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Camilla Lackberg

Crimen En Directo

Fjallbacka 4

Olycksfägeln (2006)

Para Wille y Meja

Lo que mejor recordaba era su perfume. El que guardaba en el baño. El frasco lila brillante de aroma dulce e intenso. De mayor fue un día a buscarlo a una perfumería, hasta que dio con él. Le entró la risa di ver el nombre: Poison.

Ella solía ponerse un poco en las muñecas, que luego se frotaba en el cuello y, si llevaba falda, también en los talones.

A él le parecía tan hermoso. Sus muñecas delgadas, delicadas, frotándose con gracia la una contra la otra. El aroma se difundía por la habitación alrededor de su persona y siempre añoraba el instante en que la tenía cerca, muy cerca, el momento en que ella se inclinaba para besarlo, Siempre en la boca. Siempre de forma tan leve que a veces se preguntaba si el beso habría sido real o si sólo era un sueño.

«Cuida de tu hermana», le decía ella siempre antes de salir por la puerta como si, más que caminar, volara.

Después, nunca recordaba si le había contestado en voz alta o si, simplemente, había asentido con la cabeza.

El sol primaveral entraba a raudales por las ventanas de la comisaría de policía de Tanumshede, revelando, implacable, la suciedad de las ventanas. La humedad del invierno aparecía adherida a los cristales como una membrana y Patrik se sentía como si a él le ocurriese otro tanto. Había sido un invierno muy duro. Cuando se tenían hijos, la vida era infinitamente más divertida, pero también infinitamente más trabajosa de lo que nunca imaginó. Y aunque las cosas funcionaban mucho mejor que al principio con Maja, Erica seguía insatisfecha con su vida de ama de casa. Aquella certeza atormentaba a Patrik cada segundo y cada minuto que pasaba en el trabajo. Por si fuera poco, todo lo sucedido con Anna les había supuesto una carga más que soportar.

Unos golpecitos en el marco de la puerta vinieron a interrumpir su lúgubre reflexión.

– ¿Patrik? Acaba de llegar una emergencia, un accidente de tráfico. Un solo vehículo, en la carretera hacia Sannäs.

– Vale -dijo Patrik al tiempo que se levantaba-. Oye, ¿no era hoy cuando empezaba la sustituta de Ernst?

– Sí -respondió Annika-. Pero es que aún no son las ocho en punto.

– Bueno, en ese caso, le pediré a Martin que me acompañe. Había pensado llevarla conmigo un tiempo, hasta que adquiriera algo de rodaje.

– Ya, pues que sepas que la pobre me da lástima -respondió Annika.

– ¿Por salir de servicio conmigo? -preguntó Patrik. dedicándole en broma una mirada llena de indignación.

– Por supuesto -confirmó Annika-. Sé cómo conduces No, en serio, no creo que Mellberg se lo ponga nada fácil.

– Pues, después de haber leído su currículum, creo que nadie mejor que Hanna Kruse para manejar al jefe. Parece una chica dura, a juzgar por sus méritos, por su hoja de servicio y por las palabras de recomendación que trae.

– Sí, y por eso no acabo de explicarme que haya pedido un destino como Tanumshede…

– Ya, claro, en eso no te falta razón -admitió Patrik mientras se ponía la cazadora-. Le preguntaré por qué se rebaja a trabajar en este callejón sin salida profesional con un puñado de policías aficionados… -dijo guiñándole un ojo a Annika. que le dio un golpecito en el hombro.

– ¡Anda ya! Sabes que no me refería a eso.

– No, ya lo sé, era por hacerte rabiar… Por cierto, ¿tienes algún dato más sobre el lugar del accidente? ¿Hay heridos; ¿Algún muerto?

– Según la persona que llamó para dar el aviso, parece que sólo había un ocupante en el vehículo. Y está muerto.

– Mierda. Bueno, voy a buscar a Martin y nos ponemos en marcha, a ver qué hay. No creo que tardemos mucho en volver. Entretanto, enséñale a Hanna la comisaría.

En ese preciso momento se oyó una voz de mujer en la recepción.

– ¿Hola?

– Me parece que es ella -dijo Annika ya camino de la puerta. Patrik la siguió, pues sentía una gran curiosidad por ver quién era la fémina que venía a incrementar el personal de la comisaría.

Cuando vio a la mujer que los aguardaba en la recepción, se quedó sorprendido. Patrik no sabía exactamente qué esperaba, aunque quizá a alguien más… grande. Y, desde luego, no tan bonita… ni tan rubia. La joven le tendió la mano primero a Patrik y luego a Annika, y se presentó:

– Hola, soy Hanna Kruse. Hoy es mi primer día en esta comisaría.

La voz de la colega, profunda y firme, encajaba más con las Expectativas de Patrik.

Su apretón de manos revelaba, además, las muchas horas de gimnasio y Patrik ya empezaba a modificar su primera impresión.

– Hola, Patrik Hedström. Ésta es Annika Jansson, la médula espinal de la comisaría…

Hanna sonrió al tiempo que replicaba:

– El único bastión femenino en este territorio de dominación masculina, por lo que me han dicho. Al menos, hasta ahora.

Annika se rió de buena gana.

– Sí, admito que es un alivio contar con alguien que equilibre el alto índice de testosterona que encierran estas paredes. Patrik interrumpió su charla.

– Chicas, ya confraternizaréis luego. Hanna, acaba de llegarnos un aviso de accidente de tráfico, un solo vehículo y ocupante, con resultado de muerte. He pensado que podrías venirte conmigo ahora mismo, si te parece. Así empiezas de lleno el primer día.

– Por mí, bien -respondió Hanna-. ¿Dónde puedo dejar el bolso?

– Te lo llevo a tu despacho -respondió Annika-. Ya te lo enseñaré todo cuando volváis.

– Gracias -respondió Hanna apresurándose a alcanzar a Patrik, que ya había salido.

– Bueno, ¿y qué tal te sientes? -preguntó Patrik ya rumbo a Sannäs.

– Bien, gracias, muy bien, aunque siempre hay nervios cuando se empieza en un nuevo lugar de trabajo.

– A juzgar por tu curriculum, ya te has movido por bastantes comisarías -observó Patrik.

– Sí, quería adquirir tanta experiencia como me fuese posible -explicó Hanna sin dejar de observar con curiosidad el Panorama- Distintas regiones de Suecia, distintos ámbitos de servicio, lo que sea. Todo aquello que pueda ampliar mi experiencia como policía.

– Pero ¿por qué? -continuó Patrik-. Quiero decir, ¿cuál es tu objetivo?

Hanna sonrió con tanta amabilidad como firmeza.

– Un puesto en la jefatura, naturalmente. En el seno de alguno de los distritos policiales más importantes. De modo que asisto a todo tipo de cursos, amplío mi experiencia y trabajo tanto como puedo.

– Suena como la receta del éxito -respondió Patrik sonriendo también. Sin embargo, la desmedida ambición que revelaba la colega lo hacía sentirse un tanto incómodo. Era algo a lo que no estaba acostumbrado.

– Eso espero -aseguró Hanna sin dejar de contemplar el paisaje que iban atravesando.

– ¿Y tú? ¿Cuánto tiempo llevas trabajando en Tanumshede?

Patrik se irritó al oír que respondía un tanto avergonzado.

– Pues… desde que terminé en la academia, la verdad.

– Vaya, a mí me habría sido imposible. Pero eso significa que estás muy a gusto aquí. Eso me favorece a mí… -constató entre risas y volviendo la mirada hacia él.

– Sí, claro, lo puedes ver así. Sin embargo, también es por costumbre y por comodidad. Yo soy de aquí, aquí me crié y conozco la zona como la palma de la mano. Aunque ya no vivo en Tanumshede, sino en Fjällbacka.

– ¡ Ah, es verdad, me dijeron que estás casado con Erica Falck! ¡Me encanta cómo escribe! Bueno, sus libros sobre casos de asesinato, admito que no he leído las biografías…

– Bah, no te preocupes. Al parecer, media Suecia ha leído la última novela, a juzgar por las cifras de ventas, pero la mayoría ni siquiera sabe que ha escrito cinco biografías de otras tantas escritoras suecas. La que más vendió fue la de Karin Boye, y creo que sacaron nada menos que dos mil ejemplares… Por cierto que aún no estamos casados, pero falta muy poco, lo hacemos el sábado de Pentecostés.