– Sí, uno piensa que debería haberlos tenido, pero lo curioso es que, exceptuando sus otros problemas, ella era muy saludable: tenía un corazón muy fuerte, presión sanguínea correcta, los pulmones bien. Lo único que había que hacer era cambiarla de posición, alimentarla, limpiarla, hacerle su vaciado de vientre… y podría haber seguido así siempre. -Alzó la vista al cielo y agitó la cabeza-. Me pregunto dónde estará, la pobrecilla.
– ¿Le habló alguna vez la doctora Ransom del accidente?
Sus cejas se arquearon.
– ¿Qué accidente es ése?
– Del ahogarse en la piscina que originó los problemas de Shirlee.
– Ahora sí que me he perdido.
– Se ahogó cuando era una niña pequeña. La doctora Ransom me habló de ello, me dijo que era eso lo que había causado la lesión cerebral a Shirlee.
– Bueno, pues yo de eso no sé nada, porque lo que me dijo a mí fue algo totalmente distinto: que la pobre chica había nacido así.
– ¿Nacido ciega, sorda y deforme?
– Eso es, con todo. «Deformidades congénitas múltiples». Dios sabe que leí esa frase cantidad de veces, cuando mi vista caía sobre el resumen de la doctora Ransom.
Agitó la cabeza:
– «Deformidades congénitas múltiples». La pobrecilla empezó así, y jamás tuvo oportunidad alguna.
Era ya casi el mediodía. Conduje hasta una gasolinera cercana y usé su cabina telefónica para llamar a la oficina de Olivia. Me informaron que la señora Brickerman había regresado de Sacramento, pero que hoy no se la esperaba ya en la oficina. Llamé a su casa, dejé que el timbre sonase diez veces y me disponía ya a colgar cuando ella lo cogió, sin aliento.
– ¡Alex! Justo acabo de llegar. Literalmente: del aeropuerto. Me ha pasado la mañana moviéndome entre el poder: he comido con funcionarios del Senado, para tratar de conseguir que nos den más dinero. ¡Vaya una gente. Si alguno de ellos tuvo alguna vez una idea, la vendió ya hace mucho. ¡Y barata!
– Lamento molestarte -le dije-, pero me preguntaba…
– Si el sistema vuelve a funcionar ya… Pues sí, funciona desde esta mañana. Y, justo para demostrarte lo mucho que te quiero, empleé el ordenador grande de la División de Sacramento, para investigar a tu Shirlee Ransom. Lo siento, nada de nada. Encontré a una persona de ese mismo nombre, idéntica forma de escribirlo. Pero en los archivos de Med-Cal daban su fecha de nacimiento como 1922, no 1953.
– ¿Tienes su dirección?
– No. Tú me hablaste de 1953, así que no creí que te interesase una anciana.
– Tiene lógica.
– ¿Te interesa?
– Podría ser… si no es demasiado…
– Vale, vale. Déjame quitarme este traje de mujer de negocios y llamaré a la oficina, para tratar que mi ayudante supere su fobia a los ordenadores. Me llevará un tiempo. ¿Dónde puedo encontrarte?
– Te estoy llamando desde un teléfono público.
– ¿Ahora haces todas esas tonterías de los agentes secretos? ¿En qué estás metido, Alex?
– Desenterrando esqueletos.
– ¡Uff! ¿Cuál es ese número?
Se lo leí.
– Eso es en mi barrio. ¿Desde dónde me llamas?
– Desde una gasolinera en Melrose, cerca de Fairfax.
– ¡Oh, por Dios, si estás a un par de minutos de distancia! Ven aquí y me verás hacer de detective de alta tecnología.
La casa de los Brickerman era pequeña, estaba recién pintada de blanco y tenía un techo de tejas españolas. A lo largo del camino para coches, que ya quedaba lleno con el descomunal Chrysler New Yorker de Olivia, había plantados estrechos parterres de petunias.
Había dejado la puerta sin cerrar. Albert Brickerman estaba en la sala de estar, en bata y zapatillas, mirando a su tablero de ajedrez. Lanzó un gruñido en respuesta a mi saludo. Olivia estaba en la cocina, batiendo huevos, vistiendo una blusa con muchas blondas y una falda color azul marino del tamaño más grande; su cabello era una masa de ricitos pequeños, teñidos con henna, sus mejillas eran regordetas y sonrosadas. Estaba a principios de los sesenta, pero su piel era tan tersa como la de una niña. Me dio un abrazo, aplastándome contra su repleto pecho.
– ¿Qué te parece? -Se pasó las manos por la falda, para alisársela.
– Muy de sala de juntas.
Se echó a reír, bajó el fuego bajo los huevos.
– ¡Si mi papi, el socialista, me viese ahora! ¿Te hubieras creído que, a mi edad, iban a arrastrarme… eso sí, gritando y pataleando, al mundo de los yupies?
– Tú repítete a ti misma que estás trabajando dentro del sistema para cambiarlo.
– ¡Oh sí, seguro! -Me hizo un gesto para que me sentase a la mesa de la cocina. Puso los huevos revueltos en platos, colocó bandejas con pan de centeno y tomates cortados a rodajas, llenó tazones con café-. Me imagino que me queda un año, quizá dos. Y, luego, adiós a toda esta tontería y me dedicaré a viajar en serio… y no es que vaya a poder mover a Príncipe Alberto, pero tengo una amiga que el año pasado perdió a su esposo. Hemos planeado ir a Hawai, a Europa, a Israel. Todo.
– Suena maravilloso.
– Suena maravilloso, pero tú tienes mariposas en la tripa de ganas de contactar con el ordenador.
– Cuando te vaya bien.
– Llamaré ahora. A Mónica le costará un tiempo meterse en el sistema.
Llamó a su asistente, le dio instrucciones, las repitió y colgó:
– Mantén los dedos cruzados. Y, mientras esperamos, comamos.
Ambos teníamos hambre, así que devoramos en silencio. Justo cuando había empezado con mi segundo plato de huevos, sonó el teléfono.
– Vale Mónica, no pasa nada. Sí. Teclea SRCH, todo en mayúsculas. Bien. Ahora teclea M mayúscula, guión, C mayúscula, R mayúscula, luego dale a la tecla RETURN dos veces. CAL. Teclea C-A-L, también todo con mayúsculas, cuatro, tres, cinco, seis, guión, cero, cero, nueve. Bien. Ahora mayúsculas LA, guión, mayúscula W, guión, uno, guión, dos, tres, seis. ¿Vale? Pruébalo de nuevo, esperaré… Bien. Ahora, aprieta el RETURN una vez más, luego el botón… ORIGEN. Está debajo del 7… No, mantén apretado el botón Control mientras lo haces… está ahí, al lado izquierdo del tablero, control. Eso es, bien. Y ahora, ¿qué sale en la pantalla? Bien. Ahora teclea el siguiente apellido: Ransom. Sí, te lo deletreo: R-A-N-S-O-M. Coma. Shirlee. Acabado con dos es. S-H-I-R-L-E-E… Vale, muy bien. ¿Qué aparece? Vale, mantenlo ahí, Mónica. Voy a por un lápiz y me repites la fecha de nacimiento y la dirección.
Comenzó a escribir, y yo leí, por encima de su hombro:
Ransom, Shirlee. FDN: 1/1/1922
Rural Route 4, Willow Glen, Ca. 92399
– Vale, Gracias, Mónica.
– Pregúntale por un tal Jasper Ransom -le dije.
Me miró con cara de incomprensión, y dijo por teléfono:
– Mónica, no limpies aún la pantalla. Teclea ADD SRCH. Espera que salga de nuevo el cursor parpadeante… ¿Ya lo tienes? Vale, ahora teclea Ransom, el mismo apellido que antes, coma, Jasper… No, con J… Sí. J-A-S-P-E-R. Vale… ¿Sí? Dame su fecha de nacimiento.
Escribió:
FDN: 25/12/1920
Misma dirección.
– Muchas gracias, Mónica. ¿Te queda mucho que hacer? Vale, entonces acaba más pronto. Nos vemos mañana. -Colgó-. Bueno, cariño, ahora tienes a dos ancianos Ransom por el precio de uno.
Miró el papel otra vez y señaló las fechas de nacimiento:
– Año Nuevo y Navidad. Qué mono. ¿Cuáles deben de ser las posibilidades de que pase esto? ¿Quiénes son esas personas?
– No lo sé -le contesté-. Willow Glen. ¿Tienes un mapa del estado?
– No hay necesidad -me dijo ella-. He estado allí. Está en pleno campo, en el condado de San Bernardino, cerca de Yucaipa. Cuando los niños eran pequeños, acostumbraba a llevarlos allí, para que cogiesen manzanas.