Выбрать главу

– ¿Por qué no te olvidas de la historia?

Brian frunció el ceño. No había dejado de preguntarse lo mismo desde que había visto el informe. Pero estaba decidido a descubrir la verdad, aunque sólo fuera para restregársela en la nariz a Lily Gallagher. Estaba furioso. No debería haberlo sorprendido que Lily fuese tan ruin. Por otra parte, admiraba la seriedad con que se tomaba su trabajo.

Pero daba igual. Para Lily, la atracción que sentían no era más que un instinto animal. Lo que no impedía que se pasara horas y horas fantaseando con volver a desnudarla y hacerle el amor toda la noche. Tenía algo que le hacía desearla sólo con pensar en tocarla.

Y no era sexo únicamente. Él siempre había controlado sus deseos, había podido engatusar o abandonar a las mujeres según se le antojaba. Pero, por alguna razón, no podía sacarse a Lily de la cabeza.

– No voy a acobardarme. Eso es lo que Patterson quiere. Tengo que informar de lo que descubra.

– ¿Se trata de algún tipo de código que te enseñaron en la universidad? -preguntó Sean.

– No, pero es parte de mi trabajo. Conor no se acobarda ante un asesino. Dylan no se acobarda ante un incendio. Y yo no me acobardo ante un chantajista. Así de sencillo.

– ¿Estás seguro de que esa historia es tan importante? -dijo Sean.

Brian se quedó pensativo unos cuantos segundos. ¿Tendría razón su hermano?, ¿había perdido la perspectiva? Llevaba un año detrás de esa historia y todavía no había conseguido una sola prueba contra Patterson. Sus jefes se alegrarían si dejaba de incordiarlo de una vez por todas. Y, en ese caso, quizá solucionara sus problemas con Lily. Podrían pactar una tregua.

– No puedo hacer como si no pasara nada -murmuró-. Estoy seguro de que es una historia importante.

– Puede que no utilice el informe.

– Sí, claro que lo usará -dijo Brian-. Pero es lista. Apuesto a que esperará a que esté a punto de dar la noticia. Entonces distribuirá el informe por todos los medios de comunicación para acabar con mi credibilidad. Hablarán de mí, no de Patterson.

Aunque, en el fondo, mantenía la esperanza de que Lily no fuese tan desalmada. Todo indicaba que, siquiera un poco, sentía algo de afecto hacia él. De modo que quizá no utilizara la información en su contra.

– Entonces tienes que estar preparado para contraatacar -dijo Sean, encogiéndose de hombros.

– ¿A qué te refieres?

– Investiga a Patterson,

– Ya lo he hecho.

– Pero no has investigado su vida privada. ¿Le pone los cuernos a su esposa?, ¿es mal padre? ¿Tiene inmigrantes trabajando sin contrato? Hay un millón de cosas tan peligrosas como las que él tiene en tu contra.

– ¿Puedes encontrarme algo?

– Sólo si me consigues entradas para el partido de los Yánez del mes que viene -contestó Sean tras pensárselo unos segundos.

– Hecho -dijo Brian-, Encuéntrame algo bueno y te conseguiré pases para toda la temporada si hace falta.

Sonó el timbre y Sean se levantó.

– La pizza -dijo y Brian le lanzó la cartera a su hermano.

– Invito yo- Sean no discutió, así que Brian supuso que estaría un poco escaso de dinero. Le remordía la conciencia pedirle que trabajara gratis para él, pero a Sean no parecía importarle. Aceptaba el dinero si se lo daban, pero no lo pedía si no se lo ofrecían.

Instantes después, Sean regresó con la caja de la pizza y la colocó encima de la mesa. Luego fue a la cocina, agarró dos paños y le lanzó uno a Brian.

– No se lo digas a Ellie -murmuró-. Me matará si se entera de que uso sus trapos como servilletas.

– ¿Dónde están Liam y Ellie?

– Buscando piso. Les dije que me mudaba yo y que se quedasen con el apartamento, pero entre el sueldo de Ellie en el banco y los encargos que le están saliendo a Liam, parece que se pueden permitir algo mejor. No sé cómo voy a pagar el alquiler de este sitio yo solo,

– Siempre puedes venirte conmigo -dijo Brian-. Tengo sitio.

– No, tendría que volver a mudarme cuando empieces a vivir con Lily.

– No voy a vivir con Lily -protestó Brian. Y, sin embargo, no tenía claro que la idea le disgustara. Al menos quería tener la oportunidad de averiguar si lo que había entre ellos era algo más que pura atracción física. Si la pasión se apagaría con el tiempo.

– No podrás remediarlo -Sean agarró un triángulo de pizza y sopló para enfriarlo-. Es la maldición. No tienes escapatoria.

– Pero en realidad no la rescaté. Su vida no corría peligro. Estaba a salvo -se defendió Brian-. Bueno, puede que haya habido un par de ocasiones en que sí ha corrido un poco de peligro: el otro día, frente al pub, cuando iba a cruzar la calle sin mirar. Y luego se tropezó en las escaleras,… y casi se cae con la bici del parque… Pero no era peligro de muerte.

– Puede que tengas razón -Sean dio un mordisco a la pizza-. Conor salvó a Olivia de los matones de Red Keenan. Y Dylan rescató a Meggie de un incendio. Brendan sacó a Amy de una reyerta en un bar.

– Y Liam espantó al ladrón que entró en el apartamento de Ellie -finalizó Brian-. Yo sólo la he librado de una noche aburrida. No es lo mismo.

– Pero suena como si te gustara que lo fuera -contestó Sean, enarcando una ceja.

– Ahora mismo, Lily y yo somos incapaces de estar en una habitación sin encontrar alguna razón para discutir. No parecemos abocados al matrimonio precisamente.

– Algo te habrá gustado de ella.

– Primero hicimos el amor en el asiento trasero de una limusina. Es una fantasía sexual hecha realidad. Y luego me dijo que no quería volver a verme. A la mayoría de los hombres le habría encantado oír algo así. Pero yo quería volver a verla. Sigo queriendo.

– Anda, toma un poco de pizza y echa un trago -dijo Sean-. Te sentirás mucho mejor. Luego podemos bajar al pub, a ver si hay alguna mujer que te interese.

Brian asintió con la cabeza. Pero no le bastaba con cualquier mujer. La única mujer que de veras le interesaba era Lily. Y aunque ya había hecho el amor con ella una vez, necesitaba repetir.

Lily estrelló el periódico contra la mesa de la sala de conferencias y asesinó con la mirada a los cuatro miembros del departamento de relaciones públicas.

– ¿Quién ha filtrado esto? -exigió saber. Los cuatro sospechosos la miraron como si acabase de preguntarles quién de ellos había nacido en Plutón. Lily agarró el Boston Herald y lo blandió en el aire-. Tiene que haberlo filtrado alguien. Página doce. Dos columnas enteras con todo lo que aparecía en el informe sobre Brian Quinn. Alguien se ha hecho con una copia y uno de vosotros se la ha tenido que proporcionar.

– Yo no he filtrado nada -Derrick acusó con la mirada a Margaret.

– Yo tampoco. Te llevaste la copia que teníamos -le dijo esta a Lily.

– ¿No tenías más copias?

– Recibimos el informe anteayer -intervino John-. Apenas tuvimos tiempo de leerlo.

– El señor Patterson tenía una copia -señaló Allison-. A veces le gusta actuar por su cuenta.

Lily tomó aire y trató de serenarse. No le gustaba perder los nervios en el trabajo, pero se trataba de un grave error.

– De acuerdo. Yo me ocupo de esto. Volved al trabajo. Y no habléis con la prensa sin consultármelo antes, ¿está claro? -Lily agarró el periódico, salió de la sala de conferencias y enfilo directamente hacia el despacho de Richard Patterson. Cuando llegó a la mesa de la señora Wilburn, no se molestó en pararse-. ¿Está dentro?

– Señorita Gallagher, no puede…

– Si está dentro, dígale que necesito verlo – interrumpió Lily-. Inmediatamente.

La señora Wilburn descolgó el teléfono, susurró al auricular y asintió con la cabeza.

– Puede pasar -le dijo a Lily.

Sabía que debería haber esperado a calmarse un poco, a descubrir por qué estaba tan enfadada en realidad. ¿Le disgustaba que hubiesen desobedecido sus instrucciones?, ¿o le daba miedo que el artículo pudiese hacerle daño a Brian Quinn? Le había dejado claro a Richard Patterson que era ella la que llevaría las relaciones con los medios de comunicación. Y ensuciar la trayectoria de Brian era decisión de ella y de nadie más.