Leí la nota. Me quedé allí unos minutos, no demasiados, y luego cogí un paño de la cocina y lo pasé por la botella y por el vaso. Cogí otro vaso, lo aclaré, lo sequé y lo puse en el escurreplatos sobre la encimera.
Me metí la nota en mi bolsillo. Le quité la pequeña pistola de entre los dedos, le comprobé el pulso de manera automática y luego envolví una almohada del sofá cama alrededor de la pistola para amortiguar su detonación.
Disparé sobre el suave tejido bajo su tórax y también dentro de su boca abierta. Me metí la pistola en un bolsillo y salí de allí.
Encontraron la pistola en la casa de Tommy Tillary en Colonial Road, metida entre los cojines del sofá del salón. Se le habían limpiado las huellas a la superficie de la pistola, pero encontraron una huella identificable dentro, en el clip, y resultó ser de Tommy.
Los de balística dieron en el clavo. Las balas pueden hacerse añicos cuando dan en un hueso, pero el disparo dentro de su abdomen no dio en ningún hueso y se recuperó intacta.
Después de que la historia llegara a los periódicos, cogí el teléfono y llamé a Drew Kaplan.
– No lo entiendo -dije-. Estaba libre y había quedado limpio, ¿por qué coño fue y mató a la chica?
– Pregúntaselo tú -dijo Kaplan. No parecía muy contento-. Si quieres mi opinión, es un lunático. De verdad que no pensaba que lo fuera. Me imaginé que tal vez había matado a su mujer, o que tal vez no, mi trabajo no era juzgarlo, ¿sabes? Pero no creía que el muy hijo de puta fuera a ser un maniaco homicida.
– ¿No hay duda de que él mató a la chica?
– Que yo sepa, no la hay. La pistola es una prueba bastante contundente. A veces se encuentra a alguien con la prueba del delito en la mano y en este caso se ha encontrado en el sofá de Tommy. ¡El muy imbécil!
– Es curioso que se la quedara.
– A lo mejor quería disparar a más gente. Supón que está loco. No, la pistola es una jodida evidencia, y alguien llamó para dar parte del tiroteo; dijo que vio a un hombre salir corriendo del edificio y dio una descripción que encajaba a la perfección con Tommy. Describió su ropa. Esa hortera bléiser roja que le hace parecer un acomodador del viejo Brooklyn Paramount.
– Parece que va a ser difícil defenderlo.
– Bueno, alguien tendrá que intentarlo -dijo Kaplan-. Yo le he dicho que no sería conveniente para mí defenderlo esta vez. En resumidas cuentas, que me lavo las manos en esto.
Pensé en todo esto justo cuando el otro día leí que Ángel Herrera había salido. Cumplió diez años de una pena de entre cinco y diez porque dentro de aquellas paredes había sido tan bueno metiéndose en problemas como lo había sido fuera.
Alguien mató a Tommy Tillary con un cuchillo improvisado después de haber cumplido dos años y tres meses por homicidio sin premeditación. En aquel momento me pregunté si habría sido una venganza de Herrera y supongo que jamás lo sabré. A lo mejor dejaron de recibirse los cheques en Santurce y Herrera se lo tomó mal. O a lo mejor Tommy le hizo algún comentario desafortunado a algún chiflado y lo hizo cara a cara en lugar de hacerlo por teléfono.
Tantas cosas han cambiado y hay tantas personas que ya no están…
Antares & Spiro's, el bar griego de la esquina, ya no está. Ahora es una frutería coreana. El Polly's Cage es ahora el Café 57; ha pasado de sórdido a elegante y ya no están ni el papel de pared rojo ni el loro de neón. El Red Flame ha desaparecido y también el Blue Jay. Hay un restaurante especializado en carnes llamado Desmond's donde antes estaba el McGovern's. El Miss Kitty's cerró como un año y medio después de comprar sus libros. John y Skip lo traspasaron y se marcharon. Los nuevos propietarios abrieron un club gay llamado Kid Gloves y dos años después lo cerraron y pusieron allí otra cosa.
El gimnasio donde vi a Skip haciendo un montón de poleas en la máquina de dorsales cerró al año. Un estudio de danza moderna ocupó el local y luego, hace un par de años, derribaron el edificio entero y se construyó uno nuevo. De los dos restaurantes franceses que había puerta con puerta, ha cerrado aquel en el que cené con Fran y el último arrendatario es un lujoso restaurante indio. El otro local francés sigue allí y aún no he comido en él.
¡Qué de cambios!
Jack Diebold está muerto. Un infarto al corazón. Murió seis meses antes de que yo me enterara, pero lo cierto es que no tuvimos mucho contacto después del incidente de Tillary.
John Kasabian se marchó de la ciudad después de que él y Skip traspasaran el Miss Kitty's. Abrió un garito similar en los Hamptons y luego oí que se había casado.
El Morrissey's cerró a finales del 77. Tim Pat huyó cuando estaba en libertad bajo fianza por un cargo federal de tráfico de armas y sus hermanos desaparecieron. El teatro de la planta baja sigue funcionando, por extraño que parezca.
Skip está muerto. Después del cierre del Miss Kitty's, se pasó todo el tiempo solo metido en su apartamento. Un día tuvo un ataque de pancreatitis aguda y murió en la mesa de operaciones en el Roosevelt.
Billie Keegan dejó el Armstrong's a comienzos del 76, si no recuerdo mal. Dejó el Armstrong's y también dejó Nueva York. Lo último que oí fue que había salido completamente de la bebida, que vivía en el norte de San Francisco y que hacía velas o flores de seda o algo igual de inverosímil. Y hace un mes o así me encontré con Dennis en una librería de la zona sur de la Quinta Avenida, llena de extraños libros sobre yoga, temas espirituales y sanación holística.
Eddie Koehler se retiró del Departamento de Policía de Nueva York hace unos años. Las primeras dos Navidades recibí unas postales suyas enviadas desde un pequeño pueblo pesquero en el noroeste de Florida; el año pasado no supe nada de él, lo cual probablemente significa que me ha borrado de la lista, cosa que le ocurre a la gente que recibe felicitaciones de Navidad y no las devuelve.
¡Jesús! ¿Adónde se han ido estos diez años? Tengo un hijo en la universidad ahora y otro en el ejército. No podría deciros cuándo fue la última vez que fuimos a un partido juntos, así que no digamos a un museo.
Anita se ha vuelto a casar. Sigue viviendo en Syosset, pero ya no envío dinero allí.
Cuántos cambios minando el mundo. Por el amor de Dios, el verano pasado el antro sagrado cerró, si queréis llamarlo así. Venció el contrato del Armstrong's, Jimmy se fue y ahora hay otro jodido restaurante chino donde antes estaba el viejo garito. El abrió otro una manzana más al oeste, en la esquina de la calle Cincuenta y Siete con la Décima, pero ese bar ya me queda un poco lejos ahora.
Y lo digo en más de un sentido. Porque ya no bebo, en ningún momento del día, y por eso no tengo nada que hacer en antros, ya sean sagrados o profanos. Paso menos tiempo encendiendo velas y más en los sótanos de las iglesias, bebiendo café sin burbon en vasos de Styrofoam.
De modo que cuando miro diez años atrás puedo decir que, con mucha probabilidad, habría llevado las cosas de otra manera, pero ahora todo es distinto. Todo. Todo ha cambiado; ha cambiado completamente. Vivo en el mismo hotel, camino por las mismas calles, voy a ver combates y partidos como siempre hacía, pero hace diez años siempre estaba bebiendo y ahora no bebo nada. No me arrepiento de una sola copa de las que me tomé y le pido a Dios que jamás vuelva a tomarme otra.
Porque ¿sabéis? Esa carretera poco transitada en la que me encuentro estos días es la que lo ha cambiado todo. Oh, sí. Todo.
Lawrence Block