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– Así que podría decirse que has venido a Boston por mí -dijo Brian. Estiró una mano hacia la boca de Lily. Después de acariciarle un labio, se llevó el dedo a la boca-. Tenías un poco de mostaza.

– ¿Nunca te rindes? -preguntó ella, ruborizada.

– En mi trabajo, la tenacidad es una virtud – Brian la miró a los ojos y Lily tuvo la certeza de que estaba a punto de besarla. Ya había decidido que no se resistiría. Era inútil. Pero Brian bajó la cabeza y terminó sacando otro sándwich de la bolsa-. Si de verdad quieres cenar bien, conozco un par de restaurantes exquisitos.

– Nada de citas.

– ¿Por qué? -Brian suspiró-. Yo no tengo nada que ocultarte. Y me da igual lo que tú me quieras ocultar. Somos una pareja perfecta.

– No, no lo somos.

– Pues lo de la limusina fue perfecto -contestó él.

– No deberías basar nada en aquella noche -repuso Lily-. Eso no fue más que sexo – añadió con más convicción de la que en realidad sentía. Y, en cualquier caso, aunque sólo hubiese sido sexo, había sido increíble. La clase de experiencia con la que cualquier mujer soñaría.

– Así que sólo me estabas utilizando, ¿no? Te habría servido cualquier otro tipo. Vamos, que si no hubiese aparecido yo, habrías invitado al vendedor ese de seguros.

– ¡No! -exclamó ella con vehemencia.

– ¿Qué más te daba? Si no era más que sexo-la provocó.

– También… me sentía atraída -reconoció Lily-. Un poco atraída. Y me pareciste muy interesante. Inteligente, ingenioso. Y eres guapo, aunque estoy segura de que ya eres consciente de eso. Supuse que era recíproco. De lo contrario, tú tampoco habrías venido conmigo -añadió y le dio un mordisco al sándwich.

Brian estiró las piernas y consideró la respuesta. Luego le lanzó una sonrisa traviesa:

– No, para mí no fue más que sexo.

– ¿Serás bobo? -Lily agarró la bolsa y le pegó con ella en el pecho.

– No, en serio. La primera vez que te vi, con aquel vestido dorado, pensé: tengo que conocer a esta chica. Eras la más guapa de la fiesta. Luego, cuando el otro tipo se sentó contigo, creí que ya estabas ocupada. Pero entonces me miraste y comprendí que necesitabas que te rescatase. Así que intervine y el resto… ya lo sabes – Brian hizo una pausa-. Me gustaba cómo te caía el pelo por la nuca, me gustaba tu perfume, el sonido de tu voz. Y me gustaba sentirte entre mis brazos mientras bailábamos.

Lily se quedó un buen rato mirándolo antes de contestar:

– Es muy bonito esto que dices… pero sospecho que les dices cosas bonitas a muchas mujeres.

– Muchas no se lo merecen como tú -replicó él.

Lily soltó el sándwich y se limpió con la servilleta.

– ¿Te has parado a pensar lo difícil que sería salir juntos? En primer lugar, no empezamos como se empieza normalmente. Y no estamos de acuerdo en algunas cosas importantes. Nos pasaríamos el tiempo discutiendo.

– ¿Cómo vamos a saberlo si no lo intentamos? -preguntó Brian y Lily suspiró.

– ¿Y si te digo que me lo pensaré antes de tomar una decisión?

– Supongo que tendré que contentarme. Al menos estamos avanzando -Brian sonrió. Se giró hasta estar tumbado sobre el vientre y puso su sándwich delante de él-. ¿Qué es esto?

Se le detuvo el corazón. Brian tenía en las manos el informe del detective privado. Aunque en un principio hizo ademán de darle la carpeta a Lily, de pronto vio su nombre en la portada, escrito en letras mayúsculas.

– Dámelo -le exigió ella, lanzándose hacia la carpeta.

Pero Brian reaccionó con buenos reflejos. Se puso de pie y se apartó de ella. Empezó a leer mientras caminaba y no paró hasta estar junto a la fuente. Lily no sabía qué hacer. Quizá debiera advertir a Brian de hasta dónde estaba dispuesto a llegar Patterson para proteger sus intereses. Aunque no le hubiera arrebatado el expediente, se habría planteado la posibilidad de avisarlo… por cortesía.

Se levantó y fue hacia él. Pero antes de que pudiera explicarse, Brian la fulminó con la mirada.

– ¿Has pedido que me investiguen? -dijo y soltó una risotada amarga-. No puedo creérmelo. Es mi vida completa. O pensabas utilizarlo en mi contra o te preocupaba un poco con quién te habías acostado.

– No he sido yo -dijo Lily-. Fue Patterson quien encargó que te investigaran. Quería tener algo que utilizar en tu contra.

– Esto pasó cuando era un chaval -murmuró Brian-. En fin, ya veo que la sopa de agua de salchichas no es tan interesante como mis antecedentes. La sopa no es un buen arma. Pero piensa un momento en cómo reaccionará la prensa: mi padre no estaba en casa y, cuando estaba, estaba borracho. Mi madre huyó de casa y no volvió. Vivíamos en una casa con goteras en Southie y nos cortaban la luz y la calefacción cuando no podíamos pagar las facturas. A veces robábamos en el mercado para comer. Y lo único que nos preocupaba era conseguir que los trabajadores sociales no nos separasen. Tuvimos una infancia conmovedora. La gente se compadecerá de mí.

– No voy a utilizarlo -dijo Lily.

– Haz lo que quieras -contestó él-, Por mí no te cortes. No hay reglas -agregó y se dio media vuelta.

Lily lo vio alejarse con el informe todavía en la mano.

– Necesito el informe. No puedes llevártelo. Brian se paró, se giró despacio. Regresó hasta Lily con un gesto de rabia contenida.

– Necesitas el informe -repitió mientras se lo lanzaba por encima del hombro. Lily oyó el ruido de la carpeta al caer en el agua y cerró los ojos-. Ahí tienes tu maldito informe.

Lily se giró hacia la fuente y encontró la carpeta empapada. Cuando se dio la vuelta, Brian ya estaba casi en la calle.

– ¡Creía que no te importaba lo que te ocultase! -gritó.

¿Por qué tenían que acabar enfrentados cada vez que se veían? Aunque quizá fuera mejor, pensó mientras se descalzaba y subía al borde de la fuente. Si la odiaba, se mantendría alejado. Y si se mantenía alejado, no le entrarían ganas de… Lily sacudió la cabeza. Se negaba a abandonarse en una nueva recreación de lo que habían compartido.

Por fin, se metió en la fuente. Respiró profundo y se puso bajo el chorro para alcanzar la carpeta. Luego, salió por el extremo opuesto.

El pelo le chorreaba, se había empapado el traje. Lily maldijo en voz baja, se apartó el cabello de los ojos, recogió los zapatos y volvió al césped. Brian había dejado los sándwiches y las cervezas junto a la bolsa. Se tumbó, decidió terminar de comer. Tenía que secarse antes de volver a trabajar.

Agarró su sándwich y le pegó un buen mordisco.

– Y querrá que salgamos juntos -murmuró-. Cuando no podemos pasar quince minutos sin que me saque de quicio.

Capítulo 5

– No sé qué demonios haré si se publica el informe -Brian recostó la cabeza sobre el sofá y miró al techo del salón de Sean.

– ¿Quién se ha encargado de la investigación? -preguntó este al tiempo que le daba una cerveza a su hermano y se sentaba a su lado.

– Un tal Wiffram.

– Harvey Wiffram. Es bueno. Suele trabajar para empresas. Si hay algún trapo sucio, termina descubriéndolo.

– Estaba todo: las borracheras de papá, el abandono de mamá, los trabajadores sociales, cada una de las fechorías que hicimos. Hasta entrevistó a una de mis profesoras en el colegio. Según ella, era como si estuviésemos desatendidos.

– Técnicamente, lo estábamos.

– Pero Conor nos cuidaba -contestó Brian-. Podría haber sido mucho peor.

– ¿Y qué va a pasar?

– Saben lo de los hurtos en el mercado. Y lo del viajecito que nos dimos en el coche que tomamos prestado. Me preocupa por Conor. Sé que tuvo que mover algunos cables para sacarnos de la cárcel. Y tienen toda la información sobre la acusación de asesinato contra papá del año pasado.