Выбрать главу

Brian llevó los dedos al enganche del sujetador. Lo abrió y lo dejó caer, liberando sus pechos. Contuvo la respiración mientras abarcaba uno de los senos con una mano. Le pellizcó el pezón hasta ponerlo erguido.

Lily echó la cabeza hacia atrás y sonrió, invitándolo en silencio a que siguiera. Brian se sentó en el borde de la cama, introdujo las manos bajo sus bragas y tiró despacio de ellas hacia abajo. Luego, la beso en el ombligo. Siempre había tenido un ideal, el cuerpo femenino perfecto, establecido de acuerdo con los patrones de muchas revistas para hombres. Pero ese cuerpo ideal había pasado a ser el de una mujer de curvas suaves, con pequeñas imperfecciones que la hacía más real. Lily era esa mujer perfecta. con una sonrisa luminosa, cintura estrecha, caderas anchas y pechos perfectos.

Quería poseerla, pero algo lo frenaba. ¿Qué sería?, ¿miedo?, ¿inseguridad quizá? Cuando tocaba a Lily, se sentía poderoso, como si pudiese dominar el mundo. Pero también se sentía muy vulnerable, como si le pudiesen partir el corazón. Si le hacía el amor, no habría vuelta atrás. Estaba seguro de que se enamoraría de Lily.

– ¿En qué piensas? -le preguntó ella. Sus palabras lo sorprendieron. De pronto, se dio cuenta de que Lily estaba totalmente desnuda y él vestido.

– En lo suave que es tu piel -Brian se acercó a ella y aspiro-. Y en lo bien que hueles. También pensaba en lo que quiero hacerte sentir.

– Hazme sentir -clip ella.

Brian sonrió. Luego, pasó las manos por sus caderas, por el vientre. Cuando bajó, Lily contuvo la respiración. Después, la rodeó por los muslos y la acercó hasta situarla entre sus piernas.

Lily tembló cuando la tocó y Brian notó el poder que tenía sobre ella. Se pregunto si sería consciente del que ella tenía sobre él, si sabía cuánto le costaba negar su deseo. Tenía los dedos húmedos y empezó a pasearlos sobre el sexo de Lily, despacio al principio, estimulándola,

Brian la miró. Sonreía. Estaba más guapa de lo que por sí ya era. Se había ruborizado y tenía los pechos sonrosados. Lily se apretó a él, le apretó los hombros, arqueó la espalda. Casi sin respiración, murmuró su nombre. Pero Brian no quería provocarle el orgasmo todavía, de modo que aminoró el ritmo, sabedor de que cuando finalmente llegase, sería más explosivo.

Su rostro,se tensó. Brian sabía que estaba al límite y le metió un dedo. De repente, un espasmo sacudió su cuerpo. Lily emitió un gemido desgarrado, gritó su nombre y, de repente, se desplomó sobre él encima de la cama. Lentamente, fue recuperando la respiración.

– Creía que me ibas a acostar -dijo tras soltar una risilla.

– Pensé que te vendría bien relajarte un poco -Brian la agarró por la cintura y ambos rodaron sobre el colchón hasta tenerla situada boca arriba. Se agachó para besarla-. Debería irme.

– ¿Por qué? Quédate.

– ¿Por qué? -Brian suspiró.

– No sé -dijo ella con el ceño fruncido-. Porque quiero que te quedes.

– Esa es la única razón que se me ocurre a mí también. Y, de momento, creo que no es suficiente -Brian se levantó de la cama y agarró el camisón-. Venga, te arropo antes de irme – añadió al tiempo que la ponía de pie.

– ¿No quieres pasar la noche conmigo? – preguntó confundida ella.

– Por supuesto que quiero. No imaginas cómo.

– ¿Entonces?, ¿por qué te marchas?

– No tengo ni idea -contestó mientras le ponía el camisón-. Pero hazme caso: es mejor que me marche. Es nuestra primera cita. Deberíamos seguir al menos alguna de las reglas… Métete – añadió tras abrir la sabana.

– ¿He hecho algo mal?

– En absoluto. Pero las cosas no tienen porqué ir siempre a velocidad de vértigo -Brian sonrió-. A veces merece la pena esperar,

– Normalmente estaría de acuerdo. Pero, ¿has olvidado lo que hicimos la primera noche en la limusina?

– No, eso no es fácil de olvidar. Pero entonces éramos dos desconocidos y ahora no lo somos. Y esta ha sido nuestra primera cita. No creo que debamos dormir juntos.

– Teniendo en cuenta lo que acabas de hacerme, ¿no te parece un poco absurdo? -Lily se metió en la cama y se subió la sábana hasta la barbilla-. Dame un beso de buenas noches. Y prométeme que me llamarás mañana por la mañana.

– Dulces sueños -Brian se agachó para rozarle los labios-. Mañana te invito a desayunar. Luego podríamos ir a la iglesia. Hace un tiempo que no me confieso y tengo muchos pecados acumulados. Pecados buenos, no malos.

Lily estiró un brazo y le hizo una caricia en la mejilla.

– Eres un buen hombre, Brian Quinn. Pero a veces me desconciertas.

La besó de nuevo. Luego fue hacia la puerta y le apagó la luz.

– No sé qué tienes de especial, pero tienes algo -murmuró antes de marcharse.

Después se dio la vuelta y sacudió la cabeza.

Aquello sí que era nuevo: no era normal que dejase escapar a una mujer bella y desnuda que le pedía acostarse con él. Pero debía confiar en su instinto y el corazón le decía que cometería un error si se enamoraba de Lily Gallagher. Y si le hacía el amor esa noche, le estaría haciendo justamente eso: el amor. Necesitaba ir con calma.

El fin de semana del Cuatro de Julio, Boston se vestía de fiesta. Lily había esperado el puente durante toda la semana. Según el personal del hotel, no había ciudad en todo el país que celebrase tan señalada fecha con más algarabía. Y comprobó que no le había mentido al ver las banderitas estadounidenses en todas las ventanas y todas las calles.

Brian la había recogido a las doce y habían pasado el día de tiendas, haciendo turismo por algunos de los sitios que todavía no había visitado. Luego habían comido en un restaurante con terraza, se habían entretenido en una librería y, en una tienda de regalos, Brian le había comprado un sombrero con estrellas que no se había quitado durante el resto del día.

La multitud aumentaba con el paso de las horas, pero Brian le aseguró que tendrían un lugar perfecto desde donde ver los fuegos artificiales. A Lily le costaba creérselo, pues las calles estaban abarrotadas con familias enteras.

Al final, cuando ya casi era de noche, Brian la condujo entre el tumulto. Se estaban alejando del río Charles, pero Lily confió en él, ya que era evidente que era Brian quien conocía Boston mejor. Al llegar a la calle Beacon, apuntó hacia una casa de cuatro plantas con aspecto de haber sido construida hacía centenares de años.

– Ahí es.

– ¿Qué? -preguntó Lily.

– Donde vamos -Brian le agarró una mano y la condujo hasta la puerta del edificio. Abrió la puerta con una llave y, una vez dentro, a Lily la sorprendió encontrar vacía la elegante mansión. Hacía calor, pero, al encender la luz, pudo apreciar lo bonito que era el sitio. Todo lleno de mármoles, techos altos y enormes ventanales.

– ¿De quién es esta casa? -quiso saber ella.

– La compró mi cuñado Rafe hace un par de meses.

– ¿Por qué está vacía?

– Keely y él van a redecorarla este verano. De momento, están viviendo en un apartamento.

– ¿Podemos estar aquí?

– Por una noche -Brian se encogió de hombros- la casa es nuestra.

– Hace calor -comentó Lily. Aunque el ambiente tenía un toque romántico, lo habría sido más con aire acondicionado y algún mueble-. Quizá podríamos abrir la ventana.

– No vamos a quedarnos aquí.

Brian echo a andar hacia las escaleras. Subieron al segundo piso, al tercero después. Cuando por fin llegaron a la planta cuarta, Lily estaba un poco sofocada. No había previsto pasar la fiesta haciendo ejercicio. Entonces Brian subió un último tramo de escaleras que daba a una puerta y el mundo se abrió a su alrededor. Estaban en la azotea, suficientemente altos para ver el río Charles y a toda la gente que se apiñaba en la explanada.