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Le dejé un mensaje a Bill en el contestador. No quería saber lo que pretendía hacer con Portia, y como supuse que habría alguien más cuando oyera sus mensajes, le dije solo:

– Bill, me han invitado a una fiesta mañana por la noche. Dime si crees que debería ir. -No me identifiqué, ya que conocería mi voz. Lo más probable era que Portia recibiera un mensaje parecido, una idea que me enfurecía.

Cuando volví a casa por la noche, casi deseaba que Bill estuviera esperándome para emboscarme como el otro día, pero el silencio reinaba en el patio y en la casa. Advertí que la luz de mi contestador parpadeaba.

– Sookie -dijo la voz suave de Bill-, aléjate de los bosques. La ménade no está muy contenta con nuestro tributo. Eric llegará a Bon Temps mañana por la noche para negociar con ella, así que igual te necesita. Los «otros» de Dallas, los que te ayudaron, piden una sustanciosa recompensa a los vampiros de Dallas, así que voy allí en un vuelo de Anubis para reunirme con ellos y Stan. Sabes dónde me alojaré.

Ergh. Bill no estaría en Bon Temps para ayudarme, y estaba fuera de mi alcance. ¿O no? Era la una de la mañana. Llamé al Silent Shore. Bill aún no había llegado, aunque su ataúd (al que la recepcionista se refirió como «equipaje») ya estaba en su habitación. Dejé un mensaje, que cifré de forma adecuada para que fuera incomprensible.

Estaba muy cansada, ya que no había dormido mucho por la noche, pero no tenía intención de ir a la fiesta del día siguiente yo sola. Suspiré profundamente y llamé al Fangtasia, el bar de vampiros de Shreveport.

– Has llamado a Fangtasia, donde los no-muertos viven cada noche -dijo un mensaje grabado con la voz de Pam. Pam era socia-. Para saber el horario, pulse el uno. Para hacer una reserva para fiestas, pulse el dos. Para hablar con una persona o un vampiro muerto, pulse el tres. Y si estás pensando en dejar un mensaje gracioso en nuestro contestador, ten esto en cuenta: te encontraremos.

Pulsé el tres.

– Fangtasia -dijo Pam como si estuviera aburrida hasta la náusea.

– Hola -dije con voz alegre para contrarrestar el tedio que surgía de ella-. Soy Sookie, Pam. ¿Está Eric por ahí?

– Está cautivando a las alimañas -dijo Pam. Supuse que quería decir que estaba tirado en una silla de la pista principal, con aspecto de peligroso y fascinante a la vez. Bill me había dicho que el Fangtasia contrataba a algunos vampiros para que hicieran acto de presencia por allí una o dos veces a la semana, y que así los turistas siguieran viniendo. Eric, como propietario que era, estaba allí casi todas las noches. Había otro bar donde los vampiros se reunían con los de su clase, y donde ningún turista entraría. Nunca lo había visto, porque la verdad es que ya tenía suficiente con el bar donde trabajaba.

– ¿Le podrías pasar el teléfono, por favor?

– Oh, claro -contestó a regañadientes-. He oído que te lo pasaste bien en Dallas -dijo mientras andaba. No es que oyera sus pasos, pero el ruido de fondo subía y bajaba.

– Inolvidable.

– ¿Qué piensas de Stan Davis?

Hmmm.

– Conozco bien a los de su clase.

– Me gusta ese aspecto de bicho raro.

Me alegré de que Pam no estuviera allí para contemplar la cara que puse. Nunca había caído en que a Pam también le gustaban los tíos.

– No parece que salga con nadie -dije.

– Ah. Tal vez me pase por Dallas pronto.

Vaya. No sabía que los vampiros se liaran entre ellos. Nunca había visto a dos vampiros juntos.

– Aquí estoy -dijo Eric.

– Y yo. -Me divirtió la contestación de Eric.

– Sookie, mi pequeña chupabalas -dijo, con tono amable.

– Eric, mi gran comemierdas.

– ¿Deseas algo, cariño?

– Por un lado, no soy tu cariñito y lo sabes. Por otro… Bill dijo que estarías aquí mañana por la noche, ¿no?

– Sí, para visitar a la ménade en los bosques. No está contenta con el vino y el becerro ofrecidos.

– ¿Le diste un becerro? -Me quedé a cuadros durante un momento ante la imagen de Eric subiendo una vaca en un camión y conduciendo hasta la interestatal para luego dejarlo en el bosque.

– Sí, claro. Pam, Indira y yo.

– ¿Fue divertido?

– Sí -dijo, sorprendido-. Hace muchos siglos cuidaba del ganado. Pam es una chica de ciudad. Indira estaba tan impresionada con el animal que fue de poca ayuda. Pero si te apetece, la próxima vez que tengamos que transportar animales te daré un toque, y así te vienes con nosotros.

– Gracias, sería estupendo -apostillé, sabiendo de sobra que nunca jamás me llamaría para eso-. Te he llamado para que vengas a una fiesta conmigo mañana por la noche.

Silencio.

»¿Bill ya no es tu amante? ¿Habéis roto por lo de Dallas?

– Lo que debería haberte dicho es que necesito un guardaespaldas para mañana por la noche. Bill está en Dallas. -Me golpeé la frente con la palma de la mano-. Es una historia muy larga, pero el caso es que mañana por la noche necesito ir a una fiesta que es una…, bueno…, una… orgía o algo así. Y necesito que venga alguien conmigo por sí acaso… Por si acaso.

– Fascinante -dijo Eric, exultante-. Y ya que estaré por allí quieres que te sirva de escolta. ¿En una orgía?

– Casi pareces humano -respondí.

– ¿Es una orgía humana? ¿No se admiten vampiros?

– Es una orgía humana donde no saben que acudirá un vampiro.

– Así que cuanto más humano parezca, mejor, ¿no?

– Sí, y necesito leer sus pensamientos. Indagar en sus mentes. Y si consigo que piensen sobre algo en concreto, y capto lo que piensan al respecto, podremos irnos. -Acababa de tener una buena idea para obligarlos a pensar en Lafayette. Decírselo a Eric era el problema.

– Así que quieres que vaya a una orgía humana donde no seré bienvenido, y quieres que nos vayamos antes de que disfrute.

– Sí -respondí, con voz chirriante a causa de la ansiedad. De perdidos al río-. Y…, ¿crees que te podrás hacer pasar por gay?

Silencio.

– ¿A qué hora tengo que estar allí? -preguntó con suavidad.

– Um… ¿Nueve y media? Para que te ponga al corriente de todo.

– A las nueve y media en tu casa.

– Vuelvo a llevar el teléfono -me informó Pam-. ¿Qué le has dicho a Eric? Está moviendo la cabeza de adelante atrás con los ojos cerrados.

– ¿Se ríe? Aunque solo sea un poco.

– No que pueda ver.

Capítulo 10

Bill no devolvió la llamada esa noche, y salí a trabajar antes de que se pusiera el sol. Tenía un mensaje suyo en el contestador cuando volví a casa para vestirme para la «fiesta».

– Sookie, me costó descifrar tu mensaje -dijo. Su habitual voz calmada revelaba su exasperación-. Si piensas ir a esa fiesta, no vayas sola. No vale la pena. Que Sam o tu hermano te acompañen.

Bueno, iría con alguien mucho más fuerte, así que ya había cumplido con esa parte. De algún modo pensé que tener a Eric conmigo no tranquilizaría demasiado a Bill.

– Stan Davis y Joseph Velasquez te envían recuerdos, y Barry el botones también.

Sonreí. Estaba sentada con las piernas cruzadas sobre la cama y llevaba solo un viejo albornoz de felpa. Me cepillaba el pelo mientras escuchaba los mensajes.

– Aún no he olvidado la noche del viernes -dijo Bill, con esa voz que me hacía temblar-. Nunca la olvidaré.

– ¿Y qué ocurrió la noche del viernes?

Pegué un grito. Una vez que el corazón volvió a mi cavidad torácica, me levanté de la cama y me lancé hacia él con los puños en alto.