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– En una palabra, sí. ¿Hay algo más que tengas que discutir con nosotros, Eric? -preguntó Bill. El hielo se hubiera quedado sorprendido de lo frío que había sonado Bill.

– No tenemos tiempo suficiente -reconoció Eric-, ya que el día llega en breve y hay cosas que tengo que ver antes de dormir. Pero mañana por la noche debemos reunirnos. Cuando sepas lo que Stan quiere que hagas, déjame una nota en la mesa, y ya quedaremos.

Bill asintió.

– Adiós, entonces.

– ¿No quieres una última copa? -¿Estaba esperando a que le ofreciéramos una botella de sangre? Los ojos de Eric fueron del refrigerador hasta mí. Me arrepentí de llevar solo una delgada capa de nailon encima en lugar de algo que me cubriera mejor-. ¿Calentita calentita? -Bill seguía manteniendo un silencio pétreo.

Con su mirada fija en mí hasta el último momento, Eric se dirigió hacia la puerta y Bill la cerró tras él.

– ¿Crees que estará escuchando? -pregunté a Bill, mientras desataba la correa de mi albornoz.

– No me importa -y sumió la cabeza en otros asuntos.

* * *

Cuando me levanté, a la una de la tarde más o menos, pendía el silencio sobre el hotel. Por supuesto, la mayoría de los clientes estaba durmiendo. Las asistentas no entraban en la habitación durante el día. Me había percatado de la seguridad la noche pasada: guardias vampiros. Durante el día era diferente, ya que la protección diurna era por lo que los clientes pagaban una barbaridad. Llamé al servicio de habitaciones por primera vez en mi vida y pedí un desayuno. Tenía un hambre de caballo; llevaba sin comer medio día. Estaba duchada y vestida con el albornoz para cuando el camarero llamó a la puerta, y después de asegurarme de que era quien decía ser, lo dejé pasar.

Después de mi secuestro fallido en el aeropuerto el día anterior, no estaba dispuesta a asumir más riesgos. Sostuve el spray de pimienta a mi lado mientras el joven preparaba la comida y la cafetera. Si daba un paso hacia la puerta tras la que Bill dormía en su ataúd, lo rociaría. Pero el joven, Arturo, había sido entrenado a conciencia, y sus ojos nunca se fijaron en el dormitorio. Tampoco me miró directamente a mí. Sin embargo sí pensaba en mí, y deseé haberme puesto un sujetador antes de dejarlo entrar.

Cuando se hubo marchado -y, como Bill me había enseñado, tras añadir una propina al tique de la habitación que firmé-, devoré todo lo que trajo: salchichas, tortitas y un cuenco de dulces de melón. Oh, Dios, todo estaba buenísimo. El sirope era sirope de verdad, y la fruta estaba en su punto de madurez. Las salchichas estaban deliciosas. Me alegré de que Bill no estuviera por allí para hacerme sentir incómoda. No le gustaba verme comer, y odiaba que tomara ajo.

Me cepillé los dientes y el cabello, y después me maquillé. Era hora de prepararme para mi visita al centro de la Hermandad. Dividí mi pelo en secciones y lo fijé. Luego saqué la peluca de la caja. Pelo corto y moreno; de lo más pedestre. Creí que Bill estaba de coña cuando sugirió lo de la peluca; aún me preguntaba cómo se le había ocurrido algo así, pero me alegraba tener la dichosa peluca. También había traído conmigo un par de gafas como las de Stan, que servían al mismo propósito, y me las puse. En la parte de abajo aprecié cierto aumento, así que no habría ningún problema en justificar que se trataba de gafas de lectura.

¿Qué es lo que llevan los fanáticos cuando se congregan en su local de fanáticos? En mi experiencia limitada, los fanáticos suelen ser bastante conservadores a la hora de vestir, ya sea porque están demasiado preocupados con otras cosas como para perder tiempo en ello, o porque ven algo maligno en vestir con estilo. Si estuviera en casa saldría pitando al Seven Eleven, pero me encontraba en un hotel muy caro. Sin embargo, Bill me había dicho que llamara a recepción para cualquier cosa que necesitara. Así que lo hice.

– Recepción -dijo un humano que intentaba imitar la suave voz de un vampiro anciano-. ¿Qué desea? -Estuve a punto de decirle que lo dejara. ¿Quién quiere una imitación cuando tiene al verdadero en casita?

– Soy Sookie Stackhouse, de la 340. Necesito una falda larga vaquera, talla ocho, y una blusa color pastel estampada con flores o un top de punto de la misma talla.

– Sí, señora -dijo tras una larga pausa-. ¿Para cuándo las necesita?

– Pronto. -Oye, esto era divertidísimo-. De hecho, cuanto antes, mejor. -Empezaba a cogerle el tranquillo a esto. Me encantaba lo de pedir yo y que otro pagara por mí.

Estuve mirando las noticias mientras esperaba. Lo típico en cualquier ciudad americana: problemas de tráfico, problemas urbanísticos, problemas de criminalidad.

«La mujer hallada muerta la pasada noche en un hotel Dumpster ha sido identificada», dijo el presentador, que había utilizado el tono grave necesario para tal noticia. Curvó hacia abajo los extremos de la boca para mostrar preocupación. «El cuerpo de Bethany Rogers, de veintiún años, fue encontrado en la calle situada por detrás del hotel Silent Shore, famoso por ser el primer hotel de Dallas acondicionado para vampiros. Rogers fue asesinada mediante un único disparo en la cabeza. La policía describe el crimen como "ejecución". La detective Tawny Kelner informó a nuestro reportero que la policía sigue varias líneas de investigación». La imagen de la pantalla cambió de una mueca de disgusto artificial a una genuina. La detective tendría unos cuarenta años; era una mujer baja con una larga cabellera que le caía por la espalda. La cámara abrió el plano para incluir también al periodista, un hombre de tez oscura con un traje impecable. «Detective Kelner, ¿es cierto que Bethany Rogers trabajaba en un bar de vampiros?».

El ceño de la detective se frunció aún más. «Sí, es cierto. Pero era camarera no gogó». ¿Animadora? ¿Qué hacían las animadoras en el Bat's Wing? «Llevaba trabajando allí un par de meses».

«¿El sitio utilizado para deshacerse del cuerpo no indica que los vampiros tienen algo que ver?». El periodista era más insistente de lo aconsejable.

«Al contrario, creo que el sitio fue elegido para enviar un mensaje a los vampiros», restalló Kelner, y luego puso cara de arrepentirse de hablar. «Ahora, si me disculpa…».

«Claro, detective», dijo el entrevistador un tanto confuso. «Bueno, Tom», y se dirigió a la cámara, como si pudiera ver al locutor de la redacción, «estamos ante una provocación».

¿Eh?

El locutor se dio cuenta de la tontería que había dicho el otro periodista y pasó rápido a otra noticia.

Pero Bethany estaba muerta, y no había nada que hacer. Me tragué las lágrimas; no creo que tuviera derecho a derramarlas. No podía ayudar, pero preguntaría qué es lo que le había pasado a Bethany Rogers la última noche después de que la llevaran al nido vampírico. Si no había marcas de colmillos, seguro que no se trataba de un vampiro. Sería algo muy raro el que un vampiro ignorara así la sangre.

Sollozando a causa de las lágrimas no vertidas, y sintiéndome miserable, me senté en el sillón y busqué en el bolso algo con lo que escribir. Al final encontré un boli. Lo use para rascarme bajo la peluca. Incluso con el aire acondicionado del hotel, picaba. En treinta minutos, alguien llamó a la puerta. Una vez más, usé la mirilla antes de abrir. Era Arturo, con las prendas que había pedido bajo el brazo.

– Devolveremos las que no sean de su agrado -dijo al entregarme el montón. Trató de no quedarse mirando el cabello.

– Gracias -le dije, y le di algo de propina. Me estaba acostumbrando a aquello con rapidez.

En breve llegó la hora de la cita con el tal Ayres, el chico de Isabel. Dejé caer el albornoz y estudié lo que me había traído Arturo. La blusa de color melocotón pastel con flores blancas y la falda… hmmmm. No había sido capaz de encontrar algo vaquero, y me había traído las dos de tela. Supuse que tendría que valer, y me puse una. Parecía un poco ceñida, por lo que me alegré de tener varias ente las que elegir. Me calcé unas sandalias planas, me puse unos anillos diminutos y listo. Hasta me permití añadir al conjunto un bolso de caña bastante maltratado. Lo malo es que era el bolso que solía llevar. Pero encajaba como un guante. Saqué todo aquello que pudiera identificarme; tenía que haber pensado en ello tiempo antes y no ponerme a hacerlo en el último minuto. ¿Habría algo más igual de importante que se me estuviera olvidando?