Выбрать главу

– Hola -su pronunciación era mala.

Me acerqué.

– ¿Señora Ransom?

Eso la dejó perpleja.

– ¿Shirlee?

Varios rápidos movimientos con la cabeza, asintiendo.

– Sí soy yo, Shirlee. -En su excitación, dejó caer la manguera, que empezó a serpentear y escupir agua. Trató de recogerla, pero no pudo y le dio un chorro de agua en la cara, gritó y alzó las manos. Recogí el embarrado tubo, lo doblé para lavarlo, y se lo entregué.

– Gracias.

Se frotó la cara con la manga de su guardapolvo, tratando de secársela. Yo saqué un pañuelo limpio del bolsillo y lo hice por ella.

– Gracias, señor.

– Shirlee, me llamo Alex. Soy amigo de Sharon.

Me preparé para una explosión de dolor, obtuve otra sonrisa. Más amplia:

– Hermosa Sharon.

Mi corazón estaba dolorido. Forcé a salir las palabras, casi me atraganté al decir el tiempo presente.

– Sí, es muy hermosa.

– Mi Sharon. Carta. ¿Quiere ver?

– Sí, quiero.

Miró a la manguera, pareció perderse en el pensamiento.

– Espere. -Lenta, deliberadamente, se fue apartando de los brotes de árbol y regresando al depósito de agua. Le costó bastante tiempo el cerrar el grifo, aún más el enrollar la manguera, limpiamente, en el suelo. Cuando hubo terminado, me miró con orgullo.

– Muy bien -le dije-. Bonitos árboles.

– Bonitos. Manzanas. Señita Leiderk los dio a mí y Jasper. Árbol niño.

– ¿Los plantaron ustedes?

Risitas.

– No. Gabiel.

– ¿Gabriel?

Afirmación con la cabeza.

– Los cuidamos muy mucho.

– Seguro que sí, Shirlee.

– Sí.

Seguí su caminar de pies arrastrados hasta una de las chabolas. Las paredes estaban sin pintar y manchadas, el suelo era de contrachapado y el techo de vigas vistas. Habían usado una plancha de conglomerado para dividir el espacio en dos. La mitad era una zona de servicios: una pequeña nevera, una cocinita eléctrica, una antigua lavadora con rodillos de secado. Junto a la nevera se hallaban cajas de jabón en polvo e insecticidas.

Al otro lado había una habitación de techo bajo, alfombrada con un trozo de moqueta naranja. Una cama de hierro colado, pintada de blanco y cubierta por una manta de las sobrantes del Ejército casi llenaba todo el espacio. La manta estaba muy tensa, con ángulos militares. Contra una pared había una estufa eléctrica. El sol entraba, dorado y suave, a través del papel encerado. Una escoba se apoyaba en un rincón. Estaba más que usada. El lugar se veía impoluto.

El otro único mueble era una pequeña cómoda de pino. Encima de la misma había una caja de lápices de colores, junto con otros lápices, de mina negra y gastados hasta sólo quedar pequeños trozos, así como unos blocs de papel barato, amarillento, cuidadosamente amontonados y pisados por una piedra. En la página de encima había un dibujo. De manzanas. Primitivo. Infantil.

– ¿Ha dibujado usted esto, Shirlee?

– Jasp. Dibuja bien.

– Sí que es verdad. ¿Dónde está ahora?

Salió de la chabola y señaló hacia la comuna.

– Haciendo.

– Ya veo.

– Dibuja muy mucho bien.

Asentí mi acuerdo.

– ¿La carta, Shirlee?

– Oh. -Sonrió más ampliamente, se golpeó un costado de la cabeza con un puño-. Lo olvidé.

Regresamos al dormitorio y abrió uno de los cajones de la cómoda. Dentro había montones de prendas, exactamente ordenadas…, más de esa ropa descolorida que había visto tendida fuera. Metió una mano bajo la ropa, tomó un sobre y me lo entregó.

Sucio de marcas de dedos, desgastado por el mucho manos. El matasellos era de Long Island, Nueva York, en 1971. La dirección estaba escrita con grandes letras de imprenta:

SR. Y SRA. JASPER RANSOM

RUTA RURAL CUATRO

WILLOW GLEN, CALIFORNIA

Dentro había una única hoja de papel en blanco, con una cabecera que decía:

ACADEMIA FEMENINA DE PEDAGOGÍA FORSYTHE

WOODBURN MANOR

LONG ISLAND, N.Y. 11946

El mismo tipo de letras mayúsculas había sido empleado para el texto:

QUERIDOS PAPÁ Y MAMÁ:

AQUÍ ESTOY EN LA ESCUELA. EL VIAJE EN AVIÓN FUE BUENO. TODO EL MUNDO SE PORTA BIEN CONMIGO. ME GUSTA, PERO OS NOTO MUCHO A FALTAR.

POR FAVOR, RECORDAD ARREGLAR LAS VENTANAS, ANTES DE QUE LLEGUEN LAS LLUVIAS. PUEDEN LLEGAR PRONTO ASÍ QUE TENED CUIDADO. ACORDAOS DE LA MUCHA AGUA QUE ENTRÓ EL AÑO PASADO. SI NECESITÁIS AYUDA, LA SRA. LEIDECKER OS AYUDARÁ. ME DIJO QUE OS VIGILARÍA, PARA VER SI ESTABAIS BIEN.

PAPÁ, GRACIAS POR LOS BELLOS DIBUJOS. LOS MIRÉ CUANDO ESTABA EN EL AVIÓN, Y OTRA GENTE QUE LOS VIO DIJO QUE ERAN MUY BUENOS, QUE LES DABAN GANAS DE COMERSE LAS MANZANAS. SIGUE DIBUJANDO Y MÁNDAME MÁS. LA SRA. LEIDECKER ME LOS ENVIARÁ POR CORREO.

OS NOTO A FALTAR, ME COSTÓ IRME, PERO QUIERO SER MAESTRA Y SÉ QUE VOSOTROS TAMBIÉN LO QUERÉIS. ÉSTA ES UNA BUENA ESCUELA. CUANDO SEA MAESTRA VOLVERÉ Y ENSEÑARÉ EN WILLOW GLEN. PROMETO ESCRIBIROS. CUIDAOS.

AMOR,

SHARON

(VUESTRA ÚNICA HIJITA)

Volví a meter la carta en su sobre. Shirlee Ransom me estaba mirando, sonriente. Pasaron varios segundos antes de que pudiera hablar:

– Es una hermosa carta, Shirlee. Una carta muy bonita.

– Sí.

Se la devolví.

– ¿Tiene más?

Negó con la cabeza.

– Teníamos. Muchas. Vinieron lluvias fuertes, y chafff -gesticuló con las manos-. Llevarlo todo. Muñecas. Juguetes. Papeles.

Señaló a las ventanas tapadas con papel de cera.

– La lluvia entra.

– ¿Por qué no ponen cristales?

Se echó a reír.

– Señorita Leidecker dice: cristal, Shirlee. Cristal es fuerte, bueno, prueba. Pero Jasp dice no, no. A Jasp le gusta el aire.

– La señorita Leidecker parece una buena amiga.

– Sí.

– ¿También lo era de Sharon?

– Maestra. -Se dio unos golpes en la frente-. Muy lista.

– Sharon también quería ser maestra -le dije-. Se fue a una escuela de Nueva York a estudiar para maestra. Gesto de asentimiento con la cabeza.

– Dagogía Forsaid…

– ¿Academia Forsythe?

Otro gesto de asentimiento.

– Muy lejos.

– ¿Volvió a Willow Glen cuando fue maestra?

– No. Demasiado lista. A Calforna.

– ¿California?

– Sí. Muy lejos.

– ¿Les escribió desde California?

Mirada de preocupación. Me supo mal haberle hecho la pregunta.

– Sí.

– ¿Cuándo fue la última vez que supieron de ella?

Se mordisqueó un dedo, torció la boca.

– Navidad.

– ¿Las pasadas navidades?

– Sí -no muy convencida.

Había hablado de una carta de hacía dieciséis años, como si hubiese llegado hoy mismo. Pensaba que California era algún lejano lugar. Me pregunté si sabría leer. Le pregunté:

– ¿Navidad fue hace mucho?

– Sí.

Algo más que había sobre la cómoda me llamó la atención: un ángulo de piel artificial, de color azul, que estaba bajo los dibujos de manzanas. Lo saqué. Era una libreta de ahorros de un banco en Yucaipa. No parecía molestarle mi curiosidad. Sintiéndome de todos modos como un ladrón, la abrí.

Allí habían varios años de transacciones, siguiendo una repetitiva tendencia: el primero de cada mes un ingreso de quinientos dólares. Ocasionales retiradas de fondos. Un saldo acumulado de setenta y ocho mil dólares y algo suelto. La cuenta estaba en forma de fideicomiso, en favor de Jasper Ransom y Shirlee Ransom, conjuntamente. La encargada de administrarla: Helen A. Leidecker.

– Dinero -dijo Shirlee. Una sonrisa de orgullo.

Dejé la libreta allá donde la había encontrado.

– Shirlee, ¿dónde nació Sharon?

Mirada de asombro.

– ¿La diste vida tú? ¿Salió de tu tripa?