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– ;Y? -preguntó Lily, disimulando el malestar que empezaba a sentir-. ¿O quizá debería no preguntar?

– Creo que es mejor que lo sepas todo. Digamos que, si infrinjo la ley o no, depende de la interpretación que se haga de dichas leyes. Tuvimos que hacer algunas cosas que no eran totalmente éticas. Y algunos medios de comunicación están detrás de mí desde que conseguí el contrato para mi primer centro comercial. Si los detalles de esta operación salen a la luz, mis inversores se retirarán y acabaré en la ruina. Inversiones Patterson quebrará y dejará sin trabajo a centenares de personas. Vi cómo llevaste el caso de soborno para la adjudicación aquella de Chicago. ¿Puedes hacer lo mismo con nosotros?

Lily maldijo para sus adentros. Aunque era experta en crisis con los medios de comunicación, siempre era mucho más fácil cuando el cliente no había infringido la ley. Un escándalo sexual era un juego de niños en comparación con un posible juicio y condenas de cárcel. Si podía elegir entre moralidad y legalidad, los problemas morales eran mucho más manejables.

– Debes saber tres cosas -dijo Lily-. Primero, no violaré ninguna ley por ti. Segundo, no voy a mentir por ti. Puede que sea ambigua con la verdad, puede que me niegue a responder a algunas preguntas, pero no mentiré.

– ¿Y tercero?

– Si acepto el trabajo, tendrás que seguir mi consejo. Harás exactamente lo que te asesore. No estoy segura de que pueda evitar que se desencadene un desastre, pero sí puedo poner todo mi empeño en hacer que sus problemas parezcan menos… noticiables.

– De acuerdo -Patterson agarró un expediente del centro de la mesa-. El primer tipo al que tienes que neutralizar es Brian Quinn.

– ¿Brian Quinn? -Lily se quedó atónita-. ¿De que lo conoce?

– Lleva seis meses metiendo las narices en mis negocios. Es un buen periodista de investigación y cree que, si me saca algún trapo sucio, conseguirá un reportaje que dispare la audiencia de su canal. Hay que frenarlo como sea – explicó Patterson. Lily agarro el expediente, lo hojeó-. He contratado a un detective privado para que lo investigue. Encontrarás mucha información. Tiene fama de mujeriego. Su padre lleva un pub en Southie. Quizá podamos utilizarlo como arma, crearle algún problema si le falta alguna licencia. El año pasado acusaron al padre de asesinato.

– ¿Asesinato!

– Está todo en el expediente. El detective lleva siguiéndolo un mes. Debería enviarme otro informe uno de estos días. Está escarbando en su pasado. Ya he pedido que te manden algunos artículos y cintas de sus reportajes. Familiarízate con él, quiero encontrar estrategias para contrarrestarlo. No necesitas pedir mi aprobación para nada. Sólo asegúrate de llevar a cabo el encargo -Patterson se levantó, poniendo fin a la reunión.

– En seguida me pongo con ello -dijo Lily mientras se ponía de pie.

Salió del despacho al tiempo que la señora Wilburn entraba con su café. Lily se encogió de hombros, pidiéndole disculpas, y siguió andando. Cuando llegó a su despacho, cerró la puerta y respiró profundamente. La cabeza le daba vueltas y sentía un nudo en el pecho y el estómago.

El informe del expediente se extendía hasta llenar diez páginas. Lily le echó un vistazo, asombrada por lo detallado que era. Volvió a la primera página y se fijó en la fecha. Databa de dos semanas antes de su encuentro con Brian Quinn en la limusina.

Maldijo para sus adentros. Pero el detective había seguido vigilando los movimientos de Brian Quinn después de aquel informe. En ese momento, podía estar redactando un informe sobre su cita. No le habría costado encontrar el nombre de ella en la lista de invitados. Lily frunció el ceño. Pero Brian decía que se había colado. Dadas las circunstancias, Lily no pudo evitar pensar que había ido a la fiesta para sacar algo de información sobre Richard Patterson.

– No tiene vergüenza.

De pronto, se quedó pensativa. ¿Habría sabido desde el principio quién era ella? Lily sacudió la cabeza. Habría tenido que ser el mejor periodista de investigación del mundo para saber que había ido a la ciudad, no digamos para saber la razón por la que estaba allí.

Lily agarró el listín telefónico, lo abrió. Tenía muchas preguntas sin respuesta y estaba segura de que no la iban a dejar descansar. Cuando encontró el número y la dirección del canal WBTN, la apuntó en un papel. Luego respiró hondo, Tendría que ir con mucho cuidado. No podía plantarse en los estudios de televisión y hacerle frente directamente. Tenía que conseguir llevarlo a un terreno neutral.

– Podía llamarlo y pedirle una cita -murmuró mientras descolgaba el auricular. Pero eso suponía reconocer que sentía por él algo más que el capricho pasajero de una noche-. No, tiene que haber otra forma.

Lily había diseñado estrategias para clientes multimillonarios. Tendría que ser capaz de encontrar la manera de abordar a Brian Quinn. Pero, ¿por qué quería verlo en realidad? ¿Para averiguar lo que sabía sobre los tejemanejes de Richard Patterson?, ¿o para convencerlo para que no siguiera adelante con esa historia? Gruñó. La razón por la que necesitaba verlo tal vez fuese más personal que profesional.

Se le ocurrió una idea y marcó el número del canal.

– Me gustaría hablar con Brian Quinn -dijo cuando descolgó la recepcionista, tratando de forzar la voz para que sonase más profunda, mayor.

– Un momento, le pongo.

Se oyó el pitido de otro teléfono y contesto una mujer.

– Sala de prensa -dijo.

– Con Brian Quinn, por favor.

– ¿Le importa decirme de qué se trata?

– Quiero hablar con él sobre Richard Patterson -dijo Lily-. Tengo cierta información que podría interesarle -añadió y la dejaron a la espera unos segundos.

– Brian Quinn.

El corazón se le aceleró al oír su voz, tan suave y profunda.

– ¿Señor Quinn?

– ¿Quién habla?

– Mi nombre es lo de menos. Tengo algo que le puede interesar… sobre Richard Patterson. ¿Podemos quedar en algún sitio?

– De acuerdo -contestó él tras pensárselo unos segundos-. Hay un local en Southie. El Pub de Quinn.

– ¿Pub de Quinn?

– Es de mi padre. Allí podremos hablar. Confíe en mí. ¿Como la reconoceré?

– Yo lo reconoceré a usted. Hoy a las tres de la tarde -dijo Lily-. No falte -añadió y colgó acto seguido. Respiró profundo. El pub de su padre seguía sin ser terreno neutral, pero, si hubiese protestado demasiado, Brian podría haber sospechado algo. El Pub de Quinn era un lugar tan bueno como cualquier otro para hacerle frente.

Pero, ¿qué le diría? Lily se frotó la cabeza, tratando de borrar la confusión que ofuscaba su cerebro. Fuera lo que fuera, tendría que asegurarse de dejarle claro cuál era su posición. No iba a meterse en el asiento trasero del coche más cercano y repetir lo que habían compartido en la limusina la otra noche. Sería educada y le recomendaría que se mantuviera alejado de Richard Patterson. No prestaría atención a su increíble cuerpo ni a su sonrisa, ni al modo en que la miraba, como si sólo quisiera arrancarle la ropa y devorarla.

– Puedo hacerlo -murmuró Lily-. No sólo es un trabajo. Es una aventura.

Brian aparcó frente al pub a las tres menos cinco. Salió del coche y miró de un lado a otro de la calle por si su contacto lo esperaba afuera.

Sabía que era una mujer, nada más.

Como periodista de investigación, había pasado muchísimas horas localizando personas que podían estar dispuestas a confesarlo todo, convenciendo a ex secretarias, vecinos cotillas y hasta parientes para que delataran a quienes consideraban culpables de algún tipo de irregularidad. Sospechaba que esa mujer sería una empleada, una ex novia si tenía suerte.