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Jack reflexionó un momento y llegó a la conclusión de que aquel detalle era coherente con el deseo del asesino de ocultar la identidad de la víctima, algo obvio puesto que le faltaban la cabeza y las manos. Se despidió de Janice con un movimiento de mano.

– No me digas que nos toca el tipo que apareció en el mar -protestó Vinnie mientras él y Jack se dirigían al ascensor.

– Vaya, es evidente que no te enteras de nada cuando lees las páginas de deportes. Laurie y yo estuvimos hablando al respecto durante diez minutos.

Subieron al ascensor e iniciaron el descenso hacia la sala de autopsias. Vinnie rehuía la mirada de Jack.

– Estás muy raro, Vinnie. No me digas que te has tomado la desaparición de Franconi como algo personal.

– Déjame en paz.

Mientras Vinnie se ponía el traje de protección, sacaba toda la parafernalia necesaria para la autopsia y colocaba el cuerpo sobre la mesa, Jack repasó los datos de la carpeta para asegurarse de que no había pasado por alto ningún detalle.

Luego fue a buscar las radiografías del cadáver, tomadas en el momento del ingreso.

Jack se puso su propio traje protector, cerrado e impermeable, que incluía una máscara facial y un sistema de ventilación. Por lo general detestaba el traje, pero cuando tenía que trabajar con un ahogado o un cadáver rescatado en el agua, lo soportaba. Como había bromeado antes con Laurie, el olor era la peor parte.

A esa hora de la mañana, Jack y Vinnie estaban solos en la sala de autopsias. Muy a pesar de Vinnie, Jack siempre insistía en comenzar a trabajar a primera hora. A menudo él terminaba su primer caso cuando sus colegas empezaban.

El primer paso del procedimiento era examinar las radiografías y Jack las puso en el negatoscopio. Con las manos en las caderas, retrocedió unos pasos y observó la radiografía anteroposterior de cuerpo completo. Sin manos ni pies, la imagen tenía un aspecto decididamente anormal, como si se tratara de una radiografía de un ser primitivo, no humano.

La otra anomalía era un brillante y denso cúmulo de perdigones en el cuadrante superior derecho. La primera impresión de Jack fue que había varios impactos de bala, no sólo uno. Había demasiadas bolitas metálicas.

Las balas aparecían opacas en la placa y oscurecían cualquier detalle en la zona. A la luz del negatoscopio, se veían blancas.

Jack estaba a punto de pasar a la radiografía lateral cuando notó otra particularidad en el área opaca. En dos sitios, la periferia era extraña, el contorno de la herida se veía más protuberante de lo habitual.

Miró la radiografía lateral y observó la misma anomalía.

Su primera conclusión fue que la explosión había introducido algún material radiopaco en la herida. Quizá se tratara de algún fragmento de la ropa de la víctima.

– Cuando gustes, maestro -dijo Vinnie. Ya lo tenía todo preparado.

Jack se apartó del negatoscopio y se acercó a la mesa de autopsias. El cadáver tenía una palidez espectral bajo la luz fluorescente. Fuera quien fuese, estaba bastante sobrado de peso y no había hecho ningún viaje reciente al Caribe.

– Para citar uno de tus comentarios favoritos -dijo Vinnie-: No parece que este tipo vaya a poder asistir a la fiesta de graduación.

Jack sonrió ante el humor negro de Vinnie. La frase era muy digna de él, lo que indicaba que se había recuperado de su rabieta.

El cuerpo estaba en un estado lamentable, aunque limpio, debido al tiempo transcurrido en el agua. Por cierto, era evidente que ese tiempo había sido breve. Los estragos iban más allá de los diversos impactos de bala en la parte superior del abdomen. No sólo le faltaban la cabeza y las manos, sino que también había anchos y profundos cortes en el torso y los muslos, que dejaban al descubierto vetas de tejido adiposo. Los bordes de todas las heridas eran irregulares.

– Parece que los peces se han dado un buen festín -observó Jack.

– Sí, estupendo.

Los impactos de bala habían dañado y dejado al descubierto varios órganos del abdomen. Una parte de los intestinos estaba a la vista y un riñón colgaba fuera de la herida.

Jack levantó un brazo y examinó los huesos expuestos.

– Yo diría que lo hicieron con una sierra para metales -sugirió Jack.

– ¿Y qué son estos cortes tan grandes? ¿Alguien trató de trincharlo como a un pavo de Navidad?

– No. Supongo que lo atropelló una lancha -dijo Jack-.

Parecen heridas de hélice.

A continuación, Jack inició un escrupuloso examen del exterior del cuerpo. Sabía que con tantas lesiones evidentes era fácil pasar por alto detalles más sutiles. Su meticulosidad dio resultado. En la parte posterior del cuello, justo por en cima de la clavícula, encontró una pequeña lesión circular.

Halló otra similar en el lado izquierdo, debajo de la caja torácica.

– ¿Qué son esas cosas? -preguntó Vinnie.

– No lo sé -respondió Jack-. Parecen heridas por punción.

– ¿Cuántas balas crees que le metieron en la barriga? -pre guntó Vinnie.

– Es difícil asegurarlo -respondió Jack.

– Vaya. No corrieron ningún riesgo -comentó Vinnie-. Es obvio que querían verlo muerto.

Media hora después, cuando Jack estaba a punto de iniciar el examen interno del cadáver, se abrió la puerta y entró Laurie. Tenía una bata blanca y una mascarilla en la cara, pero no llevaba el equipo de las autopsias. Dado que siempre respetaba las reglas y que estaba prohibido entrar en el "foso" sin el traje protector, Jack sospechó algo raro de inmediato.

– Por lo menos no ha estado mucho tiempo en el agua -dijo Laurie mirando el cadáver. No está descompuesto.

– Sólo se dio un chapuzón para refrescarse -bromeó Jack.

– ¡Qué herida de bala! -se asombró Laurie, observando el siniestro agujero. Luego vio los múltiples cortes y añadió-:

Estos parecen hechos por una hélice.

Jack se irguió.

– ¿Qué pasa, Laurie? -preguntó-. No has venido aquí para ayudarnos, ¿verdad?

– No -admitió Laurie. Su voz tembló detrás de la mascarilla-. Supongo que necesitaba un poco de apoyo moral.

– ¿Por qué? -preguntó Jack.

– Calvin acaba de meterme bronca -dijo Laurie-. Por lo visto, el asistente del turno de noche, Mike Passano, le dijo que anoche lo acusé de estar involucrado en la desaparición del cadáver de Franconi. ¿Puedes creerlo? Bueno, Calvin estaba hecho una furia, y ya sabes cuánto detesto los enfrentamientos.

Acabé llorando, y después me enfadé conmigo misma.

Jack resopló. Se preguntó qué podía decirle, aparte de "te lo dije", pero no se le ocurrió nada.

– Lo siento -dijo sin convicción.

– Gracias -respondió Laurie.

– Derramaste unas cuantas lágrimas -dijo Jack-. No pasa nada. No seas tan dura contigo misma.

– Pero detesto estos arrebatos -protestó Laurie-. Son muy poco profesionales.

– Yo no me preocuparía -repuso Jack-. A veces me gustaría ser capaz de llorar. Podríamos hacer un trueque parcial de debilidades. Los dos saldríamos ganando.

– ¡Cuando quieras! -dijo Laurie con vehemencia. Era la primera vez que Jack admitía algo que ella había sospechado durante mucho tiempo: reprimir el dolor era el principal obstáculo para su felicidad.

– Bueno; al menos ahora abandonarás tu minicruzada -dijo Jack.

– ¡En absoluto! -respondió Laurie-. Al contrario; esto refuerza mi decisión porque prueba exactamente lo que me temía. Calvin y Bingham se proponen esconder este episodio debajo de la alfombra. Y eso no está bien.

– ¡Ay, Laurie! -protestó Jack-. ¡Por favor! Este enfrentamiento con Calvin no es más que un preludio de lo que te espera. Lo único que conseguirás es crearte problemas.

– Es una cuestión de principios -afirmó Laurie-. Así que no me sermonees. He venido a buscar apoyo moral.

Jack suspiró, empañando su mascarilla de plástico por un instante.