»La seguí hacia dentro. Sacó algo más de su bolso. Una pistola. Una pequeña pistola dorada que nunca antes le había visto. Mi nuevo juguetito, me dijo. ¿Te gusta? Lo he comprado en la jodida Rodeo Drive. Hoy mismo lo he estrenado. Luego me apuntó y curvó el dedo sobre el gatillo. Yo estaba segura de que iba a morir, pero no le supliqué, y me mantuve en calma. La miré directamente a los ojos y le dije: "Adelante, derrama algo más de sangre inocente. Ensúciate más, montón de basura".
»Y entonces su rostro tomó la más rara de las expresiones. Me dijo: "Lo siento, compañera", se puso la pistola en la sien y apretó el gatillo.
Silencio.
– Me quedé allí sentada, mirándola, un buen rato. Mirándola sangrar, viendo cómo se le escapaba el alma. Preguntándome a dónde se dirigiría. Luego llamé a tío Billy, y él se ocupó de todo.
Me dolía el pecho. Me di cuenta de que había estado aguantando la respiración y exhalé.
Ella siguió allí echada, tranquilizándose gradualmente, poniendo expresión soñadora.
– Y eso es todo lo que hay, cariño. Es un final. Y un principio. Para nosotros.
Se sentó, se arregló el cabello, se soltó el botón de arriba de su vestido y se inclinó hacia delante.
– Ahora estoy limpia. Libre. Dispuesta para ti, Alex. Dispuesta a dártelo todo, a entregarme en un modo en que nunca me he entregado a nadie. ¡He esperado tanto a que llegase este momento, Alex! Nunca pensé que realmente fuera a llegar por fin.
Tendió los brazos hacia mí.
Ahora era mi turno de levantarme y pasear.
– Uff -dije-. Es mucho sobre lo que reflexionar.
– Sé cómo es eso, cariño, pero tenemos tiempo. Todo el tiempo del mundo. Finalmente estoy libre.
– Libre -le dije-. Y rica. Nunca pensé en mí como en un hombre mantenido.
– Oh, pero no lo serías. En realidad, no soy ninguna heredera: el testamento del señor Belding dice que la totalidad del dinero se queda en la empresa.
– A pesar de todo -le dije-, con el tío Billy administrándolo todo… y sintiendo lo que siente por ti, seguro que tu vida será bastante lujosa.
– No tiene que serlo. No necesito eso. El dinero nunca fue importante para mí… no por sí mismo, ni por las cosas que pueden comprarse con él. A ella sí que le importaba. Cuando averiguó quién era, le dio un ataque, empezó a gritarle a tío Billy, le acusó de haberle robado y le amenazó con llevarlo a los tribunales. ¡Tanta avaricia… si ya tenía mucho más de lo que necesitaba! Incluso trató de convencerme a mí para que me uniese a ella, pero me negué. Eso la enfadó no sabes cómo.
– ¿Y cumplió con su amenaza?
– No, tío Billy logró calmarla.
– ¿Cómo?
– No tengo ni idea. Pero no hablemos más de ella. Ni del dinero. De nada negativo. Estoy aquí, contigo. En este lugar maravilloso en el que nadie puede hallarnos, o ensuciarnos. Tú, yo y Shirlee. Seremos una familia, estaremos siempre juntos.
Vino hacia mí, con los labios abiertos para un beso.
La retuve con los brazos extendidos.
– No es tan simple, Sharon.
Sus ojos se agrandaron.
– No… no lo entiendo.
– Hay problemas. Cosas que no tienen sentido.
– Alex -lágrimas-. Por favor, no juegues conmigo, no después de lo que he tenido que soportar.
Trató de apretarse contra mí. La retuve.
– ¡Oh, Alex, por favor no me hagas esto! ¡Quiero tocarte, quiero que me estreches entre tus brazos!
– El que Sherry matase a Kruse… -le dije-. No debió ser por la fiesta, aunque ésta pudo ser la gota que colma el vaso; pero debía de haberlo estado planeando, pagándole a D. J. Rasmussen desde al menos dos semanas antes del asesinato. Miles de dólares. Poniéndolo a punto para el gran trabajo.
Jadeó, hizo marcha atrás en sus movimientos, tratando de liberarse de mis manos. Seguí aferrándola.
– ¡No! -dijo-. ¡No, no lo creo! ¡Por muy mala que ella fuese, eso no es cierto!
– Es cierto ya lo creo. Y tú lo sabes mejor que nadie.
– ¿Qué es lo que quieres decir? -Y, de repente su rostro, aquel rostro perfecto, fue realmente feo.
Feo por la ira. Fracaso enfático…
– Lo que quiero decir es que tú lo montaste todo. Plantaste las semillas. Le mandaste a ella una disertación que habías hecho hacía seis años, y le confirmaste sus peores ansiedades.
Sus ojos se desorbitaron.
– ¡Vete al infierno!
Se debatió, tratando de liberarse.
– Sabes que es cierto, Sharon.
– ¡Claro que no es cierto! Ella no leía nada. Era estúpida… ¡a la muy estúpida no le gustaban los libros! ¡Y tú también eres un estúpido, sólo por decir una cosa así!
– Ése es un libro con el que hubiera peleado, hasta leerlo entero. Porque tú la habías estado preparando para esa lectura…, usando las mismas técnicas que Kruse empleaba contigo. Manipulaciones verbales, sugestiones hipnóticas. Cosas que le sugerías mientras estaba hipnotizada y que luego le ordenabas olvidar… cosas acerca de Kruse y de ti, y de cómo él te quería más que a ella. Sherry era un caso límite desde el principio, pero tú la empujaste más allá del límite. Y lo triste es que tú ya lo habías pasado, antes que ella.
Dio un resoplido, convirtió sus manos en garras y trató de clavarme las uñas en las manos. Luchamos, jadeando. Logré atraparle ambas manos con una de las mías y usé la otra para aferraría.
– ¡Suéltame, bastardo! ¡Uy, me estás haciendo daño! ¡Joder, suéltame!
– ¿Cuánto tiempo tardaste, Sharon? ¿Cuánto te costó derrumbar sus defensas, ponerla en contra de Paul?
– ¡No lo hice! ¡Estás loco! ¿Para qué iba a hacerlo?
– Para solucionar la situación. Para liberarte. Para librarte de alguien de quien, finalmente, te diste cuenta de que te había estado manipulando, en lugar de ayudarte. ¿Qué fue lo que te derrumbó a ti? ¿El hallarlos a los dos juntos? ¿Allá arriba en la habitación de ella, haciendo lo que probablemente llevaban años haciendo? ¿O te lo dijo él cuando te tenía hipnotizada? Incesto. De la peor especie. Su papaíto jodiéndola a ella. Y también era tu papaíto. Y, al hacerlo, también te estaba jodiendo a ti.
– ¡No! ¡No, no, no, no! ¡Bastardo repugnante, jodido bastardo mentiroso! ¡No! ¡Cállate de una vez! ¡Lárgate, jodido, no eres más que una mierda!
La suciedad brotaba de ella, del modo en que la había oído brotar de su hermana. La expresión de su rostro era la de la chica del vestido llameante; odiándome. Asesina.
– Dos pájaros de un tiro, Sharon -le dije-. Lanzándola contra él, y luego esperando que ella acudiese a ti. Llevabas meses planeándolo… al menos medio año. Fue entonces cuando le dijiste a Elmo que se buscase otro trabajo. Sabías que Resthaven iba a cerrarse, porque Resthaven era algo que tío Billy había montado para Shirlee y tú te ibas a llevar a Shirlee de allí. A tu nueva casa. Tú, yo y Shirlee somos tres. Un nuevo grupo de compañeros.
– ¡No! ¡No! ¡Eso es una jodida locura…, estás loco! ¡Ella tenía a D. J., que era un tipo peligroso y violento, tú mismo lo has dicho…! ¡Dos contra una! ¡Hubiera sido estúpida, si me hubiera expuesto a ese tipo de peligro!
Logró soltarse una mano, finalmente consiguió clavarme una uña y rasgar hacia arriba. Noté dolor y humedad, y la empujé con fuerza, para apartarla de mí. Voló hacia atrás, golpeando la cama con el envés de sus piernas, y cayéndose de espaldas sobre la misma. Jadeando. Sollozando. Moviendo los labios en silenciosas obscenidades.
– D. J. no era ninguna amenaza para ti -le dije-, porque durante todo el tiempo, él creyó que había estado liado contigo, que eras tú la que le habías estado pagando para matar a Kruse. Y Sherry no podía desengañarlo, diciéndole que le había mentido y haciendo así que se pusiese en contra de ella. Tenía que ocuparse de ti ella sola. Eso os igualaba en número. Y tú tenías ventaja… tú sabías que ella iba a venir. Ella pensaba que iba a poder cogerte por sorpresa. Se metió de cabeza en tu trampa, y tú la estabas esperando. Con tu pistola calibre veintidós dorada.