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El gran candado de la verja cayó al suelo por sí mismo y las verjas comenzaron a abrirse. Hubo una intensa satisfacción en eso. La verja de las Drake solo se abría para aquellos que tenían su lugar aquí. Nadie sabía como reconocía a la familia y sus hombres, pero la casa, capaz de proteger a los que estaban dentro de ella, le daba la bienvenida.

– ¿Ves, Elle? -susurró-. Incluso tu casa dice que es la hora. -Demasiado tarde. Debería haber actuado hacía mucho tiempo, iniciado una guerra, o mejor dicho terminar una, y luego haberla atado a su lado. Si lo hubiera hecho así, esto no habría ocurrido.

Condujo por la carretera hacia la casa, tomando nota de lo rico, verde y hermoso que era todo siempre. La casa se erguía delante, vieja, aguantando frente al viento y las salpicaduras de sal sin una grieta o raja en la pintura, como recién construida. Condujo hasta la zona de aparcamiento donde el patio daba hacia el mar. Se quedó de pie un largo rato bajando la mirada al agua agitada y oscura. Algunas veces el océano parecía cristal, pero esta tarde el mar parecía furioso, en gran confusión, igualando a su temperamento.

Las olas golpeaban contra las rocas, salpicando espuma blanca alto en el aire, el sonido del trueno, reverberando en su cabeza.

– Elle, nena, ¿dónde estás? -susurró al viento, necesitando una respuesta.

– Jackson. -Jonas Harrington apareció detrás de su amigo, sabiendo lo bastante como para pronunciar su nombre como advertencia y no aparecer a su espalda silenciosamente.

Jackson se giró ligeramente y por la mirada de sus ojos, había sabido que Jonas estaba allí todo el tiempo.

– Debería haberla detenido -dijo Jackson-. Sabía que estaba involucrada en algo peligroso y debería haberla detenido.

Jonas sacudió la cabeza.

– Las Drake no son tan fáciles de parar. -Pero incluso mientras lo decía, sabía que Jackson nunca estaría de acuerdo con él. Él era como los guerreros legendarios de antaño. Elle era su mujer y era un deber, privilegio y derecho cuidar de ella. No le preocupaban los derechos de las mujeres, o las costumbres o la sociedad. Jackson tenía un código, un sistema de honor. Elle era su mujer y se suponía que debía mantenerla a salvo de cualquier daño. No lo había hecho y no había ninguna razón lo bastante buena ni la habría nunca para él.

– Está viva, Jonas, lo sabes, y su tapadera ha volado, lo cual significa que su vida está en peligro. Esté donde esté, le están haciendo daño y tendrán que matarla cuando averigüen todo lo que sabe.

Jonas estudió a su amigo. Jackson era cajún, con amplios hombros, brazos musculosos, un poderoso pecho y ojos duros y penetrantes… obsidiana negra, brillando cuando se enfadaba, o absolutamente fríos y serios, sin mostrar ninguna emoción por nada. Su espeso y revuelto cabello ondulado era negro como la medianoche.

Su cara y su cuello estaban marcados por cicatrices que desaparecían bajo su camisa. Sus rasgos estaban tallados en líneas de dura violencia y una quietud que desmentían sus reflejos veloces como el rayo.

Jackson raramente hablaba de su familia, y por lo que Jonas había recabado de las pocas veces en que los había mencionado, vivían en el propio bayou, en una pequeña isla, yendo en bote a la isla principal por suministros. Su padre había sido luchador, un veterano de más de una guerra y un motero que había abandonado a su familia con frecuencia porque no podía establecerse, pero volvía con bastante frecuencia porque no podía mantenerse alejado de ellos. Por lo que Jackson había dejado caer, su padre había empezado a enseñarle a sobrevivir, luchar y utilizar las armas a muy corta edad.

Parecía amar y despreciar a su padre a la vez, sintiendo como si el motero hubiera huido con lo que consideraba su familia y Jackson y su madre se hubieran quedado con los restos. Aunque los detalles eran confusos, Jonas sabía que había sido Jackson quien proveyera para su madre. Cuando ésta había enfermado de cáncer, su padre había desaparecido otra vez, incapaz de afrontar la prolongada enfermedad. Jackson tenía quince años cuando su madre murió, dejándole solo en el bayou. Se había valido por sí mismo hasta que su padre volvió y Jackson se vio forzado a acompañarle para vivir en campamentos de moteros, viajando con ellos cuando se movían. Su padre había muerto en una pelea a cuchillo, llevándose a cuatro miembros de la banda rival con él justo antes del decimonoveno cumpleaños de Jackson, y Jackson se había unido al ejército. Jonas sabía que Jackson había tenido roce con ese mismo club de moteros durante su época con la DEA, pero nunca hablaba de ello.

– Esta vez la encontraremos -dijo Jonas.

Los ojos negros se lanzaron sobre él.

– Si, lo haremos. La traeré a casa. Y se comprometerá, Jonas. Estate preparado. Sé como eres con las chicas, pero Elle es mía. Y se comprometerá a ello.

– Jackson… -Por primera vez que pudiera recordar en su larga amistad, Jonas sintió una punzada de intranquilidad. Jackson podía ser bastante rudo y una vez decidía algo, no había forma de apartarle de su objetivo.

Jackson sacudió la cabeza.

– Sólo dejaba claro el punto de partida. La tormenta se acerca rápido. ¿Las chicas están reunidas?

Así era Jackson. Ya había hablado. Jonas suspiró y se abrieron paso a través del jardín trasero. Nunca había entendido la relación de Jackson y Elle… o la falta de ella. Elle era reservada, al igual que Jackson. Los dos eran individuos de fuertes voluntades y además del mal genio de Elle y la falta de genio de Jackson, los dos eran igualmente… testarudos.

– Ilya está aquí. Tiene información para nosotros -dijo Jonas-. Prefiere decírnoslo antes de que entremos.

Jackson le miró fijamente, su mirada aguda. Fuera lo que fuera lo que Ilya Prakenskii tuviera que decir, no quería que su prometida, Joley Drake, ni ninguna de sus hermanas lo supiera. Y eso significaba que no podía ser nada bueno.

Jackson dejó escapar el aliento, negándose a ceder a la parte secreta de él que estaba llena de terror. Había sido prisionero de guerra de uno de los peores sádicos del negocio y no había sentido un miedo así.

Elle. Nena. Permanece viva por mí. Sea lo que sea lo que tengas que hacer, permanece viva por mí. Iré a por ti.

La tormenta era el conducto perfecto que necesitaban para estimular su energía compartida. Donde quiera que estuviera Elle, estaría esperando, sabiendo que nunca dejarían de buscarla.

Rodeó el costado de la casa Drake hasta donde Ilya estaba esperando en las sombras por ellos. Ilya asintió con la cabeza hacia Jackson y miró hacia la casa.

– Caminemos.

– Lo sabrán -advirtió Jonas.

Las Drake siempre lo sabían. Llevaban un mes intentando encontrar a Elle, uniéndose una y otra vez para encontrar a su hermana perdida, y como no podían, sabían que estaba a una gran distancia y bajo condiciones extremas. Elle era poderosa, probablemente más poderosa que cualquiera de ellas. Jackson la había visto casi derribar un edificio con la energía explosiva de su temperamento. Siempre se mostraba cuidadosamente controlada, pero si no podía liberarse a sí misma de cualquiera que fuera la situación en la que estaba… Jackson cerró los ojos de nuevo, su estómago dio un vuelco. Tenía que estar herida. Si no podía alcanzarles, tenía que estar herida, no había ninguna otra explicación.

Elle herida. La idea era aterradora. Elle en manos de un hombre capaz de traficar con humanos era incluso peor.