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Elle respiró hondo y dejó salir el aire. La isla se estaba acercando y la presión en su cabeza se incrementaba. Era ahora o nunca. Cerró los ojos y bloqueó todo excepto a Jackson. Cómo era. Remoto. Con hombros anchos. Cicatrices. Pecho ancho. Ojos penetrantes llenos de sombras. Jackson. Susurró su nombre en su mente. Lo envió al universo.

Hubo un momento breve de silencio, como si el mundo alrededor de ella contuviera la respiración. Un delfín saltó del mar y dio un salto mortal atrás bajo las ondas vítreas. Elle casi chilló cuando Stavros la sacó de un tirón del asiento. Ni siquiera lo había presentido viniendo detrás de ella.

– ¿Qué estás haciendo? -ladró, cerrando los dientes de golpe. La furia grabada en las líneas de su cara.

Lo sabía. Elle miró hacia su guardaespaldas. Sid lo sabía también. Ellos no sólo tenían barreras naturales sino que eran sensibles a la telepatía. Ambos. Era más de lo que podía manejar.

– ¡Sheena! Respóndeme.

– Suéltame. -Se soltó de un tirón-. No comprendo por qué te comportas de esta manera. -Ni siquiera Sheena, tan tranquila y sosegada como era podía soportar ser maltratada. Le miró con furia-. He tenido suficiente, Stavros. Quiero regresar a casa.

Ella nunca iba a regresar a casa otra vez. El pensamiento vino espontáneamente, pero se asentó en su interior revolviéndole el estómago. Una vez que pisara esa isla, su vida tal y como la conocía se acabaría.

¿Elle? ¿Dónde estás? Permanece viva, nena, no importa de qué forma, permanece viva para mí. Iré a por ti. Te encontraré. Haz lo que tengas que hacer.

La voz de Jackson era cálida, una suave intimidad se deslizó en su mente, en su cuerpo. Él se sentía como el hogar. Como consuelo. Ella quiso lanzarse dentro de él y refugiarse allí. Él debía haber oído, o sentido la desesperación en ella… el temor.

Stavros la agarró de los brazos y la tiró contra él, sacudiéndola mientras la ponía de puntillas.

– Pararás en este momento a menos que desees que Sid te ponga a dormir. Sé lo que estás haciendo.

Elle. Contéstame. Había una orden dura en la voz de Jackson, casi una obligación a contestar. Ella jadeó cuando los dedos de Stavros apretaron duramente en la parte superior de los brazos.

– ¡No! -advirtió él.

¿Lo había oído? Lo dudaba. Pero había sentido la energía vibrando y sabía que ella había recibido una respuesta.

Maldita sea, nena. Sólo permanece jodidamente viva. Cueste lo que cueste.

Elle miró a Sid. Tenía una jeringa en la mano. Ella forzó su cuerpo a relajarse, no queriendo ir a su isla inconsciente.

– Lo sabes. -Mantuvo su voz tranquila. Muy tranquila.

– ¿Qué eras telepática? Sí, por supuesto. Lo sentí inmediatamente.

– Bien por lo menos no tengo que intentar explicártelo -dijo Ella, rociando alivio en su voz-. Odio ocultar quien soy al mundo, pero las personas piensan que estoy loca.

Los dedos se desasieron de ella, aunque supo que tendría magulladuras.

– No tienes que ocultarte de mí Sheena. Soy muy parecido a ti.

Elle estudió su cara. Stavros estaba demasiado cómodo con el secuestro como para estar tan limpio como había creído en primer lugar.

– Hablaremos en mi casa -dijo Stavros, parando efectivamente sus preguntas.

Elle permaneció silenciosa, determinada a no permitirle ver que tenía miedo. Dejó que Sid la ayudara a bajar desde el yate al muelle y luego en el coche que esperaba. La isla era hermosa, exuberante y verde bajo el último sol de la mañana. Notó la manera en que conducían camino arriba hacia la casa de campo.

Una vez allí, Elle giró elegantemente en los ricos asientos de cuero del coche con chofer y extendió el pie con tacón alto fuera de la puerta, permitiendo que la abertura de su vestido brillante se abriera y revelara la pierna proporcionada, durante un breve destello mientras salía del coche. A su lado, Stavros hizo que metiera la mano en el hueco del codo y le indicó el sendero hacia la enorme casa construida en la isla mirando al mar. Él le acarició los dedos y ella alzó la mirada, enviándole una débil sonrisa antes de dirigir su atención a la obra maestra de la casa.

La estructura era grande y se extendía en varios niveles, parecía casi toda de cristal, así tenía vistas en casi cualquier dirección. Accesible sólo con aviones pequeños, helicóptero o barco, la isla proporcionaba a Gratsos tanta intimidad como deseara. Sabía que él trataba de impresionarla, que ella lo había intrigado porque hasta ahora, nada de su mundo la había impresionado. Estaba acostumbrado a que las mujeres se tiraran sobre él, y ella era lo bastante diferente como para ser un desafío. Bien… eso y que él tenía de algún modo un radar incorporado en lo que se refería a capacidades psíquicas. Era así como debía de haber encontrado a su guardaespaldas y por lo qué se había sentido tan atraído por ella.

Por lo menos sabía por qué estaba tan interesado en ella ahora o quizás había sido difícil no estar halagada por sus atenciones. Stavros era un hombre guapo e inteligente y sabía cómo retirarse para seducir a una mujer. Era encantador, pero había un aura de peligro alrededor de él, y ella nunca descartaba la lectura de auras. Él no iba a dejarla ir, sus oscuros ojos penetrantes y astutos, un depredador desenvainando las garras. Ella estaba en problemas y lo sabía. A Stavros no le gustaba recibir un no por respuesta.

El corazón le latió un poco demasiado rápido, y tomó un par de alientos profundos para calmar la inundación de adrenalina. Sabía que estaría fuera de alcance de las comunicaciones aquí, completamente aislada de toda ayuda, especialmente con ese dolor molesto que crecía más fuerte en la cabeza. Tenía que ser una transmisión de alguna clase para bloquear la energía psíquica. No estaba segura de que fuera posible, pero en el momento en que se quedara sola, iba a probar su teoría.

– ¿Sheena? -Stavros le frotó el dorso de la mano otra vez-. Quería que vieras mi casa. -Su voz ronroneó-. Dime que no estás molesta conmigo por raptarte y traerte a casa. -Se detuvo en el intrincado sendero que llevaba a su magnífico hogar, le levantó el rostro para mirarla fijamente a los ojos.

Elle podía imaginarse que esa mirada atenta haría que la mayoría de las mujeres se desmayaran ligeramente. Se sentía enferma. Cualesquiera que fueran las intenciones de Stavros, a él no le importaba si estaba de acuerdo o no.

– ¿La telepatía es normal en tu familia? -Ella quería que él pensara sólo en esa capacidad y en ninguna otra. Se mantuvo estrictamente bajo control, sin caer en el miedo cuando quería levantar los brazos al viento y utilizar su fuerza para ganar la libertad.

– No hables delante de nadie -siseó él, todavía sonriendo-. Este tema es sólo para nosotros dos.

Otra oferta para mantenerlos juntos. Ella reconocía la manipulación cuando la veía. Al menos todavía trataba de ser encantador y ganar su conformidad antes que forzarla. Asintió con la cabeza, sin estar dispuesta a intentar luchar por una causa perdida. Era mucho mejor esperar y ver lo que Stavros deseaba de ella. Quizá podría reunir información que Dane encontraría útil, si lograba salir viva.

La puerta fue abierta por una mujer de apariencia de matrona que logró mirar a través de Elle como si no estuviera allí.

– Esta es Drusilla. Es nuestra ama de casa -presentó Stavros-. Sin ella todos nosotros estaríamos perdidos.