– ¿Cuánto tiempo te había tenido oculta la existencia de ella?
– Sólo un corto tiempo. No podía hablarme de Sherry hasta que ella estuviera de acuerdo. Ella era su paciente… todo era confidencial.
– Pero, para lograr que ella diera su aprobación, debió tener que hablarle a ella de ti.
Frunció el ceño, como si estuviese tratando de resolver un difícil acertijo.
– Eso era diferente. La nuestra era una terapia de supervisión… él me veía a mí como a una colega profesional, pensaba que yo podría soportarlo. Tenía que empezar en alguna parte, Alex. A romper el círculo vicioso.
– Naturalmente -acepté-. ¿Y cómo reaccionó ella al saber de ti?
– Al principio se negó a creerle, incluso después de que le mostrase una copia de la foto. Afirmó que se trataba de un truco fotográfico, le costó mucho tiempo el aceptar que yo existía. Paul me dijo que ella había sido criada sin amor, y que tenía problemas para establecer relaciones. Mirando hacia atrás, ahora me doy cuenta de que me estaba advirtiendo, justo desde el principio. Pero yo no estaba en condiciones de considerar una información negativa. Lo único que sabía era que mi vida había cambiado, de un modo mágico. Trillizas, el vaso vacío estaba lleno.
– Dos de tres -le indiqué.
– Si, un instante después caí en eso y le pregunté por mi otra compañera. Me dijo que ya habíamos ido lo bastante lejos, y terminó la sesión, aunque se tomó mucho tiempo para hacerlo. Entonces me sirvió un té de hierbas y una cena ligera, hizo que Suzanne me diera un masaje, me llevó en coche a casa y me dijo que probase mi nueva identidad.
– Tu casa -la interrumpí-. ¿Quién te dio la casa?
– Fue Paul. Me dijo que era una propiedad suya, por alquilar, que nadie la estaba usando de momento, y que quería que yo viviese allí… Que necesitaba un sitio nuevo para mi nueva vida. Que aquel lugar era perfecto para mí, armonioso, en sincronía con mis vibraciones.
– ¿Lo mismo que el coche?
– Mi pequeño Alfa… ¿no era un coche monísimo? Al fin dejó de funcionar el año pasado. Paul me dijo que lo había comprado para Suzanne, pero que ella no conseguía aprender a conducir con palanca de cambio. Me dijo que, después de todo por lo que había pasado, me merecía algo de diversión en mi vida, así que me lo regalaba. Naturalmente, no fue sino hasta después cuando me enteré de que él sólo había sido el transmisor… pero Paul lo puso todo en la misma cesta, así que, de un cierto modo, todo me venia de él.
– Puedo comprender eso -dije-. ¿Y qué te pasó cuando llegaste a casa?
– Estaba exhausta. Las sesiones habían exigido mucho de mí. Me metí en la cama y dormí como un bebé. Pero, por la noche, me desperté bañada en un sudor frío, presa del pánico, teniendo otro ataque de ansiedad. Deseaba llamar a Paul, pero estaba demasiado temblorosa, tanto que ni podía marcar su número en el disco del teléfono. Finalmente, logré volver a la calma controlando mi respiración, pero por ese entonces mi estado de ánimo había cambiado: estaba realmente deprimida, no quería hablar con nadie. Era como caer de cabeza a un pozo sin fondo… caer y caer sin fin. Me metí bajo las sábanas, tratando de escapar. Durante tres días ni me vestí, ni comí, no me levanté de la cama. Me limité a estar allí sentada, mirando a esa foto. Al tercer día fue cuando me encontraste tú. Y cuando te vi, enloquecí. Lo siento, Alex, pero perdí el control.
– No te preocupes -la tranquilicé-. Está olvidado, ya hace mucho. ¿Qué pasó después de que yo me marchase?
– Me quedé tal cual durante un tiempo. Algo más tarde, no estoy segura de cuánto tiempo habría pasado, llegó Paul para ver qué tal me estaba yendo. Me lavó, me vistió y me llevó de vuelta a su casa. Durante una semana no hice otra cosa que relajarme, quedarme en mí…, en una habitación de su casa. Luego tuvimos otra sesión, con hipnosis aún más profunda, y él me contó lo de la separación.
– ¿Qué es lo que te dijo?
– Que a nuestro nacimiento habíamos sido ofrecidas para ser adoptadas y separadas a los tres años, porque Sherry no cesaba de intentar hacerme daño. Me dijo que no había sido el modo adecuado de enfrentarse a ello, pero que nuestra madre adoptiva tenía problemas propios y no podía ocuparse de las dos a la vez. Y le gustaba más Sherry, así que yo fui dada a otros.
Se había esforzado mucho en hablar con una voz despreocupada, pero algo crudo y gélido había aparecido en sus ojos.
– ¿Qué es lo que te pasa? -le pregunté.
– Nada. Es sólo la ironía. Ella vivió como una princesa toda su vida, pero su alma estaba empobrecida. Al final, yo resulté ser la afortunada.
– ¿Has llegado a conocer a la señora Blalock?
– No, ni siquiera la vi en la fiesta. ¿Para qué iba a preocuparme en conocerla? Para mí, ella sólo es un nombre, ni siquiera una cara. La madre de otra.
– ¿Cuándo te habló Paul de la compañera número dos?
– En la tercera sesión, pero no había mucho que decirme: lo único que él sabía era que había nacido deforme, y la habían metido en algún centro sanitario.
– Alguien te contó dónde. ¿Tío Billy?
– Sí.
– ¿El guapo abogado de tus padres?
– ¿Aún te acuerdas, después de todos esos años? ¡Asombroso! -tratando de parecer complacida, pero muy nerviosa-. De hecho, tío Billy siempre quiso ser abogado. Incluso se matriculó en la Facultad de Leyes, pero se encontró metido en otras cosas, y nunca asistió a ella.
– ¿Cuándo entró él en escena?
– La segunda vez que Paul me mandó a casa. Quizás una semana después de que nosotros… nos separásemos. Yo estaba mucho mejor, viendo las cosas en su perspectiva. Sonó el timbre. Un hombre mayor con una hermosa sonrisa estaba frente a mi puerta. Con dulces y flores y una botella de vino. Me dijo que era el hermano de la mujer que me había regalado… Se excusó por aquello, dijo que no debía odiarla, aunque comprendería que lo hiciese. Que ella era una persona con muchos problemas, pero que él siempre se había cuidado de mí. Tanto como tío, como en el papel de emisario de mi padre.
Miró a la cama vacía.
– Y entonces me dijo quién era mi padre.
– ¿Cómo te sentiste al saber que quizá fueses la heredera de Leland Belding?
– No me pareció tan extraño como pudieras creer. Naturalmente, yo sabía quién era él, y sabía que era un genio y un hombre muy rico, y me resultaba extraño el saber que éramos familia. Pero él estaba muerto, se había ido, no había oportunidad de tener ninguna relación. Y yo estaba más preocupada por los nexos vivos.
No me había contestado a la pregunta. Lo dejé pasar.
– ¿Cómo fue el que te encontrase tío Billy?
– Paul había buscado mis raíces y le había encontrado a él. Y tío Billy me dijo que durante años había deseado conocerme, pero que estaba inseguro acerca de lo que hacer o decir, así que se había mantenido alejado, por miedo a hacer algo incorrecto. Pero ahora que yo ya estaba enterada, quería que lo supiese todo de la misma fuente de la información.