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Ahora, lector amigo, ya que hemos recorrido juntos el Sendero del conocimiento, te diré que te he transmitido las palabras que recibí de otros que me precedieron en el Sendero. Consciente de mis limitaciones me atreví a esparcir las semillas de la Verdad con la esperanza de que algunas arraigaran en el corazón y en la mente de los lectores de este libro. Pero ahora que terminé mi labor, me entristece el pensamiento de que pocos serán aquellos en quienes la semilla germine y medre con mental y espiritual crecimiento para luego florecer y fructificar. Es la misma tristeza de todos los instructores que saben cuán inútil es gran parte de su labor, que de millares de semillas esparcidas sólo unas cuantas llegan a dar sazonados frutos. Pero cabe la compensación en el pensamiento de que uno, dos o una docena de lectores habrán recibido la semilla espiritual y la nutrirán con el mental mantillo que favorezca su florecimiento y fructificación.

He aquí, el sembrador salió a sembrar.

Y mientras sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y la comieron.

Parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra;

pero salido el sol, se quemó, y porque no tenía raíz, se secó.

y parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron, y la ahogaron.

Pero parte cayó en buena tierra, y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta por uno.

El que tiene oídos para oír, oiga (Mateo 13, 3,9).

Yogi Ramacharaka

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