. En aquel momento, Clary no pudo evitar pensar que se parecía mucho a su padre.
El cuclillo en el nido
—Zumo de naranja, gelatina, huevos... Pero todo caducado hace semanas... y algo que parece una especie de lechuga.
—¿Lechuga? —Clary miró por encima del hombro de Simon al interior de la nevera—. Ah. Eso es un poco de mozzarella.
Simon se estremeció y cerró de una patada la nevera de Luke.
—¿Pedimos una pizza?
—Ya lo he hecho —indicó Luke, entrando en la cocina con el teléfono inalámbrico en la mano—. Una grande vegetal y tres refrescos. Y he llamado al hospital —añadió, colgando el teléfono—. No ha habido cambios en Jocelyn.
—Ah —suspiró Clary.
Se sentó ante la mesa de madera de la cocina de Luke. Por lo general, Luke era muy pulcro, pero en esos momentos la mesa estaba cubierta de correo sin abrir y montones de platos sucios. La bolsa de lona verde de Luke estaba colgada del respaldo de una silla. La muchacha sabía que debería estar ayudando en la limpieza, pero últimamente no había tenido la energía para hacerlo. La cocina de Luke era pequeña y un poco lúgubre, en el mejor de los casos; él no era muy buen cocinero, como evidenciaba el hecho de que el especiero que colgaba sobre la anticuada cocina de gas estuviera vacío de especias. En su lugar, lo usaba para sostener paquetes de café y té.
Simon se sentó junto a ella mientras Luke retiraba los platos sucios de la mesa y los dejaba en el fregadero.
—¿Estás bien? —preguntó Simon en voz baja.
—Estoy perfectamente. —Clary forzó una sonrisa—. No esperaba que mi madre se despertara hoy, Simón. Tengo la sensación de que está... esperando algo.
—¿Sabes qué?
—No, simplemente falta algo. —Alzó los ojos hacia Luke, pero éste estaba absorto en fregar enérgicamente los platos—. O a alguien.
Simon la miró con curiosidad, luego se encogió de hombros.
—Así que parece que la escena en el Instituto fue muy dura.
Clary se estremeció.
—La madre de Alec e Isabelle da miedo.
—¿Me repites su nombre?
—May—ris —dijo Clary, copiando la pronunciación de Luke.
—Es un antiguo nombre de cazador de sombras. —Luke se secó las manos en un paño de cocina.
—¿Y Jace decidió quedarse allí y vérselas con esta Inquisidora? ¿No quiso marcharse? —preguntó Simón.
—Es lo que tiene que hacer si quiere tener una vida como cazador de sombras —respondió Luke—. Y ser eso, uno de los nefilim, lo significa todo para él. Conocí a otros cazadores de sombras como él, allá en Idris. Si le quitases eso...
Se oyó el familiar zumbido del timbre de la puerta. Luke arrojó el paño sobre la encimera.
—Regresaré en seguida.
—Es realmente increíble pensar en Luke como en alguien que en una ocasión fue un cazador de sombras —dijo Simon en cuanto Luke salió de la cocina—. Más increíble de lo que es pensar en él como un hombre lobo.
—¿De verdad? ¿Por qué?
Simon se encogió de hombres.
—He oído hablar de hombres lobo antes. Son una especie de elemento conocido. Así que se convierte en lobo una vez al mes, ¿y qué? Pero eso de ser cazador de sombras..., son como una secta.
—No son como una secta.
—Ya lo creo que lo son. Es toda su vida. Y menosprecian a los demás. Nos llaman mundanos. Como si ellos no fuesen seres humanos. No hacen amistad con la gente corriente, no van a los mismos sitios, no cuentan los mismos chistes, creen que están por encima de nosotros. —Simon alzó una pierna larguirucha y retorció el deshilachado borde del agujero de la rodilla de los vaqueros—. Hoy he conocido a otro ser lobo.
—No me digas que anduviste con Freaky Pete en La Luna del Cazador.
Clary sintió una sensación de inquietud en la boca del estómago, pero no podría haber dicho exactamente qué la provocaba. Probablemente la tensión.
—No, una chica —dijo Simón—. De nuestra edad. Se llama Maia.
—¿Maia?
Luke entró en la cocina con una caja blanca de pizza. La dejó caer sobre la mesa, y Clary alargó la mano para alzar la tapa. El aroma a masa caliente, salsa de tomate y queso le recordó lo hambrienta que estaba. Arrancó un pedazo, sin esperar a que Luke le pasara un plato. Él se sentó con una sonrisa burlona, sacudiendo la cabeza.
—Maia es un miembro de la manada, ¿cierto? —preguntó Simón, tomando también un pedazo.
Luke asintió.
—Ya lo creo. Es una buena chica. La he tenido aquí unas cuantas veces ocupándose de la librería mientras he estado en el hospital. Deja que le pague en libros.
Simon miró a Luke por encima de su pizza.
—¿Andas mal de dinero?
Luke se encogió de hombros.
—El dinero nunca ha sido importante para mí, y la manada cuida de los suyos.
—Mi madre siempre decía —dijo Clary— que cuando nos hiciera falta dinero, vendería una de las acciones de mi padre. Pero puesto que el tipo que yo pensaba que era mi padre no era mi padre, y dudo que Valentine tuviera acciones...
—Tu madre se iba vendiendo las joyas poco a poco —explicó Luke—. Valentine le había dado algunas de las alhajas de la familia, joyas que habían estado con los Morgenstern durante generaciones. Incluso una joya pequeña conseguiría un precio elevado en una subasta. —Suspiró—. Ahora han desaparecido; aunque Valentine podría haberlas recuperado de los escombros de vuestro apartamento.