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Debería haberle hecho feliz que su conexión con Elle fuera tan fuerte, tanto que él la había encontrado y sus hermanas no, aunque fuera sólo por unos pocos momentos, pero lo que importaba realmente era traerla a casa sana y salva.

– ¿Hablaste con ella? ¿Estás seguro? -preguntó Hannah.

La habitación se quedó en silencio y todas las caras se giraron hacia él. Kate la escritora, seria y amable, Abigail la bióloga marina, Libby la doctora y sanadora, Sarah, Hannah y Joley, y los hombres que las amaban, esperando, conteniendo un aliento colectivo.

– Está viva. Herida. -Jackson frunció el ceño-. Una herida en la cabeza, supongo. Estaba confusa y el dolor era abrumador. Alguien la interrogaba y utilizaban el nombre de Sheena MacKenzie, así que con suerte su tapadera sigue todavía intacta, aunque querían saber quién la había enviado y preguntaban que estaba haciendo allí. Hablaban inglés con un pesado acento.

– ¿Griego? -preguntó Ilya.

Jackson se encogió de hombros.

– No podría decir ni que sí ni que no. No estaba allí, sólo oí a través de ella y capté la sensación de una gran distancia. -Se frotó la mandíbula ensombrecida, necesitando encontrar una forma de inmovilizar sus manos, evitar que traicionaran el terror que se acumulaba en sus entrañas. Elle. Maldito fuera por no tomar el control. Por no mantenerla a salvo. Nena, voy a por ti. Si no crees nada más, cree que iré a por ti.

Envió el mensaje hacia ella como le había susurrado durante el último par de años. Suave. Íntimo. Intenso. Podía decirle cosas a través de la distancia que no parecía poder decirle a la cara. Podía sentir las emociones, tan profundas que le sacudía, a través de esa misma distancia, pero de cerca, siempre se mostraba cuidadosamente controlado.

– Entremos en la casa -dijo Sarah, su voz gentil, casi como si supiera como se sentía él-. Quedándonos de pie en la entrada no vamos a ser de ayuda. Tienes que comprometerte con nosotros, Jackson. No podemos ayudar si no nos entregas tu compromiso total, y a mí me parece, tan unidas como estamos a Elle, que eres su alma gemela y eres tú el que va a encontrarla.

Ahí estaba esa pausa de nuevo. El silencio. Él vivía en silencio. Lo entendía. La gente de esta habitación habían abiertos sus vidas a él, compartido su mundo, pero él siempre se había mantenido aparte por elección, negándose a recorrer todo el camino hasta el compromiso que Sarah le estaba pidiendo. Él no entendía a la gente. No se sentía cómodo alrededor de ella. El desierto, las montañas, las dunas arenosas sobre el océano eran lugares que buscaba y entendía.

Las emociones eran mantenidas a distancia, pero esta familia, esta gente que siempre le había dado la bienvenida, mantenían sus emociones cercanas e intensas, y cada momento que pasaba con ellos le hacían sentir a la vez apreciado y aún así aislado y aparte. Por Elle se internó más profundamente en la habitación, en el círculo de su familia.

Las velas formaban un patrón en el suelo, las llamas titilaron volviendo a la vida. Recorrió la casa con la mirada. Este sería su hogar. Su vida estaría aquí cuando se casara con Elle. Recorrió la habitación y posó la mano sobre la pared. Era una casa vieja, aunque siempre parecía nueva. Él había visto la casa volver a la vida, protegiendo a los que moraban dentro. Cuando posó la palma de la mano en la pared, sintió energía, fuerte y pulsante. Pequeñas chispas danzaron alrededor de sus dedos y cruzaron el dorso de su mano.

Si estás viva, como creen las Drake, ayúdanos a encontrarla. Ayúdame a encontrarla.

Bajo su palma, las paredes se ondularon, y por un momento creyó ir el sonido de voces femeninas alzándose en la distancia.

Se giró para mirar a las hermanas Drake, pero ellas se miraban unas a otras, con los ojos muy abiertos, sus caras ligeramente sorprendidas. Dejó caer la mano y retrocedió al centro de la habitación.

– La tormenta está casi encima. Hagámoslo.

– La casa te ha hablado -dijo Sarah-. ¿Jackson, sabes lo que significa eso?

Los ojos oscuros de él se deslizaron sobre la cara de Sarah.

– ¿Realmente pensabas que Elle no me pertenecía? -Su voz fue tranquila. Baja. Suave incluso. La amenaza reverberó a través de la habitación, lo bastante como para que Damon se moviera de su lugar contra la pared y cojeara hasta Sarah, con el bastón soportando su peso mientras ponía un brazo alrededor de ella.

– Jackson, todos sabemos que estás hecho para Elle -dijo Sarah suavemente-. Eres tú el que se contiene, no nosotras.

Sintió la flecha en el fondo de su estómago. Maldita fuera, tenía razón. Decían que Sarah podía ver el futuro a veces, y ahora mismo parecía un poco mágica. Estaba viendo demasiado y lo que él tenía en su interior no era algo que una mujer debiera ver, y menos una Drake y la hermana de la mujer con la que iba a casarse.

Podía oler la fragancia de las hierbas que cada hermana había utilizado para limpiarse a sí misma antes de la ceremonia. El pentagrama estaba posado sobre el mosaico de azulejos en el centro del círculo. Las llamas iluminaban en camino en las cuatro direcciones. Tomó un profundo aliento y se obligó a sí mismo a adelantarse cuando Hannah le indicó por señas que ocupara su lugar en el centro. Cada hermana se sentó cerca de un punto de la estrella y Jonas e Ilya se sentaron junto a sus mujeres, cerca, los muslos tocándose. El marido de Abigail, Alexandr, abrió las puertas dobles para permitir que la tormenta entrara en la casa. Estas no eran sus costumbres, pero eran las de las Drake, y lo habían sido durante cientos de años. Eran las costumbres de Elle y él necesitaba la fuerza de su familia para enviar la convocatoria, crear el puente y ganar la información que tan desesperadamente necesitaban.

Fuera el viento chillaba y gemía, alzándose y cayendo como las agitadas olas.

Jackson tomó un profundo aliento, atrayendo la niebla salada. La lluvia comenzó a caer, una llovizna ligera, prometiendo un aguacero mucho más feroz. El trueno retumbó justo cuando una ola se estrellaba contra las rocas y el agua blanca formó un géiser, arrojándola al aire. Jackson pudo ver la espuma blanca estallándose sobre el acantilado y cayendo fuera de la vista de nuevo.

Inconscientemente frotó la palma a lo largo del suelo, sobre el mosaico de azulejos que los ancestros de Elle habían colocado cientos de años antes. Sintió la vida en ellos, cálida contra su piel, como si el mosaico respirara. Una vez más oyó las suaves voces femeninas hablando a una gran distancia. Algunas hablaban en un idioma antiguo, otros eran más modernos, pero todas susurraban que fuera fuerte, que estaban con él. Él nunca había buscado ni deseado una familia, o unidad, o pertenecer a alguien. Eso no era para él. Pero aquí estaba, la casa, la familia, la mujer, y él lo había apartado a empellones.

Elle. Permanece viva por mí. Cree en mí.

Estaba pidiéndole lo que no había hecho él mismo. Debería haber creído en lo que Elle estaba ofreciendo. Amor. Amor incondicional. Elle le había observado tranquilamente, esperando a que reconociera lo que tenía delante. Él deseaba, no amor incondicional, sino rendición incondicional. La voluntad de ella rendida a la suya. No había querido salir de su zona de confort, quería que ella viniera a él, que doblegara su modo de ser al de él. No había querido abandonar la violencia en su interior. Había querido aceptación sin dar nada de sí mismo.

Y la había perdido. Incluso sabía el momento exacto en que ella le había dado la espalda y había escogido su propio camino. Le había dejado atrás justo como él esperaba que hiciera, justo como la había empujado a hacer. Jackson sacudió la cabeza. La había empujado. Quería seguir sin ataduras, el hombre que se negaba a necesitar a nadie. Estaba decidido a demostrarle quién era el que estaría a cargo. No iba a explicarse a sí mismo ante ella o a cambiar por ella. Elle había llamado a su puerta, se había quedado de pie en su porche con el océano rugiendo a su espalda, sus delicados rasgos suaves y hermosos sus ojos esmeralda, profundos y fantasmales, su largo cabello rojo soplado al viento.