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El concepto era casi más de lo que él podía comprender, el modo en que las hermanas se sentían unidas unas a otras, tan estrechamente atadas, entregándose tan libremente a las demás sin esperar nada a cambio.

Sonriendo, Elle le tiró de la mano.

– Ven. Vamos a ver nuestros regalos de boda.

Jackson casi tenía miedo de mirar después de ver el piano. Se asomaron a otra habitación, ésta era bastante grande y descubrieron una biblioteca, libros del suelo al techo con una escalera rodante que corría por delante de las cuatro paredes. Mullidos sillones con mesitas entre cada conjunto proporcionaban lugares cómodos para leer, la iluminación eran tan perfecta como Kate había podido hacerla para ellos y sus hijas. Había libros de consulta, clásicos, una sección en idioma extranjero, toda clase de libros de ficción, con los libros de Kate prominentes en un estante.

– Los ha firmado -dijo Jackson, depositando uno de vuelta en el estante-. Y hay una sección entera de libros infantiles así como de libros sobre el cuidado de niños. -Desplegó una sonrisa-. Apuesto a que me tenía en mente cuando seleccionó ésos.

– Algunos de éstos son muy raros -dijo Elle-. Esto es tan Kate.

El siguiente cuarto tenía que ser de Sarah. Aparatos de alta tecnología de toda clase estaban colocados a través del cuarto. Avanzados sistemas de ordenadores, terminales meteorológicas, terminales interactivas y de juego estaban por toda la habitación. Jackson se inclinó sobre un artículo.

– Esto es para ti. Una pequeña y bonita pulsera tobillera para que pueda saber donde estás siempre.

La ceja de Elle se disparó hacia arriba.

– ¿De verdad? Porque estoy segura de que mi hermana pretendía que yo te rastreara a ti.

– No conozco la mitad de estas cosas -admitió Jackson.

– Oh, no te preocupes, Sarah y Damon se asegurarán de enseñarnos -indicó Elle-. Son expertos en seguridad y apuesto… -Cruzó el cuarto para abrir la puerta a un cuarto mucho más pequeño. Éste se negó a abrirse hasta que apretó la palma sobre la pantalla. En el interior había armas. Muchas armas. Elle retrocedió para que Jackson pudiera mirar dentro, silbando suavemente, con una sonrisa ancha en la cara.

– Ahora siento que estoy en casa.

Ella abrió otra puerta. Ésta era muy diferente, hecha de acero, que encajaba cómodamente en el marco. Echó una mirada alrededor. Camas. Sillas. Estanterías. Botiquines de urgencia bien surtidos. Agua embotellada. Velas. Ella le miró.

– ¿Qué es esto?

– Una habitación del pánico. Os puedo empujar dentro a ti y a las chicas y saber que estáis a salvo.

Elle, todavía envuelta apretadamente en su mente, sintió que un poco de tensión le abandonaba. Le puso una mano en el brazo.

– Has estado preocupado.

Él se encogió de hombros.

– Eres mi vida, Elle. Cuándo tengamos nuestras niñas, estarán incluidas en ese círculo y no soy un hombre que lo pierda todo. Te quiero tan segura como sea posible.

– ¿No crees que tres perros de protección, un cuarto lleno de armas, una habitación del pánico y una casa que come personas sea un poco exagerado?

Él la cogió, acercándola de un tirón

– Creo que necesitaremos tres perros, un cuarto lleno de armas, una habitación del pánico y una casa que come personas en el momento en que tengamos a nuestra primera hija.

Ella se rió.

– Estás tan loco.

– ¿Qué hermana te ha regalado la habitación del pánico?

– Libby. Sin duda. Nos querría a todas a salvo, todo el tiempo. ¿Y te has fijado en que hay todo un equipo de primeros auxilios ahí adentro? Definitivamente Libby. Hemos conseguido un suministro de por vida de tiritas.

Él rió y la condujo por el vestíbulo, su cuerpo haciendo demandas urgentes.

– ¿Cómo apartamos este top sin arruinarlo? -Llevaba mirando la tentación de esa extensión de suave piel desnuda toda la tarde. Las manos ya se estaban deslizando sobre el encaje, desenganchando y abriendo el delicado material, para cuando ella se detuvo en la puerta del cuarto más cercano al dormitorio principal, pudo ahuecar el peso suave de los senos en las manos.

Jackson puso el mentón en el hombro de Elle, escudriñando la guardería infantil. Supo inmediatamente que este tenía que ser el regalo de Hannah para ellos. Giraban estrellas en el techo. El cuarto parecía celestial, con un fresco pintado en las cuatro paredes. Los símbolos de protección estaban tejidos en el tema del universo, el cuarto era de colores tranquilizadores, diseñado para proporcionar paz.

– Quiero hacer un bebé contigo en este momento. -Le mordió el lóbulo de la oreja, su susurro era pícaro-. Podemos intentarlo e intentarlo hasta que lo hagamos bien. Necesitamos practicar, Elle.

– Hmm -reflexionó ella, girando la cabeza, llevando un brazo atrás sobre el hombro para sostenerle la cabeza y poder besarle-. No creo que tengas demasiados problemas en ese departamento.

Las manos de Jackson fueron a las caderas, empujando la tela de raso.

– Si fuera bueno, ya te tendría fuera de este vestido.

Ella se meneó hasta que la larga cortina de tela se deslizó por sus muslos hasta formar una piscina en el suelo, dejándola con un tanga blanco de encaje que dejaba sus nalgas desnudas. Las manos de Jackson fueron inmediatamente a ahuecar la tentadora invitación, y la empujó hacia él, poniéndola de puntillas. Fundió su boca con la de ella y la sacó del vestido mientras se movían hacia el dormitorio principal. Las manos de Elle fueron a los botones de su camisa mientras bajaban por el vestíbulo, abriendo la delgada camisa blanca del esmoquin para poder pasar las manos por el torso desnudo. En el momento que él levantó la cabeza, ella arrastró besos calientes hacia abajo por el vientre plano.

Jackson inhaló bruscamente, mirando maravillado alrededor del cuarto mientras los dedos de Elle se ocupaban afanosamente de sus pantalones. Ella se arrodilló, bajándole los pantalones, empujando la tela hasta el suelo para que él pudiera dar un paso fuera de ellos.

Dos de las paredes del cuarto eran de cristal, llenas de agua salada, donde vivían y nadaban coral y peces en un tanque gigante. Suaves luces aportaban un cierto resplandor mientras peces de formas extrañas y brillantes colores se movían pacíficamente detrás del cristal. Supo que esto era el regalo de Abbey. El océano en su dormitorio.

Bajó la mirada a la mujer arrodillada a sus pies y el corazón se le hinchó. Esta era una fantasía que nunca se habría imaginado, ni en su sueño más salvaje. Se estiró y quitó las orquillas del glorioso pelo para que se extendiera por su espalda, los sedosos mechones acariciaron los senos y los pezones asomaron tentadoramente entre él.

– Elle. -Pronunció su nombre. Esperó a que alzara la mirada. Muy lentamente la puso de pie-. Dime que soy tu elección. No de la casa. No del destino. Tuya, Elle. Tiene que ser tu elección.

Ella levantó ambas manos para enmarcarle la cara.

– Por toda la eternidad, Jackson. Siempre serás mi elección.

Se puso de puntillas, inclinando la cabeza para alcanzarlo. Él simplemente la levantó y la llevó a la cama regada de pétalos rosas, tendiéndola, fue con ella, y Elle supo, en su corazón, en su mente, que estaba en casa.

El viento sopló desde el mar hacia a la casa que había justo debajo de la propiedad Drake donde Sarah y Damon vivían, se arremolinó alrededor, escuchando los suaves sonidos de amor que provenían del dormitorio. El viento se movió hasta el viejo molino donde la nueva librería y cafetería se erguían orgullosamente mirando al mar. Kate y Matt no habían llegado a entrar en su casa justo más allá del molino. Estaban tumbados juntos en el porche, moviendo las manos frenéticamente cada uno sobre el cuerpo del otro. Moviéndose por al costa, el viento encontró la casa de la playa sobre el mar de Abigail y Alexandr, donde Abigail estaba sentada en el regazo de Alexandr en el jacuzzi, con una copa de chispeante champaña en la mano, aferrándose a la boca de Alexandr mientras sus caderas se movían con un ritmo lento y sensual. Justo un poco más arriba por la costa en una inmensa propiedad, Ty apretaba a Libby contra el cristal, fundiendo la boca de ella con la suya. A través de la carretera, el viento viajó para encontrar a Hannah envuelta en los brazos de Jonas, sus cuerpos entrelazados en la inmensa cama de postes, y luego golpeó a través de acres de árboles hasta la casa grande de al lado, donde Ilya tenía a Joley sujeta contra la pared, ella con los tobillos cerrados alrededor de las caderas de él.