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– Se ha ido. Está muerto.

Con la boca abierta y los ojos vidriosos, Szabla se quedó sin habla, sentada en el tronco. En el silencio que reinó después, Cameron se acercó a ella y le colocó la camiseta en su sitio. Luego se puso delante de Savage y le miró.

– ¿Qué ha pasado?

– Esa jodida y enorme cosa, con unas patas delanteras como pinzas, semejante a una mantis religiosa, se lo ha comido.

Derek respiró hondo. El rostro de Rex adquirió una extraña expresión, que se desvaneció enseguida. Se volvió hacia Diego y algo sucedió entre ellos. A Cameron se le revolvió el estómago, como le sucedía justo antes de vomitar.

– ¿De qué estás hablando, Savage? -dijo Justin-. ¿Dónde coño está Tucker?

– Estaba colgando vuelto del revés como un jodido murciélago y esa cosa le tenía agarrado con esas patas, como una trampa de oso. -Negó con la cabeza-. Tendríais que haberle oído gritar.

Cameron se dejó caer sobre un tronco.

– ¿Es un maldito chiste? -preguntó Derek.

La respiración de Derek era tan rápida que parecía un jadeo. Szabla bajó la cabeza y se pasó los dedos por la nuca clavándose las uñas. Murmuró algo. Todos se quedaron en silencio durante unos momentos, respirando. Savage les miraba a la expectativa.

– Joder -dijo Justin, finalmente-. ¡Joder!

– Cálmate, Justin -dijo Derek-. Todavía no sabemos qué está ocurriendo aquí.

– ¿Qué coño quieres decir con que no sabemos qué está ocurriendo aquí? -gritó Savage-. Acabo de deciros que hay una maldita criatura enorme suelta por ahí. Dos metros y medio de alto y de largo. Tenemos que matar a esa mierda.

Savage se quitó la camisa y la tiró a un lado. El cuerpo le brillaba por el sudor.

– Tenemos que matar a las larvas. Son sus crías. Tenemos a una en la tienda y a cuatro más en el bosque. -Savage levantó tres dedos y, luego, el cuarto-. Tenemos que atraparlas antes de que se transformen.

– No me voy a quedar impasible mientras tú intentas exterminar una especie -dijo Diego-. Así que ni pienses en ello.

– Nada se va a transformar -dijo Derek con sequedad-. Y no sabemos si esas larvas o el saco de huevos tienen algo que ver con lo que tú has visto. Ni siquiera sabemos qué es lo que has visto. Lo peor que podemos hacer es precipitarnos en las conclusiones.

– No tenemos tiempo de llegar a conclusiones.

Cameron habló en un tono de voz bajo, poco característico en ella.

– Puede que él tenga razón, Derek.

Derek le dirigió una mirada reservada a los mentirosos y traidores. Ella retrocedió.

Savage abrió los brazos, frustrado.

– ¿Eso es lo que os enseñan en la escuela de líderes, campeones? Habéis sido un puñado de indecisos desde que llegamos aquí.

Por un momento, Cameron creyó que Derek iba a abalanzarse sobre Savage. Derek apretaba las mandíbulas, con las mejillas tensas. La voz le salió tranquila, pero se notaba un punto de locura en ella:

– No te llevabas tan bien con Tucker, ¿verdad, Savage? -preguntó Derek.

Savage se quedó inmóvil. Le miró con ira desde el otro lado del fuego intentando articular las palabras. Cuando finalmente habló, éstas salieron una tras otra en un gruñido:

– Nada me gustaría más que abrirte la garganta y pintarme el rostro con tu sangre.

– Has tenido algunos problemas con él, tienes un pronto malo, en realidad, y quizá resbalaste y tu cuchillo se le clavó. Parece un poco más probable que una mantis de dos metros y medio, ¿no? -Derek le señaló con el dedo, con el labio superior un poco levantado por la rabia-. Reza por no haberle tocado un pelo.

Szabla todavía no había hablado. La mejilla derecha le temblaba, aunque todavía no estaba a punto de llorar. Nunca estaba a punto de llorar.

Tank estaba sentado, quieto, y hurgaba la tierra del suelo con un palo.

– En marcha -dijo Cameron-. Vamos a hacer una batida, a ver si podemos encontrar a Tucker. -Se encontró con la mirada de Savage-. O recuperar su cuerpo.

– Nadie va a ir a ninguna parte a no ser que yo lo diga -cortó Derek-. ¿Qué? ¿Es que vamos a buscar en la oscuridad con bengalas y focos? No tenemos luces tácticas. Vamos a esperar a la mañana.

Savage se inclinó hacia atrás, riendo. Con el dedo índice les señaló a todos, uno por uno.

– Sois un puñado de jodidos cobardes. Tucker ha sido vuestro compañero durante años. Dejadme que os diga una cosa -sus ojos mostraban emoción-, me gustara o no me gustara, acabo de ver a un hombre morir ante mis ojos y voy a hacer algo al respecto.

Se dirigió hacia Szabla y ella retrocedió con miedo, pero Savage solamente iba a sacar su cuchillo. Colocó un pie en el tronco al lado de su Viento de la Muerte, lo sacó y lo limpió contra su muslo. Le cortó el tejido de los pantalones con un corte tan fino como el del papel. Con la punta de la hoja, señaló a Derek.

– ¿Quieres una prueba? Voy a traerte una prueba.

Cameron corrió tras él un poco mientras se dirigía al bosque, pero Derek le gritó.

– Cameron, vuelve aquí. Déjale ir.

Cameron se detuvo y Savage desapareció en la oscuridad de los árboles.

Derek dio las órdenes de combate y se puso al frente de la primera patrulla. Inició la marcha como un corredor aturdido, rodeando el fuego y dirigiéndose luego a rodear el perímetro del campo abierto, siempre a una distancia de seguridad del lado norte del bosque.

Diego sacó a la larva de la caja y la dejó fuera. Comprobó sus respuestas a una serie de estímulos: distintos contactos, movimientos y sonidos, hasta que la larva se alejó un poco, se enroscó y dejó de reaccionar a ellos. Tank estaba reclinado sobre la hierba, a una distancia segura de donde se encontraba la larva. Cameron miraba al animal sin ninguna expresión en el rostro mientras intentaba aplacar la tormenta que sentía dentro del cuerpo.

Derek pasó de largo ante ellos; se oía el rozar de sus botas entre la hierba. Los reflejos del fuego bailaban sobre su rostro. Había completado el recorrido cinco veces, pasando exactamente por delante de ellos, y ninguna de las veces había dicho nada. Aparte de las ojeras, cada vez mayores y más oscuras, estaba pálido. Tenía los labios, que no dejaban de murmurar, de un tono azulado.

Savage había dejado la camisa en el suelo y Szabla se inclinó y la recogió: Se quitó la camiseta y se puso la camisa sobre la piel desnuda. Derek pasaba por delante de ellos y alrededor del fuego como un fantasma, y Szabla levantó la cabeza para observar cómo se alejaba. Intentó reírse, pero la carcajada que le salió era de rabia. Bajando la voz para que Diego y Rex, que estaban sentados en un tronco al otro lado del fuego, no la oyeran, dijo:

– No está al nivel y sus valoraciones no son buenas.

Cameron se pasó los dedos por el pelo y se rascó la parte posterior de la cabeza.

– No está tomando el mando -susurró Szabla-. Desde que ha vuelto, no se ha puesto por encima de las situaciones. Debe de sentir que es muy parecido a…

Cameron la interrumpió con la voz pesada y el hablar lento:

– Conseguirá ponerlo bajo control. Siempre lo hace. -Se inclinó y tocó con suavidad la espalda de la larva antes de darse cuenta de lo que hacía. Apartó la mano rápidamente.

– Llamé a Mako hoy. Justo antes de conectar con Tucker.

Tank se incorporó apoyándose en los hombros. Cameron se dio la vuelta despacio.

– ¿Hiciste qué? -preguntó Cameron.

– Ya me has oído. Yo soy el segundo oficial al mando aquí. Estoy gravemente preocupada acerca de la capacidad de Derek para dirigir esta misión. Ahora que una amenaza real ha aparecido en la situación, estoy todavía más preocupada. Necesitamos echarle y reestablecer la jerarquía.