Estaba planeando en dirección a Cameron.
Cameron gritó y empezó a correr en dirección al bosque. No podía adivinar el avance de la criatura de ninguna forma: no había ningún ruido de pisadas ni se oía el follaje a su paso. A ciegas y aterrorizada, Cameron corrió. Los árboles la observaban solemnemente desde ambos lados como espectadores de una ejecución. Le parecía que sus piernas se movían a cámara lenta; las botas le pesaban como si fueran de cemento. Sentía sus jadeos en todo el cuerpo. Sentía latir el corazón en la yema de los dedos y en los talones.
La mantis estaba detrás de ella; Cameron notaba cómo se acercaba. Si hubiera podido morirse en ese instante, simplemente disolverse en la tierra antes de que la criatura la alcanzara, lo habría hecho.
La mantis chilló y Cameron sintió una ola de terror en todo el cuerpo. Echó un vistazo hacia detrás y vio que la mantis se encontraba a unos dieciocho metros y que se acercaba con rapidez.
Cameron volvió a mirar hacia delante y vio el primer cable detonante justo delante de ella. Con un grito, saltó y cayó dando una voltereta al otro lado. De nuevo estaba de pie y corriendo. Casi no había reducido la velocidad.
La explosión habría debido producirse justo después de que ella saltara, pero Cameron se dio cuenta de que la mantis se encontraba a demasiada altura, había pasado por encima del cable. Tendría que activar el siguiente ella misma. Pero si se precipitaba corriendo contra él, reduciría la velocidad y nunca podría salir del camino antes de que los árboles le cayeran encima. Si intentaba pasar rodando por debajo, la criatura caería encima de ella inmediatamente.
Recordaba que había diez pasos hasta el siguiente cable. Siguió corriendo mientras su mente trabajaba a toda velocidad. Sintió en los hombros el aire que la mantis agitaba al acercarse. No tenía tiempo para pensar. El delgado cable brillaba bajo la luz de la luna a pocos pasos.
Cameron llevó la mano hacia atrás y desenfundó el cuchillo de la parte posterior de los pantalones. Este salió con suavidad de la funda. Lo agarró con la hoja contra el antebrazo, igual que hacía Savage.
Empujó el cable con la hoja del cuchillo mientras continuaba corriendo hacia delante. Los explosivos detonaron con un profundo rugido e hicieron volar fragmentos de corteza y madera por todas partes. Un trozo de madera le pasó por encima de la cabeza. Las cargas explotaban una detrás de la otra e iluminaban la carretera como una luz estroboscópica.
La mantis se asustó un momento, pero mantuvo el ojo en la presa; estaba hecha para matar.
El cable se tensó al máximo y se rompió. Ambos extremos retrocedieron como dos latigazos. Cameron no dejó de correr ni un instante.
Por encima de ella, la mantis se llevó las patas de presa debajo de la barbilla. Las encogió, a punto de lanzarlas hacia delante como las garras de un halcón.
Desde más arriba todavía, las copas de las balsas empezaron a caer cada vez que sonaba una explosión. Los doce paquetes de TNT habían sido demasiado para el quino, y la explosión lo había seccionado por completo de la base. La explosión lo lanzó al aire en posición horizontal al instante y la copa, cargada de ramas, atravesó el aire.
La mantis se acercaba velozmente a Cameron. Con las patas de presa plegadas, se detuvo una fracción de segundo antes de lanzar el fulminante ataque.
Cameron sentía que toda la isla se cerraba encima de ella, los árboles caían y bloqueaban el cielo, la criatura voladora se precipitaba sobre su espalda. La sangre se le había convertido en pura adrenalina y Cameron corría hacia el final del opresivo camino.
El quino cayó encima de la espalda de la mantis y el golpe hizo que la criatura soltara aire con fuerza a través de los espiráculos al tiempo que una ola de jugo digestivo caía sobre los hombros de Cameron. La mantis perdió el equilibrio con el golpe y cayó de espaldas sobre una de las alas, que quedó doblada y aplastada bajo su cuerpo. El impulso del golpe la había lanzado unos pasos por delante de Cameron y ésta se encontró trepando por encima de la cabeza al tiempo que esquivaba una pata que se cerró en el aire. La mantis se dio la vuelta en el suelo y echó a correr detrás de Cameron, cojeando.
El quino cayó al suelo detrás de ellas y activó el segundo cordón. El camino se encendió con otra explosión lumínica. El aire se llenó de trozos de madera que volaron por encima de su cabeza. Los tocones de los árboles chasquearon a medida que éstos se precipitaban al suelo desde ambos lados del camino.
El árbol que se encontraba más cerca del bosque, justo al final de la trampa, caía por delante de los demás. El TNT había explosionado una gran parte del tronco y había precipitado la caída.
Cameron corrió hacia el espacio que quedaba debajo del último árbol y la mantis se arrastraba rápidamente detrás de ella. Si Cameron no se refugiaba debajo del árbol antes de que la copa tocara el suelo, la criatura la atraparía o los demás árboles la aplastarían. Arriba, el aire estaba lleno de fragmentos de madera que caían iluminados por las explosiones.
Jadeando, Cameron se lanzó bajo el tronco en el momento en que la copa de éste se precipitaba hacia el suelo como una guillotina. Apenas rozó el tronco con el hombro, pero fue suficiente para salir volando. Sintió un dolor que le atenazaba la espalda y el único consuelo fue saber que no la había aplastado. Saltó por el aire y dio la vuelta ciento ochenta grados. Cayó sobre el estómago y el pecho de cara al camino.
Detrás del tronco caído del último árbol, la mantis se había incorporado totalmente mientras avanzaba a pesar de que tenía la parte izquierda del cuerpo aplastada. Un árbol cayó al suelo detrás de ella sin aplastarla por muy poco.
«Dios mío -pensó Cameron-, ¿y si no la aplastan? ¿Y si ninguno le cae encima?»
La mantis avanzó con un chillido cuando por muy poco esquivó otro árbol y Cameron intentó ponerse en pie y correr, pero el cuerpo no le respondió a causa del miedo y el agotamiento. Ya no le quedaba ninguna energía.
Ninguna imagen pasó por delante de sus ojos, ningún recuerdo de infancia, ningún pensamiento hacia Justin: sólo existía la criatura que cargaba contra ella, el suelo debajo de la barbilla y la boca llena de tierra.
Ya se había resignado a morir cuando el último árbol cayó encima de la espalda de la mantis aplastándola contra el suelo a tal velocidad que Cameron no pudo seguir el movimiento con los ojos.
Un enorme tronco ocultaba a la criatura de la vista, pero Cameron oyó que sus chillidos se transformaban en un ronco silbido. El aire se llenó de hojas y polvo y de un impresionante silencio que se rompía sólo ocasionalmente por un movimiento de la mantis. Cameron lo oía a pesar de cómo le silbaban los oídos.
Cameron volvió a enfundar el cuchillo en la parte trasera de los pantalones e intentó ponerse de pie, pero sintió tal dolor en la espalda que cayó al suelo con un grito. No sentía su cadera y la pierna no le respondía cuando intentaba moverla. Se arrastró hacia delante clavando los dedos en la tierra en dirección al árbol caído que ocultaba a la mantis. Sentía la tierra como virutas de acero contra su estómago y unas cuantas piedras afiladas se le clavaron a través de la camiseta destrozada.
Al acercase oyó más fuerte los roncos silbidos de la mantis. Se agarró a un nudo del tronco y se impulsó hacia arriba de él. La mantis estaba tumbada de espaldas y el enorme tronco le había aplastado por completo el abdomen. Aunque la cabeza y el protórax sobresalían de debajo del árbol, las patas de presa se encontraban atrapadas por él, las púas aplastadas en la confusión de árbol, intestinos y tierra. Movía la cabeza ligeramente hacia delante y hacia atrás y abría la boca con esfuerzo.
Estaba agonizando.
Cameron intentó bajar por el otro lado del tronco, pero acabó cayendo. Aterrizó sobre la cadera y gritó de dolor al tiempo que los ojos se le llenaban de lágrimas. La vista se le volvió borrosa y luego se aclaró otra vez. Se arrastró hacia la criatura.