Gorman hizo una pausa y hojeó sus papeles para dar tiempo a las cámaras a enfocar el rostro de Rosa. Luego, en el instante preciso, volvió a hablar.
– He prevenido al pueblo. He llamado a la conspiración de la mafia, la conspiración del mal. Es la conspiración más vasta y diabólica que el mundo haya conocido. Escucharán ahora un informe sobre algunos de los crímenes que esta siniestra organización perpetra contra la civilización. Lo oirán de labios de alguien que ha asistido a sus criminales reuniones y que conoce a estos hombres en toda su monstruosa maldad.
Se volvió a la testigo y el fervor desapareció de su voz. Ahora era el considerado fiscal, manejando a una tierna testigo.
– Miss Scarlatti, ¿quiere decir a esta comisión exactamente dónde vivía en Italia?
– Vivía en una gran villa, a unas treinta millas al norte de Roma.
– ¿Y conoció a un hombre llamado Joseph Buonoveneto, más conocido por el apodo de Joe Bono?
Rosa hizo un gesto afirmativo.
– Sí.
– ¿Lo conoció bien?
– Sí.
– ¿La visitaba con frecuencia en su villa?
Rosa frunció el ceño. Luego movió la cabeza en gesto negativo.
– No. La mayor parte del tiempo él está en la América. Pero viene a Italia. Pero cuando viene a la Italia, entonces viene a verme a mí.
– ¿Y con qué frecuencia lo hacía?
Ella se encogió de hombros e hizo un gesto vago.
– Eh, tre o cuatro vece al año.
– ¿Y por cuánto tiempo se quedaba?
– Oh, depende. Tre, cuatro, cinco día. Una semana. Sale en negocio y vuelve. Usté sabe, ¿no?
Gorman se permitió una expresión de moderado interés.
– ¡Ahá! Negocios. ¿Sabe en qué negocios intervenía?
– Sí. En lo de la mafia.
– ¿Y eso qué significa?
Ella le miró insegura.
– ¿Eh?
– ¿Qué es la mafia?
– Oh -Rosa hizo otro de sus gestos vagos-. Es como una pandilla. Una pandilla mala. Asaltan, roban, matan. Y todo para la pandilla. E una pandilla muy mala.
Gorman asintió con la cabeza y esperó el efecto de las palabras antes de proseguir.
– ¿Alguna vez llevó Joe Bono a alguien a la villa?
Rosa asintió.
– Mucha vece.
– ¿Puede decirnos los nombres de la gente -que visitaba a Joe Bono en su villa?
– Seguro.
La mujer empezó a contar con los dedos y recitó una lista de quince nombres de individuos identificados como miembros destacados de la mafia, en el curso de las investigaciones.
Gorman miró a su alrededor. Aquello tenía que impresionar a los sesenta y cinco millones de telespectadores que no se habían interesado antes por la conspiración de la mafia.
– ¿Y conoció a esa gente? -preguntó a Rosa.
– Sí.
– ¿Sabía quiénes eran?
– ¿Usté quiere decir si sabía lo nombre? Ya se lo dije.
– Quiero decir si sabía cuál era su ocupación.
– Sí. Estaban en la mafia.
– ¿Cómo lo sabe?
– Joe me lo ha dicho.
– Quiero decir, ¿de qué otra manera lo supo?
– ¿Qué quiere decir?
– Quiero saber si alguna vez les oyó hablar de sus negocios.
– ¡Ah, sí! Seguro. Todo el tiempo.
– ¿Todo el tiempo?
– A eso iban la mayoría de la vece. Se encontraban en mi villa. Siempre hablaban de negocio, de juego, de mujeres que le pagaban. ¿Cómo se dice? De prostitución.
– ¿Y de drogas?
– Oh, sí. Y todo el tiempo de la droga, también.
– ¿Su villa era una especie de lugar de reunión?
– Justo. Era como… el cuartel mayor. Cuando Joe estaba en la Italia, cuando había negocio en la Italia, todo se encontraban ahí. Todo iban a mi villa. Tenían la reunione ahí. Hacían lo plañe.
– ¿Y alguna vez oyó de qué trataban esos planes?
– Sí, seguro. Todo el tiempo. Me siento en el cuarto con ello. Me siento con Joe. O despué él me cuenta. Me dice lo que planean. Joe me lo dice. Todo me dicen todo.
– Eso es muy interesante, miss Scarlatti. Es bien sabido que los jefes de la mafia son gente muy discreta… pero ¿hablaban con usted? ¿No sólo Joe? ¿Los otros también?
– Justo. Estarán con la boca cerrada en otra parte, pero conmigo no. Le gusta hablar delante de Rosa. Le gusta presumir.
– ¿Como, por ejemplo?
– Como Midge Rennie. Me ha dicho que robó tre millone de dolare del tesoro de la mafia y despué le echó la culpa a Peanuts Piccolo, que era suyo enemigo e lo hizo matare. Y ni siquiera Joe Bono sabía que Midge había robado ese dinero, así que él no se lo podía haber dicho si estaba aquí donde estoy yo.
Hubo un grato estremecimiento en la sala, pero Gorman se cuidó de no sonreír.
– ¿Algo más?
Rosa estaba entrando en calor.
– Eh, un montón de cosa -dijo-. Como, por ejemplo, Mike Valdi. Me ha dicho una vez que él ha matado a sei gente. El solo los ha matado.
Por supuesto Gorman le había extraído ya en privado toda esa información de la testigo y ahora la estaba haciendo repetir para consumo del público. Que el público la devorara… y la mafia también. Aquellos nombres eran dos de los más importantes.
Uno de los otros senadores pareció también muy impresionado.
– ¿Valdi lo admitió en su presencia?
– Justo.
– ¿Cuándo fue eso?
– Cuando él estaba en mi villa.
– Me refiero a la fecha.
– ¡Ah, seguro! El diecinueve de marzo de mil novecento sesenta y cinco. La última semana de marzo. Joe estaba todo el mes allá.
– ¿De mil novecientos sesenta y cinco?
– Justo.
Gorman prosiguió.
– ¿De modo que les gustaba contarle cosas y hablaban de drogas, de prostitución y de juego? Pues bien, ahora le pediré que nos diga lo que sabe acerca de la organización de esas operaciones,. Quién está detrás de eso, qué amplitud tienen esas operaciones, cuánto dinero hay en juego y, sobre todo, los nombres de la gente que ocupa los diversos puestos.
Otro senador interrumpió.
– Un minuto, por favor -dijo-. Me gustaría interrogar a la testigo sobre… cómo les gustaba presumir… Creo que ésa fue la expresión que usó miss Scarlatti, ¿no?
Gorman intervino con su risita y algo de tos.
– George, creo que es evidente. Basta con mirar a la testigo para comprender que es el tipo de mujer ante la cual los hombres presumen.
– No pongo en duda eso. Todo lo contrario. Sólo quiero señalar que cuando alguien presume en presencia de una mujer, es para impresionarla. Y, en el esfuerzo por impresionar, un hombre puede exagerar. Me pregunto si miss Scarlatti ha podido verificar la exactitud de esas declaraciones hechas en su presencia.
– Todo es cierto -dijo Rosa bruscamente-. Sé lo que es cierto y lo que no.
– No dudo de que lo sepa, pero, ¿cómo podemos saberlo nosotros?
Se volvió a los demás miembros de la comisión.
– Comprendo muy bien que alguien alardee con sus hazañas… Pero ¡qué Mike Valdi alardee de haber matado a seis personas…! Me pregunto por qué le dijo cosas así. Quizá sea anticuado, pero me pregunto si un hombre recurre realmente a esas cosas para impresionar a una mujer.
– Bueno, no pretendo arrestar a Valdi sobre la base de una denuncia como ésta, pero…
– ¿E para qué hablo si non van a arrestare a alguien? -exclamó Rosa.
– Estamos reuniendo material en contra de ellos, Rosa. Eso es lo que está haciendo por nosotros: nos está ayudando a reunir material. Esperamos poder iniciar una acción contra algunos de los miembros después de haber oído lo que nos tiene que decir.
El senador llamado George dijo:
– Tenemos que comprobar las cosas que nos dice.