Me bañé con el alivio que mostraba la cara de Bethany antes de mirar a Stan. Estaba segura de que se dio cuenta que yo tenía un truco en la manga que no quería dar a conocer. ¿Quién sabe lo que piensa un vampiro cuando se esfuerza en que no se le note? Pero tuve la impresión de que Stan sabía lo que yo planeaba.
Este no dijo ni una palabra, pero entró otro vampiro, una chica que tendría la edad de Bethany cuando se transformó. Stan había tomado la decisión correcta. La chica se inclinó sobre Bethany, la agarró de la mano y sonrió con los colmillos enfundados.
– Ahora nos vamos a casa, ¿vale?
– ¡Estupendo! -El alivio de Bethany brillaba a modo de neón en su frente-. Estupendo -repitió, con menos seguridad-. ¿Tú también te vienes a mi casa? Tú…
Pero la vampira había mirado a los ojos de Bethany.
– No recordarás nada de hoy excepto la fiesta -le ordenó.
– ¿Fiesta? -La voz de Bethany sonó torpe y un poco curiosa.
– Fuiste a una fiesta -le contó la vampira mientras la sacaba de la habitación-. Fuiste a una gran fiesta y encontraste a un chico guapo. Estuviste con él. -Aún le murmuraba a Bethany cuando salían. Seguro que le dejaba unos buenos recuerdos.
– ¿Y bien? -preguntó Stan, cuando la puerta se cerró tras ambas mujeres.
– Bethany piensa que el portero del club sabe algo más. Lo vio ir hacia el baño de los hombres tras tu amigo Farrell y el vampiro al que no conoces. -Lo que yo no sabía, ni iba a preguntar a Stan, era si los vampiros practicaban el sexo con los de su propia especie. El sexo y la comida estaban tan unidos en su ciclo vital que era incapaz de imaginar a un vampiro tener sexo con alguien que no fuera humano, es decir, con alguien de quien no pudiera tomar sangre. ¿Los vampiros se sorbían la sangre entre sí, aparte de en situaciones críticas? Sabía que si la vida de un vampiro estaba en juego, otro vampiro podía donarle su sangre para revivirlo, aunque nunca había oído hablar de una situación que involucrara el intercambio de sangre. A Stan no sería prudente preguntárselo. Tal vez abordara el tema con Bill, cuando saliéramos de aquella casa.
– Lo que has descubierto en su mente es que Farrell estaba en el bar, y que se metió en el baño con otro vampiro, un hombre joven con pelo largo y rubio y muchos tatuajes -resumió Stan-. El portero fue al baño mientras los otros dos estaban allí.
– Correcto.
Hubo una pausa considerable mientras Stan reflexionaba sobre ello y decidía qué hacer a continuación. Esperé, encantada de no tener que oír ni una palabra de su debate interior. Ningún destello, ningún atisbo.
Al menos ese tipo de centelleos mentales solían ser poco frecuentes en el caso de los vampiros. Nunca había llegado a captar ninguno de Bill; ni siquiera sabía que fuera posible hasta que me introduje un poco más en el mundo vampírico. Así que su compañía era muy placentera. Por primera vez en la vida me era posible disfrutar de una relación normal. Por supuesto que él no era muy normal, pero no se puede tener todo.
Como si supiera lo que estaba pensando, sentí la mano de Bill en ese momento sobre mi hombro. Yo puse la mía sobre la suya y sentí el deseo de levantarme y darle un enorme abrazo. No sería buena idea hacerlo delante de Stan. Quizá le diera hambre.
– No sabemos quién era el vampiro que acompañaba a Farrell -reconoció Stan, lo que no resultó muy impresionante tras tanta reflexión. Tal vez tenía idea de darme una explicación más completa, pero en el último momento decidió que no era lo suficientemente inteligente como para comprender la respuesta. De todas maneras prefiero que me subestimen a que me sobrestimen. ¿Cuál es la diferencia? Dejé tal cuestión para más adelante. Había otras cosas que averiguar en ese momento.
– ¿Quién es el portero del Bat's Wing?
– Un hombre llamado Re-Bar -dijo Stan. Hubo cierto deje de disgusto en la forma de decirlo-. Es un colmilludo.
Así que Re-Bar tenía el trabajo de sus sueños. Trabajar con vampiros y estar rodeado por ellos a todas horas. Para alguien fascinado por los no-muertos, era la oportunidad de su vida.
– ¿Y qué podría hacer si un vampiro se pone violento? -pregunté por pura curiosidad.
– Solo se ocupa de los borrachos humanos. Un vampiro portero al final abusa de su fuerza.
No quise conocer los detalles.
– ¿Está Re-Bar aquí?
– No tardará mucho -dijo Stan, sin consultar a nadie más. Lo más seguro es que tuviera algún tipo de enlace mental con ellos. Nunca había visto algo así, y estaba seguro de que Eric no era capaz de comunicarse con Bill. Debía de tratarse de un don de Stan.
Mientras esperábamos, Bill se sentó en la silla situada a mi lado. Se inclinó y me agarró la mano. Fue muy reconfortante y se lo agradecí en silencio. Mantuve mi mente en calma, en un esfuerzo por conservar toda la energía posible para el interrogatorio que tendríamos que efectuar en breve. Aunque comenzaba a preocuparme seriamente la situación de los vampiros de Dallas. Y aún más después de haber visto a ciertos parroquianos del bar, en especial el hombre al que creía haber reconocido.
– Oh, no -dije con sequedad, recordando de súbito dónde lo había visto.
Los vampiros se pusieron en alerta.
– ¿Qué, Sookie? -preguntó Bill.
Stan parecía haber sido esculpido en hielo. Sus ojos despedían un brillo verde.
Me aturullé al intentar explicar lo que estaba pensando.
– El sacerdote -le dije a Bill-. El hombre que huyó del aeropuerto, el que trató de raptarme. Estaba en el bar. -Las ropas diferentes y el ambiente tan distinto me habían engañado cuando recorrí la memoria de Bethany, pero ahora estaba segura.
– Cierto -dijo Bill despacio. Bill parecía haberlo recordado, por lo que yo no conservaba duda alguna de que tenía grabado su rostro a fuego en la cabeza.
– No creo que fuera un sacerdote de verdad, y ahora sé que estaba en el bar la noche que Farrell desapareció -dije-. Vestido con ropas normales. No, eh, con el alzacuello blanco y camisa negra.
Hubo una pausa incómoda.
– Pero este hombre, este supuesto sacerdote, en el bar, incluso con dos compañeros humanos, no podría haber obligado a Farrell a ir a ningún sitio al que él no quisiera -apuntó Stan con toda delicadeza.
Me miré las manos y no dije ni una palabra. No quería ser quien lo dijera en voz alta. Bill, astuto, tampoco dijo nada.
– Alguien fue al baño con Farrell. Un vampiro al que no conozco -dijo Stan Davis, líder de los vampiros de Dallas.
Asentí, con la mirada fija en un punto perdido.
– Entonces ese vampiro ha debido ayudar en el secuestro de Farrell.
– ¿Farrell es gay? -inquirí, tratando de sonar como si mi pregunta fuera lo más casual del mundo.
– Prefiere a los hombres, sí. ¿Crees…?
– No creo nada. -Sacudí la cabeza para dejarle clara mi ignorancia al respecto. Bill me apretó los dedos. ¡Aay!
La tensión del ambiente se extendió hasta que la vampira volvió con un humano corpulento. Uno que había visto en los recuerdos de Bethany. No obstante, no se parecía mucho al que Bethany había visto; a través de sus ojos era más robusto, menos gordo; más glamoroso, menos desaliñado. Pero aun así lo reconocí como el camarero sustituto.
De inmediato me dio la impresión de que había algo raro en el hombre. Seguía a la chica vampira sin vacilación, y sonreía a todo el mundo en la habitación; muy extraño. Cualquier humano en su misma situación estaría preocupado, sin importar lo limpia que estuviera su conciencia. Me levanté y fui hacia él. Me observó aproximarme con aire risueño.
– Hola, colega -le dije, y le di la mano. La retiré lo más rápido que pude, sin ser maleducada. Retrocedí un par de pasos. Lo que quería hacer en realidad era tomarme unos Advil y echarme una siesta-. Bueno -le dije a Stan-, tiene un enorme agujero en la cabeza.