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– Estaba ocupado pensando cómo salir de la línea de fuego. Si es que estaba pensando en algo. Tenían la piel clara. Me refiero a Frank y a Jesse. Y los de anoche tenían la piel clara.

– ¿Viste sus ojos?

– No vi el color.

– Yo estaba lo suficientemente cerca como para ver los ojos del que hizo el intercambio conmigo. Pero si los vi, no estaba prestando atención. Aunque total, da igual. ¿Alguno de ellos dijo algo en el Morrissey's?

– Creo que no.

Él cerró los ojos.

– Estoy intentando recordar. Creo que todo fue una pantomima. Dos disparos y luego silencio hasta que salieron por la puerta y bajaron las escaleras.

– Así es como lo recuerdo.

El se levantó, y caminó de un lado a otro.

– Es una locura -dijo-. Hey, a lo mejor deberíamos dejar de buscar a la víbora entre mis conocidos. No es un trabajo que se ha hecho desde dentro. Estamos tratando con una temeraria banda de dos, especializada en sacarle el dinero a los bares de Hell's Kitchen. ¿No creerás que esa banda irlandesa… cómo los llaman…?

– Los Westies. No. Lo habríamos oído. O Morrissey lo habría oído. Si alguno de ellos hubiera tenido algo que ver, la recompensa de los Morrissey lo habría aclarado todo en un día. -Cogí mi vaso y me bebí todo lo que quedaba. Vaya, ahora sí que me sabía bien. Los teníamos. Sabía que los teníamos. No sabía sobre ellos más de lo que había sabido hacía media hora, pero lo que sí que sabía era que iba a cazarlos.

»Por eso llevaban disfraces -dije-. Tal vez los habrían llevado de todos modos, pero en cualquier caso los llevaron porque no querían que los viéramos. Cometieron un error. Vamos a cogerlos.

– Joder, Matt, mírate. Estás un poco atacado. ¿Cómo coño vas a cogerlos? Todavía no sabes quiénes son.

– Sé que son Frank y Jesse.

– ¿Y? Morrissey lleva mucho tiempo intentando encontrar a Frank y a Jesse. De hecho, quiso contratarte para que los buscaras. ¿Por qué ahora sí puedes hacerlo?

Me serví otro trago de Wild Turkey y dije:

– Cuando colocas un micrófono oculto en un coche y quieres recibir la señal, necesitas dos coches más. Con uno no haces nada, pero con dos puedes triangular la señal y localizarla.

– Me estoy perdiendo algo.

– No es exactamente lo mismo, pero se le parece. Los tenemos en Morrissey's y los tenemos en el sótano de esa iglesia en Bensonhurst. Esos son dos puntos de referencia. Ahora podemos ubicarlos, podemos triangular su señal. Dos disparos en el techo: es su jodida marca. Poniéndole a sus trabajos esa clase de marca, se podría pensar que quieren que los cojan.

– Sí, lo siento por ellos -dijo-. Apuesto a que se están cagando en los pantalones. Hasta el momento, este mes solamente han conseguido cien de los grandes. Lo que no saben es que Matt «Bulldog» Scudder está tras su pista y esos pobres cabrones no podrán gastarse ni diez centavos de lo que se han sacado.

21

El teléfono me despertó. Me senté y parpadeé ante el reflejo del sol. Seguía sonando.

Lo cogí. Tommy Tillary dijo:

– Matt, ese poli ha estado aquí. Ha venido, ¿te lo puedes creer?

– ¿Adónde?

– A la oficina. Estoy en mi oficina. Lo conoces. Al menos él dice que te conoce. Un detective, un hombre muy desagradable.

– No sé de quién estás hablando, Tommy.

– He olvidado su nombre. Dijo…

– ¿Qué dijo?

– Dijo que los dos estuvisteis en mi casa.

– Jack Diebold.

– Eso es. Entonces, ¿tenía razón? ¿Estuvisteis juntos en mi casa?

Me froté las sienes y miré mi reloj. Pasaban unos minutos de las diez. Intenté imaginar a qué hora me habría ido a dormir.

– No fuimos juntos -dije-. Yo estaba allí, echando un vistazo y él apareció. Lo conozco de hace años.

Era inútil. No podía recordar nada después de que le hubiera asegurado a Skip que Frank y Jesse tenían los días contados. A lo mejor me fui a casa justo después de aquello o, a lo mejor me quedé sentado y bebiendo con él hasta el amanecer. No podía recordarlo.

– ¿Matt? Ha estado molestando a Carolyn.

– ¿Molestándola?

Mi puerta tenía el pestillo echado. Era una buena señal. Si me había acordado de echar el cerrojo, entonces no habría llegado en tal mal estado. Por otro lado, mis pantalones estaban tirados sobre la silla. Habría sido mejor si hubieran estado colgados en el armario. Pero, de nuevo, no estaban arrugados sobre el suelo y tampoco los llevaba puestos. El gran detective, analizando las pistas, intentando descubrir lo borracho que había estado la noche anterior.

– Molestándola. La ha llamado un par de veces y ha ido a su casa una vez. Matt, todo esto está inquietando a Carolyn y además también me pone en una situación muy incómoda en la oficina.

– Puedo imaginármelo.

– Matt, entiendo que lo conoces de hace tiempo. ¿Crees que podrías hacer que me dejara en paz?

– Jesús, Tommy, no sé cómo. Un poli no da de lado la investigación de un homicidio por hacerle un favor a un viejo amigo.

– Oh, Matt, no estaba sugiriendo nada que estuviera fuera de la ley, Matt. No me malinterpretes. Pero la investigación de un homicidio es una cosa y el acoso es otra, ¿no crees? -No me dio oportunidad de responder-. La cuestión es que al tipo le ha dado conmigo. Se le ha metido en la cabeza que soy un delincuente y si tú pudieras, ya sabes, hablar con él. Dile que soy buena gente.

Intenté recordar lo que le había dicho a Jack sobre Tommy. No podía acordarme, pero tampoco creo que hubiera sido muy significativo como para formarse una imagen de él.

– Y mantente en contacto con Drew, hazme ese favor, ¿de acuerdo? Justo ayer me preguntó si sabía algo de ti, si te habías puesto en contacto conmigo. Sé que estás trabajando mucho para mí, Matt, y a lo mejor también deberíamos hacerle partícipe. No te olvides de él, ¿entiendes lo que quiero decir?

– Claro, Tommy.

Después de que él colgara, me tomé dos aspirinas con un vaso de agua del grifo. Me di una ducha y, ya había empezado a afeitarme, cuando me di cuenta de que prácticamente había accedido a decirle a Jack Diebold que dejara de molestar a Tommy. Por primera vez entendí lo bueno que debía de ser el muy hijo de puta convenciendo a la gente para que comprara sus valores en bienes inmuebles o lo que fuera que él vendía. Como decía todo el mundo, por teléfono era muy persuasivo.

Afuera el día era claro, el sol brillaba demasiado. Me pasé por McGovern's para tomarme una copa rápida. Le compré un periódico a la mujer de la bolsa de la esquina, le di un dólar y me marché cubierto por una nube de bendiciones. Las acepté. Me venía bien toda la clase de ayuda que me pudieran dar.

Me tomé un café y una magdalena en el Red Flame y leí el periódico. Me molestó no poder recordar haberme marchado del despacho de Skip. Me dije que no podía haber estado tan borracho ya que no sentía el malestar de una gran resaca, aunque tal vez eso no tenía nada que ver. A veces me levantaba con la cabeza despejada y sin malestar físico después de una noche de mucho beber y de una gran laguna en mi memoria. En otras ocasiones, una resaca que me tenía en cama todo el día llegaba después de una noche en la que ni siquiera me había sentido borracho y en la que no había pasado nada malo, no había perdido la memoria.

Bueno, no importa. Olvidadlo.

Pedí que me rellenaran la taza de café y pensé en mi discurso sobre lo de triangular a los dos hombres a los que habíamos puesto el nombre de Frank y Jesse. Recordé lo seguro que me había sentido de mí mismo y me pregunté qué había pasado con esa sensación. A lo mejor había tenido un plan, a lo mejor se me había ocurrido algo brillante con lo que seguirles la pista. Miré en mi libreta por si acaso hubiera escrito alguna idea y no lo recordara. Pero no hubo tal suerte. No había nada escrito desde que había salido del bar en Sunset Park.