Выбрать главу

—Polvo de plata —contestó—. Quema a los licántropos.

Maia había dejado de retorcerse y estaba enroscada en una posición fetal en el suelo, llorando en silencio. Manaba sangre de las desagradables marcas rojas que se le veían a lo largo de los brazos y de las manos. A Simon el estómago se le revolvió otra vez y se dejó caer contra la pared, asqueado de sí mismo y de todo.

—Cabrón —exclamó mientras Valentine se sacudía despreocupadamente los últimos restos de polvo de los dedos—. Sólo es una niña, no iba a hacerte ningún daño; está encadenada, por el...

Se atragantó, sintiendo que le ardía la garganta.

Valentine lanzó una carcajada.

—¿Por el amor de Dios? —inquirió—. ¿Es eso lo que ibas a decir?

Simon no dijo nada. Valentine alargó la mano por encima del hombro y extrajo la pesada Espada de plata de su vaina. La luz discurrió por la hoja como agua resbalando por una pared de plata, como la misma luz del sol refractada. A Simon le escocieron los ojos y volvió la cabeza.

—La espada del Ángel te quema, igual que el nombre de Dios te asfixia —explicó Valentine, la voz fría y cortante como cristal—. Dicen que los que mueren atravesados por su punta alcanzarán las puertas del cielo. En cuyo caso, vampiro, te estoy haciendo un favor.

Bajó la hoja hasta que la punta tocó a Simon en la garganta. Los ojos de Valentine eran del color del agua negra y no había nada en ellos: ni ira, ni compasión, ni siquiera odio. Estaban vacíos como una sepultura saqueada.

—¿Unas últimas palabras?

Simon sabía lo que se suponía que debía de decir. Sh'ma Yisrael, adonai elohanu, adonai echod. «Escucha, Israel, el Señor nuestro Dios, es el único Señor.» Intentó pronunciar las palabras, pero un dolor abrasador le quemó la garganta.

—Clary —musitó en su lugar.

Una expresión de enojo cruzó por el rostro de Valentine, como si el sonido del nombre de su hija en boca de un vampiro le disgustara. Con un brusco movimiento de muñeca, colocó la Espada horizontal y con un único y grácil gesto le cortó la garganta a Simón.

Al este del edén

—¿Cómo has hecho eso? —quiso saber Clary mientras la camioneta marchaba a toda velocidad hacia el distrito residencial, con Luke encorvado sobre el volante.

—¿Te refieres a cómo me he subido al tejado?

Jace estaba echado hacia atrás en el asiento, con los ojos medio cerrados. Llevaba vendajes blancos atados alrededor de las muñecas y motas de sangre seca en el nacimiento del pelo.

—Primero he salido por la ventana de Isabelle y he subido por la pared. Hay varias gárgolas que resultan unos asideros magníficos. Además, me gustaría dejar constancia de que mi motocicleta ya no está donde la dejé. Apuesto a que la Inquisidora se la llevó para dar una vuelta por Hoboken.

—Me refiero —insistió Clary— a cómo has saltado desde el tejado de la catedral sin matarte.

—No lo sé. —Su brazo rozó el de ella cuando alzó las manos para frotarse los ojos—. ¿Cómo creaste tú aquella runa?

—Tampoco lo sé —musitó ella—. La reina seelie tenía razón, ¿verdad? Valentine, él... él nos hizo cosas. —Echó una ojeada en dirección a Luke, que fingía estar concentrado en girar a la izquierda—. ¿No es cierto?

—Éste no es el momento de hablar de eso —repuso Luke—. Jace, ¿tenías algún punto de destino concreto en mente o simplemente querías alejarte del Instituto?

—Valentine se ha llevado a Maia y a Simon a la nave para realizar el Ritual. Querrá hacerlo lo antes posible. —Jace tiró de uno de los vendajes de su muñeca—. Tengo que llegar allí y detenerle.

—No —negó Luke con severidad.

—De acuerdo, tenemos que llegar allí y detenerle.

—Jace, no voy a permitir que regreses a ese barco. Es demasiado peligroso.

—Has visto lo que acabo de hacer —replicó él, con la incredulidad creciendo en su voz—, ¿y estás preocupado por mí?

—Pues sí.

—No hay tiempo para eso. En cuanto mi padre mate a vuestros amigos, invocará a un ejército de demonios que no podéis ni imaginar. Después de eso, será imparable.

—Entonces la Clave...

—La Inquisidora no hará nada —explicó Jace—. Ha bloqueado el acceso de los Lightwood a la Clave. No ha querido pedir refuerzos, ni siquiera cuando le conté lo que Valentine ha planeado. Está obsesionada con ese plan insensato que tiene.

—¿Qué plan? —preguntó Clary.

La voz de Jace estaba cargada de amargura.

—Quería canjearme por los Instrumentos Mortales. Le dije que Valentine jamás aceptaría, pero no me creyó. —Lanzó una carcajada, un agudo ladrido entrecortado—. Isabelle y Alec van a contarle lo que ha sucedido con Simon y Maia. Pero no me siento demasiado optimista. Ella no me cree respecto a Valentine y no va a alterar su precioso plan simplemente para salvar a un par de subterráneos.

—De todos modos no podemos limitarnos a esperar sus noticias —repuso Clary—. Tenemos que ir al barco ahora. Si puedes llevarnos a él...

—Odio tener que decíroslo, pero necesitamos una embarcación para llegar a otra embarcación —indicó Luke—. No estoy seguro de que ni siquiera Jace pueda andar sobre las aguas.

En aquel momento el teléfono de Clary sonó. Era un mensaje de texto de Isabelle. Clary frunció el entrecejo.

—Es una dirección. En la zona del río.

Jace miró por encima del hombro de la joven.

—Ahí es donde tenemos que ir para encontrarnos con Magnus. —Le leyó la dirección a Luke, que efectuó un violento cambio de sentido y se encaminó al sur—. Magnus nos ayudará a cruzar el río —explicó Jace—. El barco está rodeado de salvaguardas. Subí a él la otra vez porque mi padre quería que subiese. En esta ocasión no querrá. Necesitaremos a Magnus para que se ocupe de las protecciones.

—Esto no me gusta nada. —Luke tamborileó con los dedos sobre el volante—. Creo que debería ir yo y vosotros dos deberíais quedaros con Magnus.

Los ojos de Jace centellearon.

—No, tengo que ser yo quien vaya.

—¿Por qué? —preguntó Clary.

—Porque Valentine está usando un demonio del miedo —explicó él—. Así es como consiguió matar a los Hermanos Silenciosos. Es lo que mató a aquel brujo, al chico lobo en el callejón junto a La Luna del Cazador y probablemente lo que eliminó a la niña hada en el parque. Y es el motivo de que los Hermanos tuviesen aquellas expresiones en los rostros. Murieron aterrados. Literalmente los mataron de miedo.

—Pero la sangre...

—Les quitó la sangre luego. Pero en el callejón le interrumpió uno de los licántropos. Es por eso que no tuvo tiempo suficiente para conseguir la sangre que necesitaba. Y es por eso por lo que todavía necesita a Maia. —Jace se pasó una mano por los cabellos—. Nadie puede enfrentarse al demonio del miedo. Se te mete en la cabeza y te destruye la mente.

—Agramon —dijo Luke.

Había permanecido silencioso, mirando por el parabrisas. Tenía el rostro ceniciento y crispado.

—Sí, así es como lo llamó Valentine.

—No es un demonio del miedo. Es el demonio del miedo. El Demonio del Miedo. ¿Cómo habrá conseguido Valentine que Agramon le obedezca? Incluso un brujo tendría problemas para controlar a un Demonio Mayor, y fuera del pentagrama... —Luke inhaló con fuerza—. Así es como murió el chiquillo brujo, ¿verdad? ¿Invocando a Agramon?

Jace asintió con la cabeza, y explicó rápidamente el truco que Valentine había empleado con Elias.

—La Copa Mortal —finalizó— le permite controlar a Agramon. Al parecer te concede cierto poder sobre los demonios. Pero no como el que te concede la Espada.

—Ahora todavía me siento menos inclinado a dejarte ir —insistió Luke—. Es un Demonio Mayor, Jace. Harían falta tantos cazadores de sombras como habitantes tiene esta ciudad para acabar con él.

—Sé que es un Demonio Mayor. Pero su arma es el miedo. Si Clary puede colocarme la runa que elimina el miedo, puedo acabar con él. O al menos intentarlo.